Editorial

Derecho a una vida segura y en libertad

En lo que llevamos de mes, se ha registrado una denuncia al día por violencia machista en Melilla. Como ha dicho Laura Segura, responsable de la Unidad de Coordinación contra la Violencia de Género de la Delegación de Gobierno, los datos son preocupantes y se ha registrado un repunte importante. Además, tal y como adelantó El Faro esta semana, el número de casos activos ha aumentado en 36 en un año. Hay que tener en cuenta también, que ha crecido el número de casos que están catalogados como de riesgo alto y extremo.

La violencia de género continúa así siendo un problema serio en nuestra sociedad y parece que no logramos ponerlo coto. En lo que llevamos de 2020, son ya 20 las víctimas mortales a nivel nacional.

A pesar de las campañas de concienciación parece que no hay manera de erradicar esta lacra de nuestra sociedad. Si es cierto que se denuncia más que antes, de hecho han aumentado el número de familiares o allegados que se ponen en contacto con las autoridades para alertar sobre este tipo de delitos, pero lo cierto es que el avance es más lento del que sería deseable.

Además, el confinamiento decretado a causa de la alarma sanitaria por coronavirus ha supuesto para muchas mujeres maltratadas que tuvieran que pasar más tiempo conviviendo con su maltratador, una situación terrorífica.

Tanto en Melilla, como en el resto de país, se ha avanzado en políticas de protección a las víctimas, pero la dependencia económica y social de un buen puñado de estas mujeres supone un lastre que hace imposible que puedan alejarse de su pareja.

Desde los poderes públicos se deben seguir dedicando esfuerzos y medios para poder dar a las víctimas las herramientas y las oportunidades necesarias para poder dar este paso y dejar atrás a su agresor y en ocasiones futuro asesino.

En nuestra ciudad es necesario que se abra lo antes posible un nuevo centro de acogida que permita a estas mujeres abandonar la casa que comparten con su pareja y que puedan dar el primer paso hacia una vida que no esté impregnada por el terror y la dependencia. En definitiva, para vivir libres y seguras, como es el derecho de cualquier ciudadano.

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