El “desbordamiento” de La Purísima o la falta de seguimiento de los niños que viven en la calle son algunas de las críticas que se vierten en un informe sobre menores extranjeros no acompañados (mena) elaborado por la Universidad Pontificia de Comillas y dirigido por Violeta Assiego. El estudio, que fue presentado ayer en unas jornadas sobre menas celebradas en Madrid, apunta que la sobreocupación del centro “impide y dificulta que se ofrezca una atención individualizada” a los niños. Apunta que tampoco tienen las actividades socioeducativas que necesitarían y señala que la elevada cifra de acogidos también incide en la escolarización de los menores o las gestiones de la documentación.
Asimismo, en el estudio critican que en La Purísima hay menores durmiendo en colchones en el suelo o compartiendo camas. Además, señala que los niños “refieren” maltrato dentro de las instalaciones sin que conste que se hayan iniciado diligencias para aclara o investigar estos hechos ni por parte de la Consejería de Bienestar Social ni de la Fiscalía.
En esta misma línea, los investigadores señalan que no se hace un seguimiento institucional de los niños que viven en la calle ni existen datos oficiales de cuántos pueden ser, aunque las ONG apuntan que entre 50 y 100 de entre 10 y 17 años. En este punto, indica que no todos los niños son inscritos en el registro de menores extranjeros, tal y como establece el protocolo que regula su situación.
En este sentido, critica que no haya información objetiva ni datos accesibles que permitan contrastar las informaciones sobre el número de menores que entran a la ciudad o los que salen como polizones que ayuden a conocer cuál es el perfil de estos niños o a solucionar las dificultades que existen en las gestiones documentales.
Sobre los niños de la calle, critica que no haya una intervención directa dirigida a su perfil y necesidades concretas a pesar de las recomendaciones que ha hecho en varias ocasiones el Defensor del Pueblo a la Consejería de Bienestar Social.
Por otro lado, el estudio hace referencia al elevado grado de criminalización de los menores que “no corresponde con la realidad que reflejan las estadísticas de delincuencia del Ministerio del Interior”.
Además, pone de relieve la cuestión de los subsaharianos que tratan de saltar la valla. En este punto, indica que cuando se producen devoluciones no se comprueba si estas personas son o no menores de edad, por lo que puede que muchos de los que no han dejado entrar en la ciudad no hubieran cumplido los 18 años.
La vulnerabilidad de los más pequeños que viven en la calle, en la cara de Mohamed
La situación de los menores extranjeros no acompañados (mena) que viven en nuestra ciudad tiene muchas caras. La Universidad Pontificia de Comillas ha elaborado un informe en el que analiza esta realidad. En este estudio hace referencia al caso de Mohamed, un niño de apenas 10 años, a los que los investigadores conocieron a los pocos días de llegar a Melilla en la Plaza de las Culturas. El pequeño estaba magullado, pedía entre las mesas de las terrazas de la Plaza de las Culturas, apenas hablaba, no entendía castellano y sólo quería comer algo. El niño acababa de llegar a la ciudad. Con el paso de los días, los responsables de este informe, presentado ayer en Madrid, fueron observando el deterioro del pequeño. “Su alegría había desaparecido por completo, estaba golpeado física y emocionalmente”, apuntan en el documento. “El caso de Mohamed era un fiel reflejo de la alarmante situación en la que viven los chavales que duermen en las calles de Melilla”, apuntan en el informe. Cuando regresaron a Madrid, les confirmaron que el niño, además, estaba siendo víctima de abusos sexuales en la calle. Dos meses después de su estancia en nuestra ciudad, supieron que el joven había logrado llegar a la península escondido como polizón en un barco junto a un grupo de mayores de edad. La historia de este pequeño es una de las centenares que se viven en las calles de nuestra ciudad entre los menores que duermen en las escolleras, buscan a diario alimentos y tratan, a pesar de los peligros, de colarse en los barcos que unen Melilla con la península.
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