El joven maliense de 20 años que quedó en estado de coma tras caer de lo alto de la valla de Melilla, durante el salto del pasado 21 de noviembre, acaba de recibir el alta médica y desde el miércoles se aloja en la enfermería del Centro de Estancia Temporal de Inmigrantes (CETI).
Pese a la buena voluntad de la dirección del CETI, está claro que ése no es sitio para él. Mahamadou necesita rehabilitación, qué menos, tras pasar 14 días en coma, en una Unidad de Cuidados Intensivos, y casi dos meses ingresado en planta en el Comarcal.
El parte médico que le entregaron los facultativos del hospital de Melilla es meridianamente claro. Mahamadou no puede valerse por sí mismo y necesita ayuda para sobrevivir.
El joven habla de forma inconexa y tiene muchas dificultades para comunicarse, usar el teléfono o relacionarse con las demás personas. Su sueño de entrar en Melilla en busca de “un futuro” se ha hecho realidad, pero a qué precio.
La ONG Prodein asegura que el Ministerio del Interior ha dado la espalda a Mahamadou y no ha autorizado su salida a la península, donde debería recibir rehabilitación en un centro especializado. Su caso es excepcional, pero se le aplica la misma vara de medir que al resto de los inmigrantes económicos que llegan a la ciudad. ¿Dónde está la caridad, que no sabe distinguir entre las personas que necesitan ayuda y las que no pueden seguir viviendo sin ella?
Que conste que no hay quejas del tratamiento que el CETI está dispensando a Mahamadou. Sólo hay que ver la cara de uno de los guardias de seguridad del centro, dándole la bienvenida al joven maliense a su entrada en las instalaciones para empezar el tramo más difícil de esta segunda oportunidad que le ha dado la vida. Ha vuelto a nacer. No nos quepa duda. La valla que miramos todos impasibles, también mata.
Mahamadou debería viajar a la península. Es de Mali y viene de una zona que cuando él abandonó estaba en guerra. Es, probablemente, un refugiado de libro.
¿Por qué salta la valla? Porque es negro. Porque a ningún negro se le permite pasar el control marroquí para pedir asilo en la oficina de Beni Enzar. Podemos darnos golpes de pecho diciendo que garantizamos el derecho de asilo, pero seamos honestos: no a los negros. ¿Y qué hemos hecho para solucionarlo? Nada, nada y nada.