Déjense de tomarnos el pelo

NO había condiciones en Melilla para acoger a las 300 personas a las que Marruecos dio la espalda el 13 de marzo de 2020 y dejó abandonadas a su suerte tras el cierre de la frontera con España como medida de contención de contagios de la COVID-19.

Primero estuvieron en el V Pino, pero las lluvias, la insalubridad y la presión de la prensa nacional obligaron a la Consejería de Salud Pública a trasladar a esas personas a un lugar supuestamente más confortable. Fue así como llegaron a la Plaza de Toros. Sin quererlo, la mezquita del toreo, única de su tipo en el norte de África, se convirtió en un albergue.

Es difícil criticar esa decisión porque, evidentemente, la vida de las personas está por encima de cualquier cosa y no se nos olvida que estamos atravesando una pandemia sin precedentes. Pero han pasado cinco meses y nuestra Plaza de Toros se ha convertido en un punto neurálgico de Melilla. Pero para mal. Broncas, chanchullos, gritos, ambulancias y retrovisores rotos forman parte de la rutina diaria de los vecinos de las calles General Aizpuru y Querol. No hay derecho.

Tampoco hay que ser muy avispados para darse cuenta de que quien mantiene a los migrantes sin techo en la Plaza de Toros no tiene afición taurina. No le duelen los destrozos a la arquitectura ni los daños que pueda estar sufriendo un monumento recién restaurado. ¿No hay otro sitio adonde llevar a los migrantes? ¿No podemos hablar con el Ministerio de Defensa para que nos preste un cuartel donde puedan acampar? ¿No podemos hablar con el presidente Pedro Sánchez para que negocie con Marruecos un pasillo humanitario a través del cual podamos devolverle a su gente?

Es inaceptable que los vecinos de la Plaza de Toros sigan tragándose los escándalos nocturnos de la gentuza que no sabe comportarse y no agradece los esfuerzos de España por darles cobijo y protección. Y todavía muchos acogidos tienen la desvergüenza de hacer llegar a la prensa fotos de personas supuestamente lesionadas por el mal trato al que son sometidos por parte de los guardias de seguridad del recinto.

Basta ya de mirar para otra parte y de hacer como que no pasa nada. Tenemos lo mejor de cada cárcel en nuestras calles y aquí nadie sale a dar la cara. Mientras los vecinos se las ven y se las desean para conciliar el sueño; mientras la gente honrada de esta ciudad no duerme tranquila por temor a que los bandoleros rompan los coches aparcados en la zona, los políticos del Gobierno del cambio se nos desaparecen del mapa. Que si aquel está en Mallorca, que si el otro, en plan ‘flower power’. Hay que tener morro.

Melilla se ha convertido en una ciudad sin ley. Hay barrios de Siria con más seguridad que algunas zonas de esta ciudad. ¿Y saben qué? No podemos seguir así. Si los políticos siguen mirando para otra parte tendremos que pasar de la recogida de firmas a las manifestaciones callejeras. En cuanto los consejeros y la delegada del Gobierno nos vean a todos manifestándonos por la seguridad, buscarán una salida digna para esa gente que tenemos hacinada en nuestra querida mezquita del toreo.

¿Cuánto nos va a costar que Marruecos no les permita volver a su país? Sumad a la manutención, los gastos de luz, agua y de atención médica todo el dineral que nos costará dejar la Plaza de Toros como estaba antes de la crisis del coronavirus. ¿Habrá dinero para eso?

Ya basta. La Consejería de Salud Pública tiene que encontrar una alternativa. O pone más vigilancia en la zona o devuelve a las personas acogidas a Marruecos o entre todos recogemos dinero para comprar escaleras y las ponemos de una en fondo en la valla para que se larguen. Porque ellos también quieren irse a sus casas. ¿Quién va a querer, por muy desgraciado que sea, dormir en una Plaza de Toros?

La situación en Melilla es insostenible y bochornosa. Es cierto que el que más y el que menos ha salido un poco descentrado del confinamiento, pero el desmadre y la ensalada de puñaladas que estamos viendo este verano en la ciudad no se veía ni en las peores ferias de septiembre en tiempo de Juan José Imbroda.

Yo entiendo que muchos de los políticos que hoy están en el Gobierno llegaron con muchas ganas de cambiar las cosas, pero no lo están consiguiendo. O sea, no las están cambiando para bien. Estamos infinitamente peor que hace un año. Y no tenemos por qué seguir aguantando algo así. Ya es hora de empezar a pedir dimisiones. No podemos seguir pagando sueldos por un tubo para tener la carnicería que tenemos en nuestras calles. No es de recibo.

O controlan a la chusma o dimiten. Los pocos que trabajan en esta ciudad necesitan dormir y hoy por hoy no pueden hacerlo tranquilos. Alguien tiene que responder por esto. Ya vale de modelitos y acentos maniqueos. No pueden seguir jugando a ser pijos hasta que los descubran. O se ponen las pilas o se las ponemos nosotros.

El tripartito no sabe lo que es tener a la gente en la calle. Vamos a tener que enseñarles que cuando nos tocan mucho las narices no hay quien nos pare. Pónganse las pilas y déjense de tomarnos el pelo. Vamos a dar guerra con la Plaza del Toro, así que pónganse en posición de apretar el culo y darle duro a los pedales.

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