Defiende su existencia frente a quienes abogan por su desaparición. “Es un organismo que se toma en serio lo que proclaman las convenciones internacionales y las leyes españolas en materia de diversidad cultural”. ernando Belmonte ocupa el cargo de director Gerente del Instituto de las Culturas de Melilla desde el 1 de agosto. Su nombramiento, como él mismo aclara en esta entrevista, tiene todo que ver con una decisión personal de la presidenta de la entidad, Fadela Mohatar, al considerar su experiencia laboral y sus méritos académicos, que por otro lado son muchos, los más inspiradores de confianza. Entre ellos, director del Archivo Histórico Audiovisual; director y guionista del programa ‘El Retrovisor’ o director de Inmusa. Es también autor del libro ‘La Ley de Extranjería de 1985 y la transformación del espacio público en la ciudad de Melilla’; coautor de ‘La memoria derrotada. Tribulaciones de un comunista en Melilla’; y director del documental audiovisual ‘Las Melilla Mulatas’. Ello, sin duda, le hace gran conocedor de esta ciudad desde todos los puntos de vista, prismas, ángulos o recovecos y sin duda, más que preparado para lograr que el Instituto se identifique como una herramienta que contribuya a consolidar un modelo de convivencia ciudadana, que es lo que a él le gustaría.
–Desde julio de este año desempeña un nuevo cargo, el de director gerente del Instituto de las Culturas ¿Cómo es y qué función exactamente desempeña?, porque realmente, el Instituto parece un gran desconocido en la ciudad.
–Aclaración previa: estoy de director gerente desde el 1 de agosto. Las funciones que desempeño están definidas y delimitadas por los Estatutos del Instituto. Básicamente, se trata de funciones de asesoramiento y de colaboración con la presidenta de la Comisión Ejecutiva, Fadela Mohatar, en el desarrollo de las finalidades del Instituto y en el estudio, tramitación, elaboración, desarrollo, seguimiento y ejecución de los diferentes planes, programas y proyectos encargados o impulsados por el Instituto. También están entre mis competencias la jefatura de personal y, en determinados casos, la dirección de las investigaciones promovidas o patrocinadas por el Instituto. En cuanto a su comentario de que el Instituto parece un gran desconocido en la ciudad, ni le doy la razón ni se la quito. Los supuestos rankings de popularidad, simplemente, no entran dentro de mi universo de preocupaciones, demasiado centrado en atender y examinar las innumerables demandas, solicitudes y proyectos que, a diario, nos presentan las más variadas personas, entidades e instituciones, para quienes debe ser que el Instituto de las Culturas no es ningún gran desconocido, sino todo lo contrario.
–¿Es un trabajo que difiere mucho de lo que venía haciendo hasta ahora?
–Durante los últimos diez años me he dedicado, desde el Archivo Histórico Audiovisual, a escarbar en el pasado. Ahora, me ocupo de asuntos del presente. Antes, mi objetivo único era la salvaguarda y promoción de una parte específica del patrimonio cultural de la ciudad: el patrimonio audiovisual. Ahora los objetivos son múltiples y muy heterogéneos, aunque uno de ellos también tiene que ver con el patrimonio cultural, concretamente, con el patrimonio cultural inmaterial. Una diferencia esencial es que ahora administro fondos públicos y antes, en el Archivo, tenía que pedirlos.
¿Tiene alguna relación con su profesión, la de periodista? o ¿se enmarca más en un ámbito político?
–Le matizo que dejé de ejercer el periodismo hace doce años, cuando pasé a ocuparme del Archivo Histórico Audiovisual. Es cierto que he estado dirigiendo y presentando un programa, de carácter quincenal, en Televisión Melilla, el Retrovisor, pero eso no es periodismo tal y como, por ejemplo, usted lo ejerce: levantándose cada mañana pensando, a menudo estresada, en cómo rellenar hojas de un periódico o minutos de radio y televisión. A la segunda pregunta le diré que mi condición de político no me la otorga ni un determinado oficio ni un específico cargo público. Todas las personas, por el mero hecho de serlo, nos enmarcamos en un ámbito político, es decir, en todo aquello que concierne al manejo de los asuntos públicos, en todo lo que afecta a la distribución de recursos que son propiedad del conjunto de la ciudadanía, en todo lo tocante a la elección entre diferentes políticas públicas, en las relaciones de poder entre las Administraciones y los administrados. En definitiva, todas las personas mantenemos una actitud política ante cómo se gestionan los bienes de todos, ya sea de indiferencia, de aceptación o de oposición. ¿O es que no se hace política desde la prensa? ¿O es que no ha conocido casos de periodistas, no digamos de empresas periodísticas, capaces de influir en las decisiones que toman los gobiernos? Aristóteles lo dijo hace más de dos mil años: la especie humana está constituida por animales políticos. Y eso no es bueno ni es malo. Es una característica distintiva de nuestra especie, por mucho que cueste reconocerlo.
–Son varias las voces que han pedido la desaparición de este instituto. ¿Está de acuerdo con ello o cree que su función tiene fundamento en Melilla?
–¿Usted cree que tiene fundamento, especialmente en Melilla, incentivar y fomentar la investigación sobre los fenómenos multiculturales y sobre los peligros que pudieran acechar a la convivencia basada en el respeto a la diversidad cultural? ¿Usted cree que tiene fundamento promover acciones, experiencias y proyectos que favorezcan el diálogo intercultural y el respeto activo por la diferencia? ¿Usted cree necesario salvaguardar el patrimonio cultural inmaterial de Melilla? Si responde afirmativamente a estas tres preguntas difícilmente podría pedir, sin contradecirse, la desaparición del organismo que se dedica, específicamente, a esas tres líneas de actuación que usted acepta como fundamentales. Y ese organismo es el Instituto de las Culturas. Otra cosa es que quienes estemos al frente del Instituto nos apartemos de ellas o que hagamos mal nuestro trabajo, en cuyo caso estarían plenamente justificadas todas las críticas, lo cual no significa que sean menos respetables las críticas que, a nuestro juicio, nos puedan parecer injustificadas.
–¿Cómo le gustaría que la gente identificara o definiera el Instituto?
–Me gustaría que se viera como un organismo que se toma en serio lo que proclaman las convenciones internacionales y las leyes españolas en materia de diversidad cultural, de derechos culturales y de salvaguarda del patrimonio cultural inmaterial. Me gustaría que se identificara como una herramienta que contribuye a consolidar un modelo de convivencia ciudadana donde el respeto a la diversidad de las expresiones culturales y al pluralismo siga siendo, y cada vez de manera más sólida, una de sus innegociables señas de identidad. En fin, me gustaría que la gente dijera del Instituto que cumple los cometidos para los que fue creado.
–¿Qué proyectos tiene en mente llevar a cabo en un plazo corto y cuáles a largo?
–No me corresponde a mí anunciar públicamente los proyectos futuros, ya sean a corto, mediano o largo plazo. Eso es tarea de la presidenta de la Comisión Ejecutiva. Ideas tengo muchas, pero son irrelevantes hasta que no cuenten con el respaldo o aprobación de los órganos de gobierno del Instituto. Yo, de acuerdo con los Estatutos, puedo proponer pero no disponer. Lo que sí puedo adelantarle es que están en estudio más de una treintena de proyectos de cara a su inclusión en el Plan General Anual de Actuaciones del próximo año, un Plan que habrán de aprobar previamente los órganos de gobierno del Instituto.
–¿Que hay del Observatorio de la diversidad cultural?
–Por ahora lo que hay es una especie de grupo promotor, encargado de redactar un borrador de ideario fundacional. Este grupo, del que forman parte altos representantes de distintas universidades y otras personalidades relevantes del mundo de la cultura y de la investigación social, españolas y extranjeras, se reunirá a finales de noviembre en Melilla con ocasión de las II Jornadas de Religión y Espacio Público. Entonces, es más que probable que se constituya una Comisión Gestora y se aprueben unos Estatutos. No puedo anticipar, porque lo ignoro, en qué términos se concretará la actuación y finalidades del Observatorio. Lo que sí he constatado es que sus promotores, pertenecientes a distintas corrientes ideológicas, coinciden en dos puntos: Uno, considerar el modelo convivencial de Melilla como un referente para el mundo en la gestión de la diversidad cultural, y, dos, dar a conocer en el exterior dicho modelo.
–¿Cómo es su equipo de trabajo y cómo es una jornada habitual?
–Hasta este momento, el personal con el que cuenta el Instituto es un auxiliar administrativo y un monitor experto en tamazight. A partir de este dato, usted comprenderá que el único equipo estable de trabajo es el compuesto por la presidenta y un servidor. Mi jornada habitual, contestando a su segunda pregunta, tiene poco de rutinaria. Los asuntos que abordamos son tan variados y afectan a tantos ámbitos que no hay dos días iguales. Lo único constante es que todos los días, sea en la oficina, en la calle o en mi casa, atiendo a visitas o las hago, evalúo proyectos, redacto informes y propuestas, hago seguimientos de los proyectos que ya están en marcha y respondo a continuas llamadas telefónicas.
–¿Le sorprendió su nombramiento? Y, como dicen las malas lenguas, ¿tiene algo que ver con la designación a su vez de su pareja como jefa del gabinete de prensa de la Delegación del Gobierno, cuyo titular, Abdelmalik El Barkani, fue su predecesor al frente del Instituto?
–Raramente podría sorprenderme un nombramiento que se produjo casi tres meses después de que me fuera anunciado. En cuanto al enunciado de la segunda pregunta, permítale que le diga que, más que el planteamiento de una cuestión seria, parece el argumento de una comedia de enredos. Es una pregunta que encajaría con solvencia en profesionales del chismorreo, por lo que le animo a que reconduzca su carrera periodística en programas del tipo Sálvame, donde le auguro un brillante porvenir. Al fin y al cabo, como suele ocurrir en estos programas especializados en el seguimiento de bragas y braguetas, las fuentes a las que usted alude son unas “malas lenguas” no identificadas. Pero no se preocupe que entro al trapo de su pregunta con mucho gusto. Por lo que a mi me consta, Abdelmalik el Barkani llevaba ocho meses de delegado del Gobierno cuando a mí me nombraron y, por lo que tengo entendido, salvo que se haya modificado la Constitución o el Estatuto de Autonomía sin que yo me haya enterado, el delegado del Gobierno no participa en las decisiones que adoptan los órganos de gobierno de la Ciudad Autónoma. También he sabido por fuentes muy cercanas que mi pareja no tenía el mayor interés en que yo abandonara mi trabajo anterior. Igualmente, me han asegurado que Fadela Mohatar tomó la decisión de proponerme libremente, salvo que usted tenga pruebas de que actuó coaccionada o condicionada por factores ajenos a su voluntad. Le añado más: por lo que cuentan las buenas lenguas, me lo propuso simplemente porque, entre las personas que cumplen los requisitos académicos y de experiencia laboral requeridos por los Estatutos, yo era el que le inspiraba más confianza, primero porque compartimos una visión similar de lo debe ser el Instituto y, segundo, porque me consideraba, al menos entre las personas que ella conocía, el más capacitado y cualificado para el puesto. Y en esto, desde luego, no le voy a llevar la contraria a mi presidenta.
–¿El cargo se ajusta a su perfil laboral de los últimos años?
–Desconocía que existiera un perfil laboral que se ajustara específicamente al cargo de director-gerente del Instituto de las Culturas. El único perfil del que tengo noticia es el establecido en los estatutos y, a tenor de lo que han informado los servicios jurídicos correspondientes de la Ciudad Autónoma, parece que ese perfil lo cumplo. No obstante, y para su tranquilidad, le recuerdo que los diez años pasados en el Archivo me han obligado a especializarme en la legislación, nacional y comparada, referida al patrimonio cultural y al Derecho de la Cultura. Igualmente, me complace informarle de que mi vida intelectual no se ha limitado, en esta pasada década, a discurrir sobre vídeos y películas antiguas. También me he dedicado a la investigación, en el ámbito universitario, sobre cuestiones como la Unión Europea o sobre los procesos sociales, políticos y de cambios culturales por los que ha atravesado Melilla en los últimos 50 años. Supongo que ese bagaje acumulado me ayudará a tener un criterio más esclarecido en el desempeño de mis funciones.
–De todos los cargos y puestos que ha desempeñado, ¿con cuál se queda?
–A ciertas edades, planea el peligro de que uno caiga en la adicción a la nostalgia. Procuro prevenirme ante eso y, en consecuencia, me quedo con el puesto actual, que es al que tengo que dedicar todas mis energías en el momento presente. No tengo tiempo de recrearme en viejas batallitas. Bastante tengo con las nuevas.
–¿Éste es el final de un recorrido profesional ya muy largo o sólo una etapa más? ¿Y de ser así, dónde se ve dentro de unos años?
–Le aseguro que el Instituto no ha encargado ningún estudio prospectivo acerca de mi futuro. Por lo tanto, no dispongo de base científica alguna para contestar a su pregunta. Pero tampoco cuento con un sustento esotérico para responderle satisfactoriamente, pues no me ha dado por recurrir a hechiceros, nigromantes a adivinos para indagar sobre lo que me espera a partir de que termine esta entrevista.
–¿Echa de menos algunas de las tareas que realizaba hasta este nombramiento?
–Si le soy sincero, no me ha dado tiempo a echar de menos tareas anteriores, entre otras razones, porque no las he abandonado del todo. Hace sólo unos días tuve el honor de participar en un acto de homenaje y reconocimiento a los melillenses que han contribuido, con sus aportaciones desinteresadas, completamente altruistas, a engrandecer el patrimonio audiovisual de la Ciudad. Mientras la directora gerente de Inmusa así lo crea conveniente, yo seguirá colaborando y asesorando, por supuesto sin cobrar un solo euro por ello, en todo aquello que tenga que ver con el Archivo Histórico Audiovisual.