Categorías: Editorial

Debate político entre casetas de feria

Ningún momento parece malo para intentar meter el dedo en el ojo del contrincante político.

Ni siquiera los días de Feria merecen una tregua entre los responsables de los distintos partidos.
La última polémica tiene a las gogós de la Caseta Oficial como centro del debate político. En opinión del viceconsejero de Festejos, Francisco Díaz, no hay motivo para escandalizarse ni llevarse las manos a la cabeza por la presencia de estos hombres y mujeres ligeros de ropa. Por el contrario, sí hay razón para protestar por el ‘escándalo’ que a diario provocan sus ‘ruidosos’ vecinos de la caseta CaliPSO.Es. Allí hay, en opinión del viceconsejero de Festejos, hay exceso de decibelios y además los socialistas cobrar por entrar. Éstos, a su vez, responden requiriendo un reglamento específico y consensuado para la Feria con el fin de evitar “el capricho o la arbitrariedad de un miembro del Gobierno”.
Tal vez un documento de ese tipo sirviera para apaciguar los ánimos durante los días de fiesta. Sería un logro que no ha conseguido un reglamento mucho más trascendente, como el que regula los debates en la Asamblea. En este último caso, después de meses de discusiones, propuestas y contrapropuestas, los diputados sólo consiguieron ‘dar a luz’ a un documento que no fue aprobado por unanimidad y que no a traído la calma en los debates parlamentarios.
La conclusión es que ni el Reglamento de la Asamblea ni el Reglamento de la Feria que reclama el PSOE garantizan la fiesta en paz. Sobran documentos y falta ánimo de concordia.
No hay duda de que hay asuntos en los que los partidos de nuestra ciudad se encuentran en posiciones muy distantes. Difícilmente se puede esperar verlos llegar a puntos de encuentro en el corto plazo. Sin embargo, estas diferencias de planteamiento o ideológicas no deberían ser un impedimento para disfrutar con normalidad de la feria de nuestra ciudad. Escenas habituales en otros puntos del país son más que improbables en Melilla. No se daría la menor credibilidad, por ejemplo, a un ciudadano que asegurara haber visto charlar o departir con normalidad a algún responsable de peso del partido en el Gobierno con cualquier líder de la oposición en sus respectivas casetas.
Sin esa normalidad en la relación diaria entre los responsables de los distintos partidos es muy difícil tratar de acordar algún reglamento o de firmar un acuerdo que realmente solucione algo. Mientras no dejen de estar constantemente presentes las viejas cicatrices, será muy difícil que nuestros líderes políticos superen el clima de desconfianza y la continua tendencia al enfrentamiento por el enfrentamiento.

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