Categorías: Editorial

De un tirón

UN adolescente de 17 años ingresó ayer en la Unidad de Cuidados Intensivos (UCI) del Hospital Comarcal de Melilla después de ser operado de al menos una herida de bala. Aunque se desconocen las circunstancias en las que ocurrió el incidente, sí sabemos que el pronóstico del estado del menor es reservado y que éste fue operado tras llegar al hospital en torno a las 8:45 horas.
A lo que vamos: En menos de un mes ya van dos heridos por disparos en Melilla. El primero de ellos, el pasado 17 de enero en un tiroteo entre bandas en La Cañada y el otro, ayer.
No estamos hablando de un accidente casero, sino de una agresión con un arma de fuego que no es ni medianamente normal en tan poco tiempo ni en ciudades con mayor población que Melilla.
¿Tenemos que preocuparnos? Probablemente no, pero el caso es que ya lo estamos. Sobre todo si echamos la vista atrás y comprobamos que la semana pasada tuvo lugar un nuevo alunizaje (el séptimo) en la ciudad o que la anterior robaron en un almacén del Rastro por el método del butrón. Puede que sea casualidad, pero el caso es que Melilla ha entrado en una espiral rara desde las pasadas Navidades.
Por mucho que las estadísticas  de criminalidad digan lo contrario, a ojo de buen cubero, parece que no estamos mejor.
Sin embargo, al echar un vistazo a los juicios que se celebran en la Sección séptima de la Audiencia Provincial de Málaga constatamos que o no es para tanto o las cosas de palacio van despacio: Ayer se juzgaron a dos ladronzuelos que intentaron desvalijar un carrito de helados o a un limpiador acusado de robar 1.000 euros en la casa donde trabajaba.
Sin embargo da qué pensar que durante la pasada feria un ciudadano haya tenido que echar a correr y refugiarse en la parada de taxis de Cándido Lobera tras ser perseguido por un presunto ladrón, navaja en mano.
A estos incidentes habría que sumarle los apedreamientos del pasado fin de semana a la COA en Mariguari y Cabrerizas y al hecho de que la cooperativa baraje la posibilidad de suspender el servicio indefinidamente a los vecinos de la zona. Desgraciadamente, si esta medida llega a materializarse, pagarán justos por pecadores. No es de recibo que un grupito de vándalos deje a La Cañada y a Los Pinares sin autobús. Melilla necesita devolver la sensación de seguridad a sus calles y el movimiento se demuestra andando.

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