Categorías: Editorial

De rositas por Melilla

Las redes sociales se revolucionaron ayer con la circulación de una fotografía del ex senador marroquí y ex presidente del Comité de Liberación de Melilla y Ceuta, Yahya Yahya, tomando una Coca Cola en el aeropuerto de la ciudad.

Fuentes policiales confirmaron a este periódico que un agente del Cuerpo Nacional identificó al ex alcalde de Beni Enzar esperando la salida del vuelo de las 12:10 horas hacia Madrid.
Pese a llevar el pelo teñido de negro, el policía reconoció a Yahya Yahya, el hombre que en 2012 presumió de haber estado detrás de la mutilación de la estatua de Pedro de Estopiñán.
Para estupor del propio agente, Yahya Yahya no tiene cuentas pendientes con la justicia española, pese a haber posado en Rabat con el brazo de Estopiñán en ristre.
Es un gesto difícil de digerir para los que nos sentimos españoles. A los melillenses nos sentó tan mal, como a los americanos que Zapatero no se levantara al paso de la bandera de los Estados Unidos en el desfile de las Fuerzas Armadas del año 2003.
Yahya Yahya ya ha pedido disculpas por su pasado antiespañol. No olvidemos que él también está detrás del intento de izado de la bandera marroquí en el Peñón de los Vélez, que fue frenado en agosto de 2012 por los Regulares de Melilla.
También estuvo detrás de las mofas a las agentes de la Policía Nacional de la frontera de Beni Enzar y de los altercados y cierres fronterizos provocados en 2012 por el Comité antiespañol que presidía en Marruecos.
Motivos suficientes para que el Sindicato Unificado de Policía (SUP) lanzara ayer un comunicado recordando que “no olvidan” las ofensas de Yahya Yahya.
El ex alcalde de Beni Enzar, que dimitió en 2013 tras el inicio de la normalización de las relaciones entre España y Marruecos, no entendía hace dos años que el reino alauí no reclamara en la ONU las ciudades de Melilla y Ceuta. Por eso puso su cargo a disposición de las autoridades de Rabat y ahora se pasea por nuestra ciudad.
Entendemos que Yahya Yahya ha decidido volver a Melilla porque la calidad de vida bajo bandera española es infinitamente superior de este lado de la frontera.
El hombre (mucho más si ha sido político) tiene derecho al olvido. Faltaría más. El perdón ya es otra cosa. Han pasado sólo dos años y la herida aún está abierta. No queremos un caballo de Troya en Melilla ni tampoco hacer leña del árbol caído. La justicia, en esto, tiene la última palabra.

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