Cuatro meses y medio después del cierre unilateral de la Aduana de Melilla, Marruecos y España se sentarán a hablar del tema con los números sobre la mesa. En mi opinión, el encuentro nace muerto porque esto es un problema político, no de números.
Según ha adelantado la Delegación del Gobierno, “el análisis de la situación desde antes del cierre” está “casi terminado”. Pero como admite la propia Sabrina Moh, “este tema es más complejo de lo que parece”.
Y, en efecto, lo es. El cierre de la Aduana de Melilla es un gesto inamistoso que debería haber sido abordado por el presidente Pedro Sánchez durante su visita a Rabat, pero ni la propia Delegación del Gobierno sabe si este punto estuvo en el orden del día en la audiencia que mantuvo con el monarca alauí Mohamed VI.
¿De qué queremos hablar el 15 de diciembre con Marruecos? ¿Del número de empresas que ha dejado de pasar mercancías documentadas por Beni Enzar o de las consecuencias de que el país vecino corte cualquier tipo de relación comercial legal con Melilla?
¿Qué números vamos a comparar? Es evidente que lo que se ha perdido por aquí se habrá ganado en importaciones por el puerto de Beni Enzar o por el de Tánger o por el de Casablanca porque el comercio con Marruecos no se para.
Y ahí está el problema. ¿Por qué Marruecos quiere crecer a costa de Melilla? ¿Cabe este tipo de quítate tú para ponerme yo entre dos países “vecinos y amigos”?
Mucho me temo que la reunión del 15 de diciembre sólo servirá para que el Gobierno central diga que se está batiendo el cobre por Melilla. Sin embargo, todos sabemos que al final nos venderán la moto de que quienes más pierden son los empresarios marroquíes; que esa Aduana no tenía sentido.
Y por ahí no podemos tragar. En la Aduana cerrada en agosto había dos actividades: las exportaciones documentadas de Melilla a Marruecos y los tránsitos de contenedores interoceánicos y las plataformas que venían de la península. Tras el cierre, los remolques están embarcando directo de Almería a Nador y puentean a Melilla.
Por su parte, los contenedores chinos van directo a Nador o los desvían a Tánger o Casablanca. Como resultado, este año ha bajado el tráfico de mercancías de importación en el puerto de Melilla.
Desde que se jodió la frontera en junio pasado, el tráfico de contenedores interoceánicos (representa un tercio de lo que entra a la ciudad), ha descendido más de un 50% (hasta septiembre). El tráfico de península (cabotaje) ha caído un 20%. Según los datos de Puertos del Estado, hasta el 30 de septiembre se habían descargado en el puerto de Melilla 665.985 toneladas. Vamos camino de cerrar el año con unas 900.000 y eso significa que nos retrotraemos a datos del año 2011. O sea, vamos para atrás y sin frenos.
Si comparamos el tráfico portuario respecto al mismo periodo del año pasado comprobamos que hemos registrado un decrecimiento interanual del 25,68% (30 septiembre). Los afectados achacan un 10-15% de esas pérdidas a la obra maestra del Gobierno del PP local, cuando se empeñó a fondo en reorganizar el comercio fronterizo. Pero no es culpa sólo del PP. A Melilla llegó gente de Casablanca que empachó la frontera, ya de por sí empachada. Para evitar que siguieran descargando en almacenes ilegales, se pegó el machetazo. En vez de decirle a Hacienda que investigara a esas empresas de reciente creación con cero empleados, se optó por estrangular la frontera. Ahora estamos pagando justos por pecadores. Los empresarios de Casablanca se han ido de Melilla poco a poco y sin ser sancionados, pese al rumor escandaloso de que se mantenían en la ciudad a base de testaferros.
Las empresas locales se encuentran con que no pueden sacar mercancía documentanda por la Aduana de Beni Enzar, lo que se notaría en un decrecimiento extra del 10% en los resultados del puerto. Sólo nos queda el comercio atípico y lo que dure.
Si no hay pesca, no hay agricultura, no hay industria, no hay fábricas, ni turismo ni servicios, de qué piensan nuestros políticos que vamos a vivir. ¿Del Estado? ¿De los cruceros? ¿Retomamos la mili en Melilla?
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