Opinión

De qué hablamos cuando hablamos de la Constitución española

Imagine una España con un solo partido: el que usted quiera, que se erija en el único capaz y capacitado para canalizar las sensibilidades diversas de nuestra sociedad.

Imagine una España en la que todos los medios de comunicación son públicos y está prohibido criticar al partido único porque hacerlo es sinónimo de traición o colaboración con un tercer país.

Imagine una España en la que está penalizado con cárcel criticar al Gobierno en las redes sociales porque si usted lo hace le llamarán a declarar ante la Policía.

Imagine una España sin propiedad privada; en la que el Estado decide qué comemos, cuándo lo comemos y cómo lo comemos.

Imagine un país en el que se persigue a los periodistas y se les acusa de delitos comunes: prostitución, robo, receptación de objetos robados; espionaje; desorden público, incluso terrorismo o agresión sexual.

Esa España no existe sencillamente porque en este país tenemos una Constitución que garantiza desde hace 44 años todos el derecho a una vida digna. Esa España es impensable porque vivimos en democracia; porque aquí se firmó y ratificó en 1977 el Pacto Internacional de Derechos Civiles y Políticos, entre otros tratados internacionales.

Ese país de partido único, que boicotea la propiedad privada y criminaliza a la prensa sí existe. Es Cuba y los cubanos daríamos lo que fuera por tener una Constitución como la española. Pero no la tenemos. Tenemos una en la que el Estado se erige en tutor de todos pero lejos de proteger, reprende; lejos de crear riqueza, expande la pobreza.

Cuba es un país hundido en la miseria. Nos come la mierda porque el Estado es incapaz de que funcione como es debido el servicio de recogida de basuras o de autobuses o una cafetería. Imagínense un bar propiedad del Estado. Hasta eso han inventado los comunistas y no han conseguido que funcione en 60 años. Pero no se rinden. Lo siguen intentando. Son una plaga inmutable que crece donde se destroza la familia. Por eso insisten, allá donde gobiernan, en romper los vínculos familiares; por eso pelean por dar potestad a los hijos para que tomen decisiones importantes sin permiso de padres y madres. Necesitan reventar el vínculo filial porque una vez roto, la emigración de los inconformes se interpreta como un desafío más: el enésimo. La familia es la principal víctima del comunismo.

La gente en Cuba está harta de trabajar solo para comer. Harta de mendigar un trabajo solo para comer. Harta de que le prometan que las cosas van a cambiar mañana. Harta de que los jóvenes emigren. Harta de que la vida solo mejore para los que mandan y los que los aplauden. Harta de que los viejos trabajen hasta que se mueren porque la pensión no les alcanza para vivir.

En España, cada año, por esta fecha, celebramos el Día de la Constitución no solo con un festivo que casi siempre es puente sino con actos políticos, en los que se reivindica la importancia de la Carta Magna.

Pero lamentablemente esos actos no interesan a los jóvenes y hay que buscar la manera de que interesen porque ellos no han tenido que pelear los derechos de los que hoy disfrutan y que por desgracia son derechos universales que no disfrutamos todos.

Lo hemos dicho otras veces, pero es bueno repetirlo en momentos como éste. Del otro lado de la frontera no hay ni la mitad de derechos que tenemos en Melilla. Cuando hablamos de la españolidad de esta tierra, hablamos de proteger el Estado de Bienestar y la democracia en Melilla.

Hablamos de la libertad de expresión, de sanidad y educación gratuitas; de elecciones libres y democráticas. Hablamos de la posibilidad de entrar y salir de tu país que es lo mismo que el derecho a enterrar a tus muertos algo que a día de hoy no tenemos muchos cubanos. Pero esos derechos no caen del cielo. Están en la Constitución.

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