De lo sublime a lo ridículo

En enero del año pasado el presidente de la Ciudad, Juan José Imbroda, comentó a la prensa su intención de transmitir al exministro del Interior, Juan Ignacio Zoido, la necesidad de abrir una quinta frontera entre Melilla y Marruecos, de manera que alguno de los pasos de la ciudad quedara exclusivamente dedicado al turismo.

Tres meses después (abril de 2017) se dejó de hablar de la quinta frontera y la Ciudad anunció la ampliación de Barrio Chino con una inversión de 400.000 euros. Según se dijo, la partida estaba incluida en los presupuestos del año 2016 de la Consejería de Medio Ambiente.

Para presuntamente meter presión a España, desde el país vecino filtraron a El Faro ese mismo mes que había máquinas despejando el terreno donde se pretendía abrir la quinta frontera, en un punto intermedio entre Barrio Chino y Beni Enzar. El proyecto se lo habrían encargado, siempre según fuentes marroquíes, al arquitecto Karim El Hamouti y los trabajos se adjudicarían a la Agencia Mar Chica.

¿Qué pasó entre medias? Según ha podido saber El Faro, hubo una reunión en Madrid al más alto nivel para hablar del quinto paso fronterizo. Marruecos quería hacerlo en territorio neutral y eligió la capital de España. Allí se plantaron las autoridades marroquíes con sus planos, pero la negociación encalló cuando Rabat pidió dinero.

Otras fuentes, de esas que todo lo saben, han asegurado a El Faro que nada más alejado de la verdad. Marruecos habría sido quien, a nivel de Estado habría pedido al Gobierno de Rajoy el fin del comercio atípico, a lo que el ejecutivo del Partido Popular en Madrid habría dicho que sí, que adelante, sin entrar a valorar el agujero que eso dejaría en las cuentas de Melilla por ingreso de IPSI.

Fue supuestamente entonces, (junio de 2017) siempre según esas mismas fuentes, que empezó a hablarse en Melilla de “redimensionar” el comercio atípico.

O sea, ese muerto es o pretenden que sea de Abdelmalik El Barkani, un hombre que al parecer, tuvo una suerte monumental para que le llovieran marrones, incluso cuando no estaba para llover.

¿Por qué querría Marruecos acabar con el comercio atípico si con ello desaparecen puestos de trabajo principalmente de marroquíes? Primero porque a Rabat su gente se la suda y en segundo lugar porque a diferencia de Canadá y México, que han tenido que pelear hasta el último momento un tratado de libre comercio con Estados Unidos, Marruecos tiene el suyo firmado y en vigor desde el 1 de enero de 2016. Dicen los entendidos que lo logró vendiéndole a la Casa Blanca la idea de que su territorio es ‘the last line’ para frenar el terrorismo yihadista del Sahel.

De momento Rabat no le ha sacado mucho partido al tratado con Estados Unidos, pero la idea es hacerlo. Tanto es así que se baraja que Boeing se ubique en Tánger y el inglés está desplazando al francés en el país vecino.

El caso es que en un año hemos pasado de hablar de una quinta frontera en Melilla a ver cómo Marruecos cierra la Aduana de Beni Enzar y además desafía a España diciendo que el paso documentado de mercancías nunca existió oficialmente.

Toda esta historia rocambolesca nos deja una conclusión evidente: somos moneda de cambio; la última cagarrutia en el culo de España, gobierne quien gobierne, y además le salimos carísimos al Estado español. En apenas un año, en sólo 12 meses, hemos pasado de lo sublime a lo ridículo.

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