l Pepe Guerrero es el cofrade más antiguo y Alejandro Villegas es componente de la Junta Joven. Los dos se emocionan al hablar de sus titulares y viven la Semana Santa con pasión.
A Pepe Guerrero y a Alejandro Villegas les separan muchos años. El primero es el cofrade más antiguo de La Soledad y del Cristo de la Paz y el segundo es componente de la Junta Joven de esta entidad. Son de dos generaciones distintas, mientras que uno paseaba por la avenida de joven para conocer a nuevos amigos, el otro habla con sus compañeros de cofradía por WhatsApp. Pero son muchas más las cosas que unen a estos dos cofrades que las que les separan. El amor por La Soledad y el Cristo de la Paz, los años de trabajo y colaboración en la cofradía y la tradición familiar son historias que comparten estos dos melillenses.
Pepe Guerrero fue capataz del Cristo de la Paz y unos de los promotores de esta entidad. Un profesor que tuvo de joven fue el que empezó a ‘envenenarle’, según asegura, con el tema de las cofradías. Cuando se formó la de La Soledad, sus padres se apuntaron y también le inscribieron a él como cofrade. Desde entonces ha estado vinculado a esta hermandad y no puede evitar emocionarse cuando narra las emociones que le embargan cada vez que ve a los titulares en la calle. Incluso asegura que recibió una vez una regañina del hermano mayor porque estaba chispeando y él se empeñó en que el Cristo salía por muchas gotas de agua que estuvieran cayendo.
Guerrero afirma que en La Soledad siempre hubo gente para sacar a los tronos en procesión y que les dolió mucho cuando el Obispado de Málaga suspendió las procesiones en Melilla. Pero no cesaron en su empeño y él y otros cofrades continuaron trabajando en la parroquia para devolver a Melilla una de las tradiciones cristianas más importantes de la ciudad, la Semana Santa y sus procesiones.
Cuando convencieron al Obispado de que tenían el apoyo de los melillenses para celebrar esta manifestación de la fe en las calles, ya estaba buscando tronos para sacar al Cristo. De unas angarillas pequeñas pasaron a uno que compraron a la Agrupación de Cofradías de Málaga que pertenecía a El Resucitado. Hablando con unos y otros, trabajando mucho y echando muchas horas, los hombres de aquella época, como Pepe Guerrero, consiguieron consolidar la cofradía y sentar las bases a las generaciones futuras.
Alejandro Villegas es de los jóvenes de la cofradía, aunque no el más pequeño, pues ese título siempre lo tiene algún bebé que es apuntado a esta entidad con a penas meses de vida.
Sus abuelos y sus padres pertenecen a La Soledad y él lleva desde niño colaborando en ella. Ha sido portador de los estatutos de esta hermandad y ahora es componente de la Junta Joven y dedica parte de su tiempo a enseñar a chicos más pequeños que él su trabajo porque en septiembre se irá fuera a estudiar y alguien se tiene que hacer cargo de esta entidad.
La Junta Joven surgió hace dos años, no sólo por inculcar a los cofrades del futuro el amor por esta entidad, sino porque tienen mucho que aportar, según apuntó el hermano mayor de La Soledad, Manuel Jesús Jiménez.
Esta nueva generación se ocupa de acciones muy importantes para el buen desarrollo de las procesiones, por ejemplo, son los encargados de repartir las velas por la avenida Juan Carlos I una vez que La Soledad está en la calle y también realizan la alfombra de serrín del callejón donde se desarrolla todos los años un acto de desagravio a la Virgen, en el que suelen participar muchas personas.
Villegas afirma que no hay nada más emotivo que poder estar bajo el manto de La Soledad en el callejón y ayudar con las horquillas, es decir, los varales que ayudan a sujetar el trono cuando se hace un descanso. Este joven asegura que hay muchos como él que se implican con la Semana Santa de Melilla, en su cofradía y en otras, y que nunca se ha sentido como un bicho raro entre sus amigos. Incluso se reúnen de vez en cuando para aportar ideas y charlar sobre estas entidades.
Para Guerrero y Villegas la recompensa a sus esfuerzos, trabajo y dedicación a la cofradía es salir en procesión, es decir, que el Cristo de la Paz y La Soledad puedan pasear por las calles de Melilla trasmitiendo la penitencia y el dolor, pero también la esperanza de la resurrección. Estos dos cofrades no podrán nunca desvincularse de estos titulares ni de las vivencias que con túnica de nazareno o traje de chaqueta han vivido en esta entidad junto a sus compañeros.
Una solución a un problema que se traduce en tradición
Pepe Guerrero decidió hace ya unos años medir a los portadores de los tronos de La Soledad. Con esta solución atajó un problema, que los hombres tuvieran que ponerse una aplicación en el hombro para llevar todos a la misma altura los pasos. Esta medida no le gustó mucho a algunos portadores, que incluso decidieron no salir ese año en procesión, pero ya se ha convertido en una tradición para los de La Soledad. Cuando finaliza el triduo en honor a sus titulares, se coge un metro y se mide a los portadores colocándolos por altura para evitar que se hagan daño y para lucir mejor en procesión.
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