La reunión ayer de Eduardo de Castro con el aún presidente de la Ciudad, Juan José Imbroda, ha suscitado todo tipo de conjeturas e interpretaciones diversas. Para unos, el líder local de Ciudadanos sencilla y vulgarmente se ha bajado los pantalones. Para otros, está jugando al despiste y sigue siendo igual de difícil prever el final de este folletín en el que se ha convertido la política de pactos de Ciudadanos, no ya sólo en Melilla sino en muchos otros municipios y alguna que otra comunidad autónoma de nuestro país como la de Madrid.
Aparentemente, lo único claro es que De Castro fue ayer a presentarle un órdago como contrapartida al apoyo de Ciudadanos: Unas exigencias con forma de banco de dos patas que pasan por la renuncia de Imbroda como cabeza de lista de la candidatura más votada y por la exclusión de Vox de cualquier tipo de acuerdo cara a la formación de un futuro Gobierno. De no atenderse dichas exigencias, De Castro dice que se abstendría pero, a la vez, añade que “todas las posibilidades siguen abiertas” y que prácticamente “estamos como al principio”.
En claro, que resulta difícil interpretarlo, porque lógicamente la solución a todo este folletín no puede quedar finalmente en una abstención sin relevancia alguna para hacer valer el órdago planteado. Recuérdese que la única opción para impedir que Imbroda siga como Presidente es que un candidato alternativo logre mayoría absoluta. Y que, en caso contrario, automáticamente se proclama como Presidente de la Ciudad al cabeza de lista más votado, es decir, al aludido líder del PP.
Luego o De Castro juega al lío y el despiste, o bien está preparando el terreno para justificar que desde Ciudadanos Madrid le exigen que se abstenga, o sencillamente está fabricando una coartada para propiciar un Gobierno alternativo al margen del PP.
Personalmente no sé con qué opción quedarme ni tampoco qué pensar exactamente.
Por un lado, no descarto que Ciudadanos Madrid le haya instado simplemente a abstenerse y que, en un intento de salvar su imagen pública, haya admitido respaldarle con este órdago final. Sin embargo, el PP local niega que la dirección nacional de su partido lo haya negociado y reitera que el pacto con Ciudadanos en Melilla no es otro que dejar gobernar a la lista más votada.
Como ven, continuamos con el enredo y creo que así vamos a seguir hasta mañana sábado, en que tras la constitución de la nueva Asamblea, a partir de las 12.00 horas, sí o sí y sin más dilación tendrá que procederse a la votación del Presidente de Melilla.
Si De Castro, como sostienen algunos, se está viendo entre la espada y la pared por las exigencias de su cúpula nacional, lo que más le conviene es que Aberchán también presente su candidatura en la votación del Presidente. En tal caso, dado que su veto a una Presidencia de Aberchán ha venido siendo tan firme como su veto a Imbroda, su abstención estaría más que justificada pero, a la vez, también quedaría bien clara la frustración de una operación de Gobierno alternativo que durante todas estas semanas no ha dejado de ser un opción más que previsible. Entre otras cosas porque, en Melilla, Ciudadanos, más que una prolongación del partido de Albert Rivera, es en gran medida una reedición del sector descontento del extinto PPL, que no admitió nunca la coalición sellada con el PP tras las elecciones de 2015.
En todo caso, lo que sí creo que debemos tener claro, todos, con independencia de cuál sea la opción que más nos guste, es que, salga lo que salga el sábado, deberemos admitirlo. Se imponga la lógica política o, por el contrario, lo haga la lógica matemática, lo que resulte será consecuencia del voto democrático de unos representantes electos, y ya sea un bloque u otro el que finalmente acabe haciéndose con el Gobierno de la Ciudad, la respuesta de los melillenses no puede ser otra que la aceptación y la confianza en el juego democrático.
Digo esto porque es tanta la incertidumbre que llevamos acumulada, tanto el odio que ha ido incitándose de unos contra otros, que es preciso entrar en una fase general de madurez general, donde impere la Democracia.
Ayer, la veterana periodista Pilar Cernuda, en su comentario habitual del informativo de mediodía en Onda Cero, censuraba el folletín de pactos que venimos viviendo en todo el territorio nacional y clamaba por un cambio legal que asegure alcaldías y gobiernos en general a las candidaturas más votadas. Una iniciativa, sin éxito, que ya abanderó el PP en la anterior legislatura pero que debería reconsiderarse visto el calibre de los enredos y porque no es admisible que los minoritarios acaben sirviendo a la inestabilidad institucional o, como en el caso de los nacionalistas e independentistas, convirtiendo en rehenes a los Gobiernos.
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