El presidente Eduardo de Castro ha hecho un ejercicio de transparencia y ha puesto los números sobre la mesa para demostrar que durante su mandato se han disparado las multas de tráfico y el volumen recaudación en concepto de infracciones en nuestra ciudad. Pero se le ha olvidado hacer referencia al aumento, en paralelo, del número de heridos graves y muertos en accidentes al volante en Melilla. Esto demuestra que hacer caja no es sinónimo de más seguridad vial.
Desde que De Castro asumió la Presidencia de Melilla y las competencias de Seguridad Ciudadana, hemos pasado de recaudar 350.612 euros en concepto de multas de tráfico en 2019 a más de medio millón en 2022.
A cinco días de que el Boletín Oficial del Estado publique el Real Decreto de convocatoria de las elecciones del 28 de mayo, el presidente saliente ha presentado un contrato hecho a través de la Federación de Municipios con una empresa que irá a comisión y cobrará entre un 10 y un 15% de las multas que consiga recaudar en Melilla.
Esto, lejos de responder a una política europeísta de desincentivar el uso del vehículo, se debe, a lo que el presidente llama "irse dando pellizcos" y así lo reconocen fuentes del Gobierno local.
Ésta ha sido una legislatura difícil para todos, pero especialmente para Eduardo de Castro, que en este mandato ha tenido un papel político entre insignificante y gris plomo. Ha aceptado presidir un Gobierno donde él tiene el bastón de mando, pero no ha mandado porque sus competencias se limitan a protocolo, Policía Local, Bomberos y socorristas.
En temas de protocolo, todos recordamos la que lió en el acto por el Día de Melilla de 2021, cuando so pretexto de las medidas covid vetó "por error" a los diputados de la Asamblea en el acto institucional. Su gestión al frente de Policía Local y Bomberos se resumen en una sola palabra: protestas. Y respecto a los socorristas, los dejó sin cobrar tras vigilar las playas en el verano de 2021.
En la recta final de la legislatura, a menos de un mes de las elecciones, De Castro ha decidido dar un golpe en la mesa y quiere que los melillenses, cabreados por el paro, la inflación galopante en la ciudad y los problemas de frontera y los transportes, vayan a votar multados.
Estamos de acuerdo en que sanciones tienen una función educativa. No son un arma arrojadiza. En algún momento había que poner freno al incivismo de tráfico en Melilla, pero multar a la hora de entrada a los colegios, o de madrugada, a los repartidores de prensa, nos lleva a preguntarnos qué quiere el presidente.
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