Llevamos días de bulo en bulo. Primero el Ministerio del Interior tuvo que desmentir, tres días después de la matanza yihadista en París, la información que se hizo viral a través de WhatsApp y que supuestamente alertaba de que estaba a punto de producirse un atentado terrorista en España.
Luego en Melilla una conocida comerciante de la ciudad tuvo que convocar a los medios para desmentir que su ex marido se había ido a hacer la Yihad en Siria.
El hombre incluso se desplazó a Melilla, desde Fez, para denunciar el bulo que estaba afectando económicamente a la herboristería que regenta su ex mujer en el Paseo Marítimo y que había notado un descenso de las ventas tras difundirse la falsa información de que tenía algún tipo de vinculación con el Estado Islámico.
Ayer el Ministerio del Interior tuvo que volver a desmentir, a través de un comunicado, que Estados Unidos haya alertado a España de la entrada en territorio nacional de cuatro yihadistas portando pasaportes falsos.
Todo esto sólo quiere decir una cosa: hay quienes se están aprovechando del miedo colectivo y es, francamente, lamentable. Pero también podemos hacer una lectura evidente: hay un rechazo generalizado a todo lo que esté relacionado con el Estado Islámico.
Y eso, en una ciudad pequeña como la nuestra, nos lleva a todos a estar con los ojos muy abiertos.
Pero no sólo estamos en alerta los ciudadanos. Ayer la Policía del país vecino extremó los controles del acceso a Melilla en la frontera. Ya lleva dos días cumpliendo a rajatabla el acuerdo de buena vecindad que permite sólo a los residentes de Nador entrar en la ciudad con un documento que lo acredite.
A esto hay que sumar que desde el pasado día 24 carece de validez el pasaporte marroquí escrito a mano y los policías del país vecino están siendo exigentes con ello en la frontera.
Como exigente ha sido el Juzgado Central de Menores de la Audiencia Nacional que ha condenado a dos años de libertad vigilada a la menor melillense detenida en diciembre de 2014 tras haber sido captada por el Estado Islámico.
La chica, que responde al nombre de Dunia, ha admitido los cargos que se le imputaban y el día del juicio en Madrid guardó, junto a magistrados y abogados, un minuto de silencio por las víctimas de los atentados terroristas de París.
Porque de eso se trata, de que los ingenuos entiendan a estas alturas que el mal llamado Estado Islámico representa la muerte. Y tanto es así que los yihadistas ni siquiera se han molestado en ocultarlo. Su bandera es negra y siembra el luto y la oscuridad allá por donde pasa.
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