Editorial

De amenaza a oportunidad

  • No es una quimera creer que en un futuro tendremos la universidad preferida en Marruecos

La presión fronteriza, más que una amenaza, puede convertirse en una oportunidad de crecimiento económico para Melilla. Ésta es la tesis que defiende el decano de la Facultad de Ciencias Sociales del campus de la Universidad de Granada en Melilla, Juan Antonio Marmolejo.

Y sabe de lo que habla porque del centro de enseñanza que dirige saldrán los futuros emprendedores de esta ciudad y quién sabe si de este país.

Marmolejo explica que Melilla se está especializando en la prestación de servicios públicos de atención sanitaria y educativa a una población que va más allá de la censada en la ciudad.

Es cierto que esa especialización es forzosa y que, por ejemplo, la Dirección Territorial del Instituto de Gestión Sanitaria está colaborando con la Ciudad Autónoma y la Delegación del Gobierno para detectar el fraude con los pisos pateras de parturientas marroquíes.

Pues justo ahí es donde ve Marmolejo una oportunidad, siempre que prestemos esos servicios cobrando, claro está.

Ya lo ha advertido también el Servicio de Empleo Público en su último informe, en el que sigue mirando con buenos ojos la ampliación del puerto, porque considera que creará puestos de trabajo en la ciudad. También habla de la importancia de la buena relación con Marruecos y de aprender francés en Melilla para poder prestar servicio a la potente clase media marroquí que viene en camino.

No puede ser una quimera creer que en un futuro seremos el sitio preferido por los estudiantes marroquíes para cursar carreras como el doble grado de Administración y Dirección de Empresas y Derecho, que actualmente oferta la Facultad de Ciencias y Sociales y que pasa por ser el más valorado.

Ésa sería una buena manera de cambiar el modelo productivo de Melilla. No tenemos industrias y eso es una realidad y no podemos seguir con la mano tendida esperando que lleguen las inversiones y los puestos de trabajo del Estado.

Para afrontar ese nuevo cambio que se nos viene encima es imprescindible mejorar la calidad de la enseñanza, aprender francés y, sobre todo, dejar de ver la frontera como el principal mal que nos aqueja, y empezarla a mirar como la puerta de entrada de visitantes y consumidores dispuestos a sacarnos de la crisis.

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