Opinión

Culto a las tradiciones

Nos adentramos este fin de semana en la celebración de las fiestas patronales de nuestra ciudad. Fiestas Patronales dedicadas a la Virgen de la Victoria, Patrona de la ciudad de Melilla, oficiosamente desde 1631 y oficialmente desde 1756, cuando el rey Fernando VI ratificó dicho Patronazgo.

Esta festividad del 8 de septiembre coincide en el calendario nacional con la celebración de otras muchas festividades que tienen por protagonista a la Virgen María en múltiples localidades de España, que, en esta misma fecha, conmemoran, bajo otras advocaciones, su natividad. Se encuentra esta fecha vinculada a la de la celebración de su Inmaculada Concepción, el 8 de diciembre, nueve meses antes de su nacimiento.

La Inmaculada Concepción de María es considerada materia de fe profunda en España desde tiempos inmemoriales, siendo el rey Carlos III el que solicitara y obtuviera del Papa Clemente XIII la proclamación de la Inmaculada Concepción como patrona principal de España en 1760, noventa y cuatro años antes de que el Papa Pío IX promulgara el dogma de la Inmaculada Concepción para toda la Iglesia Católica en 1854.

Pero no es ésta la única celebración religiosa que forma parte del bagaje religioso y cultural de la ciudad de Melilla. Tal como acertadamente describe una estrofa del himno de nuestra ciudad,

Un pedazo de España, Melilla,

que de tres religiones surgió,

musulmana, cristiana y judía,

y al calor de sus rezos creció.

Como en pocas localidades del territorio nacional se da en Melilla la convivencia natural y armónica de las llamadas tres grandes religiones monoteístas. Es familiar para todos los melillenses la celebración anual del Ramadán, del Aid el Fitr, o ruptura del ayuno o del Aid el Kebir, o fiesta del cordero, de nuestros conciudadanos de confesión musulmana, así como de las celebraciones de Rosh Hashaná, Sucot, Pesaj, Janucá y otras de la comunidad judía de nuestra ciudad y de la Navidad, la Semana Santa o los diversos patronazgos de la comunidad cristiana.

Melilla guarda como un tesoro de su realidad cotidiana el fenómeno que se ha venido en llamar de interculturalidad, a través del cual, todas las percepciones de la realidad, desde diferentes perspectivas culturales o religiosas tienen su espacio de culto y de integración en la vida cotidiana. Nadie desconoce el viernes como día de rezo para los musulmanes, el Shabat, como día sagrado para los judíos o el domingo como día de culto semanal para los cristianos.

En estas fechas en las que nos encontramos, la primera semana de septiembre, practicamos también un encuentro de carácter transversal y lúdico, constituido por nuestra feria anual, en la que nos encontramos en un espacio de diversión no vinculado a ninguna creencia religiosa, pero en el que, también de acuerdo con la tradición, compartimos alimentos, bebida, música y diversión en general. Múltiples maneras de dedicar una semana al esparcimiento y a la convivencia, lejos de las ataduras ordinarias del trabajo, el estudio o las obligaciones de cada uno. Aprovecho para desear, desde este espacio, una muy feliz semana de feria a todos los melillenses.

En este año, también, tras dos años de interrupción motivada por la pandemia, los aficionados a la tauromaquia tendrán la oportunidad de disfrutar de un festejo taurino de especiales características, ya que, en esta ocasión, se ha promovido de manera privada, contando con la colaboración de la Administración, que ha puesto a disposición de esa iniciativa privada el incomparable marco de nuestra emblemática y monumental Plaza de Toros, pero sin disponer del apoyo económico, vía subvención, que en otros años se incluía en la financiación pública de las fiestas.

Al mismo tiempo que todas estas festividades de carácter cultural tienen lugar, los devotos cristianos de la Virgen de la Victoria, vinculada a Melilla desde mediados del siglo XVI, realizarán su anual novena en honor de ésta, que verá su culminación en la solemne celebración eucarística que tendrá lugar en la mañana del próximo jueves, día 8 y la posterior procesión de ese mismo día por la tarde. Me adelanto a desear, también desde estas líneas, una feliz celebración a todos los fieles en general y a los miembros de la Real y Franciscana Congregación de Nuestra Señora de la Victoria en particular.

Pocas fechas después de esta celebración, el próximo 17 de septiembre, celebraremos un año más, en esta ocasión el 525, la incorporación de Melilla a la nación española en 1497, una celebración cívico-militar en la que conmemoramos la llegada de los primeros españoles a nuestra ciudad, que, desde aquel momento, configuró una realidad extra peninsular de nuestra nación. Tras más de cinco siglos y de los innumerables sacrificios que durante los mismos nuestros antepasados han experimentado y superado, hemos llegado a configurar la magnífica realidad de convivencia e interculturalidad de la que hoy disfrutamos y en la que tenemos que seguir aportando lo mejor de cada uno de nosotros mismos para seguir haciéndola próspera y atractiva para el bienestar de las generaciones de hoy y de las venideras.

Uno de los estamentos más fidedignamente conservador de las tradiciones históricas de nuestra ciudad es, sin lugar a dudas, el estamento militar, intrínsecamente unido a la ciudad de Melilla y a su historia como consecuencia de los riesgos para su seguridad que históricamente ha experimentado, primero la Melilla original, circunscrita a lo que conocemos como Melilla la Vieja y posteriormente, desde 1860 hasta comienzos del siglo XX, el conjunto de Melilla, tal y como lo conocemos en la actualidad.

Somos herederos de un legado histórico y cultural, configurado a lo largo de los siglos, que conforma la realidad actual de Melilla y que se pone de manifiesto en la expresión de todas estas tradiciones. Tenemos el deber de sostener dicho legado para las generaciones futuras, así como de divulgar la existencia de los múltiples elementos culturales e históricos que configuran la realidad multicultural de nuestra ciudad.

Para ello, nada mejor que saborear, indagar y adentrarnos, con los múltiples medios puestos a nuestra disposición, en un enriquecedor culto a las tradiciones.

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