En apenas mes y medio se cumplirá un año desde que se decretó el estado de alarma para bajar la presión hospitalaria derivada de los contagios por coronavirus. Son numerosas las medidas que se han decretado y que más tarde fueron variando según la región del país. Además, la tercera ola está golpeando con fuerza y en Melilla ya han fallecido ocho personas este mes ¿Y cómo está afectando esta situación al estado de ánimo de los melillenses? Paola Arrufat, psicóloga sanitaria en la clínica Verys explica que en consulta están encontrándose dos cuadros principales, por un lado un cuadro de ansiedad “más intenso que antes y también de depresión” y por otro lado están aquellas personas que están dejando de seguir o de cumplir las recomendaciones de protección y prevención ante la covid que recomienda la Organización Mundial de la Salud, explicó a El Faro.
“Ambos cuadros, aunque sean similares entre sí, tienen un mismo detonante que los psicólogos llamamos ‘fatiga pandémica’ y para entenderla tenemos que tener en cuanta que quedan unos escasos 40 días para cumplir un año desde que la OMS declaró la pandemia mundial del coronavirus”, dijo. “Llevamos un año de incertidumbre, de tener que modificar nuestros hábitos de la vida diaria como por ejemplo llevar la mascarilla, tensión constante y de miedo por saber si hemos contraído o no la enfermedad y también, sobre todo, de tener que haber reducido en la totalidad todos nuestros reforzadores sociales”, recalcó.
Así pues, apuntó a que todos estos sentimientos conllevan a la desesperanza que explicaría la fatiga pandemia.
Para entenderlo, Arrufat explica que el ser humano tienen unos mecanismo de defensa ante hechos traumáticos o difíciles, pero que cuando estos se alargan en el tiempo, lo que ocurre es que estos mecanismos flaqueen. Esta situación derivaría en la depresión o la ansiedad y que por otro lado algunas personas ignoren esas medidas de protección como mecanismo de negación y defensa. “Empiezan a pensar que contraer o no el coronavirus no es cuestión de cumplir las normas que determina la OMS o los expertos en salud, sino que es cuestión de suerte o de azar y eso es un error, es una distorsión cognitiva que ellos tienen y que obviamente les va a llevar a ser contagiados potencialmente”, subrayó.
Destacó que este fenómeno se está dando en todo el mundo y que en Europa afecta al 60% de la población. En España apunta a que dicha fatiga está envuelta además con la crisis económica y en Melilla, el Colegio de Psicólogos hizo un estudio en el que se pudo comprobar “perfectamente la fatiga pandémica”, ya que observaron que los síntomas que presentaban los melillenses estaba relacionado por un lado por el miedo y por otro por la desesperanza. Así pues, en un estudio que realizaron tras la primera ola comprobaron que un 37% de los casos atendidos presentaba ansiedad, un 22% depresión, un 18% estrés y un 14% problemas de sueño. Además, hay personas que presentan un sentimiento de culpabilidad por la posibilidad de ser asintomático y contagiar a los demás.
Para evitar la fatiga pandémica y con ello la sensación de desesperanza y de que indefensión en el sentido de que haya personas que piensen que hagan lo que hagan va a haber igualmente pandemia, “lo que tenemos que hacer primero es cuidad nuestras emociones”, subrayó Arrufat.
En este sentido, expuso que lo que les están trasladando los pacientes es que estos se sienten en un vaivén de emociones de sentimientos, por ejemplo, cuando una persona mira las noticias y se pone triste, que luego llame a una miga y se le suba el ánimo y que al rato se vuelva a poner triste porque echa de menos a su familia.
“Lo que hay que hacer es atender a ese vaivén, a esa montaña rusa”, apuntó. Si las emociones negativas fueran más fuertes que las positivas, en ese caso habría que cambiar los hábitos de la vida diaria para potenciar las positivas y evitar las negativas. Arrufat añadió que si este método no funcionase, habría que acudir a un psicólogo sanitario “para ayudarnos a regularnos”.
Un punto que enfatizó también es “no caer en la apatía” y evitar quedarse en casa sin hacer nada. “Tenemos que buscarnos alternativas que realmente nos gusten y que vayan de la mano en el contexto que estén de la del contexto en el que vivimos”, dijo. Esto se traduce en “mantenernos activos a nivel conductual” porque todo ello repercutirá en nuestras emociones.
Además del trabajo en el plano anímico, Arrufat recalcó la importancia de seleccionar la información que recibimos ante el bombardeo que hay de esta, ya sea a través de los medios, las redes sociales o c cuando se habla con amigos o familiares. “Esto merma las sensaciones positivas”, apuntó.
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