¡Que tenga usted cuidado, leche!. Que le pueden vender una absoluta porquería y, además, peligrosa para los suyos a bajo precio (por eso es una porquería). Llega uno a cualquier establecimiento -de poca monta, claro- y ahí está el chollo del mes: Un juguete baratísimo que tiene música y todo y que ha deslumbrado al niño. Pues no, no lo compre porque le puede usted estar regalando al niño una auténtica bomba de relojería.
Es necesario seguir consejos. En Melilla hay grandes y garantes comercios; pero para estar seguro de su compra conviene repasar las recomendaciones que ofrece la Consejería de Bienestar Social y Sanidad. Hay una filosofía básica que no está escrita: Ni en alimentos ni en juguetes hay que encontrar 'jaujas', mejor no ahorrar. Más vale gastar lo que vale el jamón o el pianillo de cola que meterse tres euros en el bolsillo por la cara.
Hay que conocer el etiquetado y la información del juguete y hay que conocerla en español y, siempre, el cacharro ha de contar con el marcado de 'CE'. Cuidado con el peso del engendro y de sus aristas porque si el chaval o chavala tiene menos de 36 meses, el dichoso juguetito se puede convertir en una auténtica tortura y no es cuestión ¿no?. Pero, a lo mejor el juguete para el niño mayorcito puede ser peligroso para el menorcito, que vive en la misma casa. Atención. Las etiquetas siempre, pero siempre, tienen que hablar el idioma de Cervantes, lo demás no sirve. Ahí sí que nos enfadamos con Shakespeare.
El juguete tiene ser claro como el agua cristalina; es decir, marcar la franja de edad del usuario y aclarar sus componentes metálicos. Y luego está el engaño óptico. Hay juguetes cuyos envases muestran una realidad imaginaria que, luego, no se corresponde con el contenido. Dice el departamento que dirige María Antonia Garbín que "algunos fabricantes presentan unas cajas muy grandes para un juguete pequeño", o sea "publicidad engañosa", porque no siempre las marcas famosas son sinónimo de calidad. Echemos mano del famoso reclamo publicitario "busque, compare y compre".
Hombre, ¿a qué niño no le gusta una escopeta?. Bueno, hay que ser ético y enseñar a ser ético al pequeño, hay que evitar los juguetes que marquen juegos violentos. No es fácil pero se puede conseguir, como, además, es conveniente optar por consumos solidarios fabricados de forma justa y con los debidos materiales. Sin son materias garantizadas por la UE y fruto de un proceso de reciclaje, mucho mejor. Las pilas recargables en el famoso enchufe benefician al madio ambiente y, teniendo en cuenta que un juguete es un gesto de amor, no hace falta explotar la habitación del niño con juguetes. Con comprar lo necesario se queda igual de bien que atiborrando una estancia de pocos metros cuadrados con cartonaje a espuertas. No hay que caer en el consumismo y menos con el chaparrón que nos hace llegar un tal Zapatero.
Y, fundamental, puede que el producto no le guste al final del proceso, o sea irregular: No hay que hacer otra cosa que conservar el boleto de compra -ticket dicen los postmodernistas- y la etiqueta del engendro para hacer posible la oportuna y necesaria relamación en las oficinas de Consumo porque, de lo contrario, está usted perdido. Ea, regale, demuestre cariño pero con cabeza que para eso la tenemos encima de los hombros.
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