Categorías: Editorial

Cuchillas en alto

EL delegado del Gobierno, Abdelmalik El Barkani, anunció hace unos días que se ha vuelto a colocar una concertina (alambre con cuchillas) en determinados puntos... ...a lo largo de tres de los doce kilómetros de valla que nos separan de Marruecos.
La información ha escandalizado a unos y ha silenciado a otros. La mayoría, incluidos los sindicatos policiales representados en la ciudad (UFP, CEP y SUP) y la Asociación Unificada de Guardias Civiles (AUGC) está en contra de retomar una medida que no funcionó en 2005.
Para las organizaciones defensoras de los derechos humanos, SOS Racismo o Amnistía Internacional, y para los representantes de IU y Equo en la ciudad, la colocación de cuchillas en la valla de Melilla es una “flagrante” violación de los derechos humanos.
En el otro lado de la balanza está el delegado del Gobierno, que defiende la vuelta atrás y la reinstalación de la concertina. Está siendo consecuente con el discurso del director general de la Guardia Civil, Arsenio Fernández de Mesa, cuando dijo que en la valla de Melilla el PSOE puso una sirga trimensional que no sirvió para nada. O sea, si la sirga no sirve, volvamos a como estábamos.
Un médico se equivoca, mutila a un paciente y casi siempre lo paga. Un político mete la pata, se gasta 20 millones de euros en una sirga que la máxima autoridad de la Guardia Civil dice que no funciona como se esperaba y no pasa nada. Pero si es realmente así, debería pasar, porque ese dinero es de todos los españoles y por él deberían responder el técnico que la propuso, la empresa que se embolsó el dinero y el político que la autorizó.
Reconocemos que hemos tirado 20 millones de euros a la basura y volvemos al punto de partida, la concertina.
Diarios nacionales e internacionales se han hecho eco de la colocación de las cuchillas en la valla. El nombre de Melilla circula por Internet ligado a la idea de que ponemos cuchillas en la frontera, no para disuadir a los inmigrantes de que no salten, sino para mutilar a los que lo intentan. Las dos cosas son ciertas. No nos engañemos. Ponemos cuchillas para que no salten, pero si saltan, sabemos que se harán mucho daño y al parecer, no nos importa.
Quizás ésta no haya sido la idea más brillante que se les ha pasado por la cabeza a los técnicos que han aconsejado la vuelta a las cuchillas en la valla. Un propietario pone una concertina en el patio de su casa y nadie lo critica, pero Melilla no es una casa, ni el que ha autorizado la concertina es su dueño. Vamos a ver si pensamos en otra cosa. Tenemos a la opinión pública en contra. Pero si quitamos la concertina, que la pague el que se equivocó.

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