La Fiscalía pide cuatro años de cárcel para el ciudadano marroquí que en octubre del año pasado lanzó un ladrillazo al pecho de un suboficial de la Policía en Beni Enzar.
Si finalmente esta petición se consuma en condena y el agresor no se va de rositas, es de esperar que sirva de escarmiento a todos los alborotadores que, sobre todo, en los últimos dos años han estado acosando a las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad española en los pasos fronterizos de Beni Enzar, Barrio Chino y Farhana.
Quizás así, paren de una vez los apedreamientos a la Policía y a la Guardia Civil en la frontera, aunque en cualquier caso, desde Melilla siempre hemos echado de menos la tan llevada y traída colaboración marroquí en casos de agresiones a agentes de seguridad.
Para los sindicatos policiales de la ciudad está claro que no podremos hablar de una verdadera colaboración entre los dos países, hasta que la ‘tierra de nadie’ no esté despejada de maleantes y mercachifles que no hacen más que vender una imagen lamentable de uno y otro país.
Marruecos colabora con España, sobre todo, en temas migratorios. Ahí está para demostrarlo, el hecho de que el miércoles se hiciera cargo de los siete inmigrantes que llegaron en patera a la Isla del Congreso, en el archipiélago de las Chafarinas.
Pero no hay que olvidar, que esto no lo hace por buena vecindad, sino porque recibe contraprestaciones por ello.
La intención de los responsables de la Policía en Melilla es conseguir llegar a un acuerdo con las autoridades marroquíes de la frontera para despejar la ‘tierra de nadie’. Pero mientras ese acuerdo se cuece, mejor que actúe la justicia y que encierre en prisión a los alborotadores.
En principio este año se dio un gran paso, al menos mediático, con la famosa foto que se hicieron el pasado 6 de marzo el ministro del Interior, Jorge Fernández Díaz, y los jefes de la frontera marroquí en el paso de Beni Enzar.
Ahora hace falta que esa imagen se traduzca en colaboración de verdad para que la ‘tierra de nadie’ sea lo que debe ser: territorio neutral y abandone la imagen de mercadillo de mala muerte que le confieren los chamarileros que ahí se reúnen a diario.
De momento, ha sido un paso de avance que al menos uno de los agresores de los agentes de la Policía Nacional que trabajan en la frontera termine en la cárcel y se enfrente a una condena de cuatro años de prisión. Así, tendrá tiempo suficiente para pensar si le mereció la pena lanzar un ladrillo el pasado 3 de octubre en Beni Enzar. Aquí de lo que se trata es de que los delincuentes paguen por sus delitos.