Es básicamente imposible saber cuántos contagiados de covid tenemos en estos momentos en Melilla. Damos por hecho que estamos infinitamente peor de lo que recogen las estadísticas del Instituto Nacional de Gestión Sanitaria en la ciudad porque si en una familia se confirma un contagio con PCR, no hay posibilidad de hacer la prueba al resto del núcleo familiar, ni siquiera escribiendo al centro de salud y pidiéndolo explícitamente.
Eso significa que por cada contagiado registrado oficialmente en la ciudad puede haber de media en Melilla cuatro convivientes que saben que se pueden contagiar o están pasando la enfermedad con síntomas leves, pero que no cuentan en las estadísticas porque se les niega la confirmación.
En Ceuta, si un conviviente da positivo y contagia a otro miembro de la familia, en el momento en que el contagiado tiene fiebre lo llaman al punto covid a hacerle un test. Allí los levantan malos de la cama para confirmar las sospechas. ¿Por qué si Ceuta y Melilla dependen de Madrid, los procedimientos son distintos?
La falta de credibilidad y transparencia en las estadísticas de covid no es un problema exclusivo de Melilla. Está pasando en media España. El Gobierno social-comunista ha decidido emular a China, que todavía nos vende la historia de que confina ciudades enteras con 16 contagios detectados. Eso no se lo cree ni el que escribe la noticia para la agencia Xinhua.
Creíamos superada la trampa al solitario de contar sólo a los fallecidos con covid y marginar de las estadísticas a quienes mueren por efectos secundarios derivados del coronavirus. No sé si esta barbaridad se sigue haciendo, pero ahí están el INE y las funerarias para dejar al Gobierno con las vergüenzas al aire.
Ahora la política de la gripalización de la epidemia, obstaculiza las confirmaciones de la enfermedad.
Sin embargo, resulta que ni mintiendo vendemos una imagen de normalidad. Es cierto que tenemos oficialmente una incidencia acumulada por debajo de Francia, Portugal o Reino Unido, pero también es verdad que muchos países saben de qué pie cojeamos y no permiten la entrada de españoles sin controles exhaustivos.
Pero esto es algo que un ciudadano no entiende hasta que tiene un positivo en su casa; se pone en contacto con el centro de salud y pese a pedir expresamente que le atiendan, la cita telefónica tarda en llegar hasta seis días. Para cuando se la dan, lo peor ya ha quedado atrás. Ojo, eso no quiere decir que le harán a usted una prueba PCR para detectar que ya está curado.
Y todavía está por ver si los actos multitudinarios de los últimos días repercutirán en las estadísticas de contagios en Melilla. Lo único que sabemos es que los cuidados intensivos del Comarcal están al límite; que no bajamos de 2.500 contagiados pese a que hay descontrol total del número de positivos. La consecuencia directa es que esto no lo para nadie. No me extrañaría que diéramos nombre a una nueva variante.
Si alguien tiene a un familiar enfermo con covid, debería permanecer confinado en su casa, pero ante la imposibilidad de confirmar que es positivo, en caso de estar asintomático, seguirá haciendo vida normal porque no tiene motivos ni pruebas para pensar que está contagiado. Y así es como el virus se expande y se expande, sin que nuestras autoridades sanitarias puedan hacer nada por contenerlo.
Estoy convencida de que una PCR es infinitamente más barata que un día de UCI, ¿por qué ahorramos en prevención? ¿Por qué no se hace un cribado general a la población para atajar el problema cuanto antes?
Se nos olvida que el coronavirus no es sólo una epidemia sanitaria. También es una pandemia económica. Una empresa no puede hacer frente constantemente a las bajas provocadas por el covid. Tampoco habrá recuperación del turismo mientras España no consiga controlar los contagios y recuperar la credibilidad.
Da igual el número de anuncios que usted ponga en París o en Londres: el dinero huye de la enfermedad y de la inestabilidad. El descontrol no es bueno para nadie. Reino Unido ya intentó la inmunidad de rebaño que estamos ensayando en España y no funcionó. ¿Qué nos hace pensar que vamos a conseguirlo?
Los españoles estamos pagando muy cara la inestabilidad política del país que llevó a Moncloa a la coalición de Sánchez con los comunistas. Nos queda año y medio de calvario. Si sobrevivimos habrá que prepararse para las próximas elecciones en las que seguramente habrá un voto radical de castigo.
Vivimos en un país polarizado en el que ser joven se ha convertido en una cuesta estilo Everest, difícil de escalar, incluso cuando se está preparado para hacerlo. Quienes hoy tienen cerca de treinta años ya conocen la crisis del ladrillo y la corrupción y la del covid. De crisis en crisis no se echan raíces.
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