El Cristo del Socorro se encuentra en Melilla La Vieja, su hogar, pero antes de poder regresar a su casa fue necesaria una restauración muy exhaustiva que corrió a cargo de la restauradora Amaya Martínez quien hace quince años ya fue la encargada de rehabilitar esta talla de enorme valor: “En aquel momento, el Cristo del Socorro ya estaba en Melilla La Vieja y, entonces, las laceraciones que tenía eran casi siempre parecidas porque hay un tronco muy grande para una pieza de sus dimensiones y lo que sucede es que la junta de unión, fruto de los movimientos, la dilatación y la contracción de la madera se rompe”.
Éste es uno de los daños propios de una talla de estas características, pero no la única: “Otro problema surge por la oxidación del barniz, ya que la figura se amarillea y oscurece. Ante esta situación, debemos limpiarla para se vea su policromía original. La primera vez fue un trabajo, fundamentalmente, de limpieza y arreglo de todos los movimientos de cada una de las imágenes que salen en procesión”.
En esta ocasión, la imagen del Cristo del Socorro tuvo que ser trasladado a la iglesia del Sagrado Corazón: “Había humedad en la pared donde estaba colgado, tenía una humedad impresionante y la talla estaba muy dañada. No hay que olvidar que es una figura de madera policromada, posteriormente está la capa de imprimación el estuco de tapa pictórica y, por último, la capa de protección del barniz. Debido a la humedad, el estuco de la madera se dañó con lo cual todas las capas de arriba se perdieron”.
Para que el año pasado la talla pudiera salir en procesión se tuvo que llevar a cabo un tratamiento de inyecciones de adhesivo a presión y calor con espátula para volver a pegar la policromía y no se perdiese la policromía original: “Para ello, se aplicaron unas tintas neutras para procesionar en Semana Santa”.
El problema radica en que este año, las laceraciones de la figura han ido a más, así que desde el pasado mes de diciembre la restauradora Amaya Martínez ha estado volcada 24 horas al día en este trabajo: “Me entregaron la pieza en diciembre. Lo primero que decidí, al haber perdido parte de los dedos de las manos y parte de los dedos de los pies, fue reconstruir todo lo que corría más peligro de que se perdiera para posteriormente poder hacer la limpieza y aplicar el tratamiento por la superficie de la pieza con mucho cuidado”.
Tras estos tratamientos previos, llegó el momento del tratamiento exhaustivo de la pieza: “En estos momentos, la talla ya no corría peligro, así que me dediqué a hacer la limpieza con tranquilidad, se trata de una limpieza con disolventes. Tuvimos que eliminar el barniz porque aunque no estaba tan oxidada como la primera vez, los brazos estaban muy deteriorados, ya que al estar clavados a la cruz estaban un poco sueltos. Entonces el movimiento provocaba que se agrietase justo donde estaban las juntas de unión y se rompía. De esta forma, es sujetado por los clavos que permiten que se pierda esa movilidad”.
Desde que en diciembre le entregaron la talla a Amaya Martínez, la restauradora se ha dedicado en cuerpo y alma a reformar esta figura: “Lo cierto es que mi familia me ha apoyando mucho en todo el proceso, pero los procesos de tratamiento siempre van a un ritmo muy lento, se tarda muchísimo. No son trabajos que tú puedas hacer del tirón porque implican procesos que tienen que secar. Ha sido un trabajo de muchísimas horas diarias porque el trabajo tenía que estar listo para una fecha precisa. He realizado esta rehabilitación en siete meses y he estado trabajando desde las ocho de la mañana, hasta las ocho de la tarde, fines de semana, días festivos. Pero, por ejemplo, los últimos procedimientos requerían de luz natural porque sino se falsean los colores y los tonos. La luz natural en invierno a las 18:30 horas ya no la tienes con lo cual tuve que variar las horas para tener ,más horas de luz. Por lo general, las personas desconocen el trabajo que implica la restauración de una talla de esta magnitud”.
Para evitar futuros daños, Amaya Martínez ha propuesto que se coloque una plancha de metacrilato para colocar al Cristo del Socorro y así se dañe lo menos posible. Con el metacrilato se aísla de la humedad y estéticamente no afecta porque al ser transparente no se ve, claro. Esta pieza pertenece a la Iglesia de la Purísima Concepción. Cuando uno finaliza un trabajo de esta envergadura que es súper exhaustivo, complicadísimo, y además tienes a muchísimos fieles detrás es una responsabilidad enorme”.
Suponer estar a solas con el Cristo del Socorro es un privilegio y así lo ratifica Amaya: “Cuando se llevaron de casa al Cristo sentí que faltaba parte de mi familia. Sin embargo, para mí es un orgullo cuando sientes que has estado con él, que haya quedado bien y que las personas estén contentas y miren a la imagen con esa cara de emoción. Esas sensaciones te llenan como profesional y persona. Estoy muy emocionada”.
¡ENHORABUENA1...…."Cuando se llevaron de casa al Cristo sentí que faltaba parte de mi familia".... Estoy totalmente de acuerdo contigo. Yo tuve también una noche en mi casa, al Niño Jesús que custodia la Iglesia del Sagrado Corazón, y que muestra a los fieles, en la misa de Navidad. Y cuando tuve que devolverlo al párroco José Carretero, que fue quien me lo dejo, a petición mía para hacerle una ENTREVISTA EN LA tele, me pareció que algo propio se alejaba de mi .Por eso te comprendo, ya que creo, que no son solo figuras de arcilla o madera,. Algo mas profundo y auténtico Algo mas valioso y humano se cobija tras de esa presencia. Tal vez nosotros, tengamos algún parecido con ellos, Tal vez tras esta esta mascara de carne y de errores, exista un halo de luz y de certezas,. .