CUANDO pase esto “es la frase de ritual que utilizamos si un amigo del que no sabíamos nada hace tiempo nos llama al fijo o nos pone un guasap preguntándonos como estamos y como llevamos el confinamiento.
“Esto”no es otra cosa que la plaga,la pandemia o como ustedes quieran llamarla que nos invade. El que nos invade no es otro el COVID-19.
Cuando acabe “esto”... Yo creo que más que una esperanzado deseo la frase esconde un deje inmenso de melancolía, un inmenso deje de tristeza. No sabemos en el fondo cuando vamos a rescatar nuestras vidas, ni cuánto campos quedarán desolados,ni cuantas esperanzas quedarán truncadas...
La verdad es que no sé cómo acabaremos “cuando acabe esto”, tampoco voy a decirlo por miedo a la censura que nos vigila.
Todo el mundo dice que “cuando acabe esto”seremos mejores.
Con permiso del “Gran Hermano” que cuida por nosotros, tengo que decir que lo dudo. Soy bastante escéptico en lo referente a la condición humana y a sus maneras de ser .
Sinceramente viendo lo que veo, creo que seguiremos siendo cada uno como somos.
Lo estamos viendo en estos días de tribulación que llevamos sufridos. Muchos han confundido una situación de alerta sanitaria o de alarma o como quiera llamársele con una serie de días festivos en los que se celebran saraos en las terrazas de las casas, ora cantando a coro con los vecinos de enfrente entonando “Resistiré” o celebrando partidas de parchis o de bingo o escuchando como un vecino pone “Paquito el chocolatero” o cosas así....
Mientras, oculto tras los rituales aplausos vespertinos, la verdad, el dolor en todas sus variantes, sigue confinado en nuestras casas.
El peor síntoma que avizoro es que el confinamiento se convierta a largo plazo en una verdadera enfermedad social. Quiero decir que quedemos inmunizados para siempre para la generosidad,para la comprensión, para pensar por nuestra cuenta.
Me da miedo pensar que estemos en manos de un “ministerio de la verdad”. Cada vez me asomo menos a la televisión. Cambio con frecuencia el dial de sintonización de las emisoras de radio. Empiezo a pensar que tanto silencio social acabe por llevarnos a insospechadas playas.... Leí el otro día a un amigo del que no se hace tiempo, que “militaba en el desencanto”. Yo también.
Siento tener que decir que me da la impresión de que estamos como en el hundimiento del “Titanic” pero con los pasajeros aplaudiendo...
“Cuando acabe esto”... Ojalá que este latiguillo con el que solemos despedirnos a través del guasap o del teléfono en esas conversaciones apresuradas con el amigo lejano y virtual, no esconda la melancolía con la que yo siento cuando lo hago.
Nunc et hora,aquí y ahora,estamos todos hecho un lío.Lo único que veo es las ganas que tenemos de no pensar en el día después.
Nunca sabemos cuando sera ese día después. Admiro el esfuerzo grandioso que muchos tienen por dejarnos el recuelo de alegría impostada, mientras el dolor se confina en nuestras casas.
Ojalá esté equivocado. Nada me gustaría más que estarlo. Ojalá no estemos como cuando se hundió el “Titanic”con los pasajeros aplaudiendo y “cuando acabe esto” seamos mejores. Por pedir no ha de quedar.
Que no le falte agua al elefante.
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