El flamenco es su pasión y en sus dedos lleva el duende para sacar a la guitarra esos acordes que llegan al corazón. José Heredia Carmona es el director de la Escuela de Flamenco de Melilla que cuenta ya con una década de trayectoria en la enseñanza del flamenco que, como él mismo dice en la entrevista, va más allá de ser un estilo musical para convertirse en un modo de vida. Gitano de raza, es el autor del libro “Con nombre propio. Historia y pautas de la comunidad gitana de Melilla” y actualmente es asesor de juventud en el Consejo Asesor del Instituto de Cultura Gitana a nivel nacional. Además, fue el ideólogo de la exposición permanente sobre el Pueblo Gitano que a día de hoy se puede visitar en el Museo Etnográfico de las Culturas Sefardí, Bereber y Gitana de nuestra ciudad.
-¿Qué es el flamenco para usted?
-El flamenco más que un estilo de música. Para mí y creo que para todos los flamencos, es una forma de vida porque en mi caso, yo he nacido y he crecido en una casa flamenca: mis padres son flamencos, mi familia es flamenca.
Desde muy pequeñito, incluso desde la barriga de mi madre, siempre he estado escuchando flamenco. Mi familia siempre ha cantado flamenco. Entonces, para mí, es una forma de vida, es aquella cultura, aquel estilo de música con el que he crecido y que en todos los momentos de mi vida lo he aplicado de forma práctica. Por ejemplo, yo cuando llego a casa para que me abran la puerta toco haciendo compás por bulería o por tango. Mis hijos lo hacen también. Ahí se sabe que el que está llamando es flamenco. Y lo hacemos de forma natural. Cuando nos vestimos y vamos a una fiesta, a una boda, a una celebración, la que sea, nos ponemos nuestro pañuelo de lunares, nuestra camisa, siempre algo que sea flamenco. Se refleja también en nuestra forma de hablar…, cualquier alegría la interpretamos cantando flamenco. Cuando a lo mejor estamos más tristes o más melancólicos, cantamos flamenco con otro estilo, como una soleá. Todo en mi vida gira en torno al estilo flamenco, a esa cultura flamenca porque he vivido todos los días de mi vida con el flamenco. Todo lo aplico con el flamenco: mis pensamientos, mis reflexiones, ni forma de ver la vida.
-¿Cuándo aprendió a tocar la guitarra?
-Desde muy pequeño. Mi padre es guitarrista flamenco y a mí desde que era muy niño me atraía la guitarra. Me sentaba con él, lo escuchaba… Y ya con cinco años empecé a coger la guitarra a mi padre. Era algo que me despertaba mucha curiosidad. Siempre le he tenido mucho respeto a la guitarra, mi padre me advertía que tuviera cuidado porque era un instrumento muy caro, muy sensible. Entonces yo tenía una gran curiosidad por cogerla y tocarla. Recuerdo que con casi 6 años mi padre me compró una, hecha a medida para mí, aunque de más pequeño mis tíos me regalaban guitarras. Iban a la península, a Granada, y me traían guitarras chiquititas, a mí y a mi hermano. Cuando empecé a poner acordes, a ejercitar los dedos, a hacer compás por rumba, por tangos, ya fue con 6 años. Cada día aprendía algo. Como era un instrumento que me gustaba, que despertaba mi interés, fui aprendiendo y aprendiendo. Con unos 8 años teníamos un grupo en la iglesia evangélica. Con 9 o 10 años tocaba canciones. Hacía melodía y lo que son los palos flamencos más sencillos: la rumba, los tangos. Entré en lo más hondo después, con 12-13 años, que empecé con la soleá, con otros estilos de música más profundas y en las que se necesita tener más afición.
Hay que tener en cuenta que el flamenco si no te aficionas, los palos no despiertan ese interés. Los palos hondos del flamenco tienes que sentarte, escucharlos y buscarles que el duende te atraiga, despierte en ti la magia y el interés. Y eso se consigue escuchando flamenco y sentadito, dejando que el duende te absorba, te envuelva.
Así empecé yo, escuchando a mi padre, tocando con él y otros niños de mi edad. Después fui creciendo, conociendo a muchos músicos y trabajando duro con la guitarra, estudiándola mucho para poder desarrollar todo lo que podemos hacer con ella. Al final se convierte en nuestra compañera de vida. Desde pequeño hasta ahora no ha pasado un día en que yo no coja la guitarra y toque algo. Cuando salgo de viaje y no la tengo, me cuesta porque siempre hay un momento en que me apetece sentarme y abrazarla para ejercitar los dedos.
-¿Qué significa la Escuela de Flamenco para Melilla?
-Yo creo que significa ese lugar donde puedes estar y sentirte a gusto, donde entras por curiosidad y, cuando pasan unos meses, tienes una familia. Los alumnos que se apuntan entran para aprender pero se dan cuenta que es algo más que ser una escuela donde se enseña y aprendes. Es también una familia y cuando pasan unos meses tienes una familia más grande porque los compañeros al final cantas con ellos, compartes escenario o ensayos con ellos. Imagínese que es cantaora y hay uno que toca, pues deben coordinarse para ir todo al unísono. Eso se convierte en que me tomo algo contigo, que nos vamos y salimos un rato.
La escuela es un lugar donde se puede aprender flamenco y muchos dicen que era su asignatura pendiente y nunca habían tenido la oportunidad de aprender. Para eso está la escuela, para atender a quienes quieren aprender flamenco, que quieren conocer este estilo de música, que también se sienten flamencos y que, por algún motivo, no han podido desarrollarse como flamencos. Es un espacio de alegría, donde la música y el estilo flamenco llega a muchísimas personas
-¿Gusta el flamenco en la ciudad?
-Yo creo que sí. El flamenco gusta por muchos motivos. La música flamenca es un estilo que le gusta a una gran mayoría de personas. Es raro que estés cantando una rumba y no se acerque alguien y toque las palmas. De hecho, mi experiencia aquí en Melilla y por donde he ido, es el flamenco es una música que atrae y que te hace participar. Al final, el flamenco es una fusión de otros muchos estilos. Aunque su personalidad tenga una fuerte influencia de la cultura gitana, al final se ha ido mezclando con otras músicas que lo han influenciado, como la música sefardí, la música bereber, andalusí, popular española, andaluza… Todo dentro de su alma, de su corazón, tiene en esa música algo identificado y lo comprobamos día a día como Melilla es una ciudad flamenca y le encanta esa música.
-La Escuela de Flamenco actúa mucho para las personas mayores, ¿es cierto que se siente una satisfacción especial estando con ellos?
La escuela en un principio surge para lo que primordialmente es enseñar flamenco: guitarra, cante, y cajón y percusión. Lo que es cierto es que poco a poco también se ha convertido en un flamenco social. Por qué, pues porque en el seno de la escuela también sentíamos una necesidad de que el flamenco llegara a esos lugares donde la música tiene difícil acceso, donde hay personas que no disfrutan de conciertos, de música. Y fue algo que surgió dentro de la escuela para que el flamenco llegara a esos lugares.
Por eso decidimos ir a la residencia de mayores, al centro de día, al Gámez Morón y a otros muchos lugares donde vamos para que ellos, los usuarios del centro, y el flamenco puedan disfrutar unos de otros. Es una satisfacción. Yo recuerdo siempre, todos los días, la gran terapia que la música hace y, en este caso, el flamenco, porque cuando estamos con los mayores, donde hay personas con demencia, con Alzhéimer, y no recuerdan nada porque están en etapa avanzada de la enfermedad, que solo se sientan, están rígidas y no hablan, hemos cantado canciones populares de su época y he visto cómo empezaban a cantar con nosotros. Y las familias lloran de ver a su madre o a su padre cantar, mover la mano, el pie… Es algo increíble. Para nosotros es muy bonito poder colaborar para que se sientan felices en ese momento. Salimos de allí con el corazón lleno de alegría y satisfacción de poder colaborar con nuestros mayores.
-¿Cuándo puede la gente matricularse en la escuela?
-La escuela saca sus prescripciones a finales de noviembre y el período está abierto hasta casi un mes. El curso empieza a principios de enero, después de los Reyes Magos, hasta diciembre. Dura casi un año.
Es cierto también que existe una lista de espera y le decimos a la gente que se apunten en esa lista por si durante el curso queda alguna plaza vacía, nosotros les llamamos. De hecho, hay gente que no entra al comienzo del curso porque se van quedando plazas libres.
-¿Cuál es el futuro que le espera a la escuela?
-El futuro no lo sé pero de lo que estamos convencidos es de que la escuela este año 2023 es un proyecto muy consolidado. Este año celebramos el décimo aniversario de su creación y estamos preparando cosas para hacer un festival en una fecha que estará entre octubre y noviembre. Queremos que sea algo especial, con la colaboración de mucha gente.
Esta aventura empezó como un proyecto piloto y a día de hoy está consolidado, en el cada año son más los melillenses que están interesados en aprender flamenco. Cada año aumenta el número de alumnos. Como decía, hay hasta lista de espera que no puede ser atendida porque estamos limitados, tenemos un número concreto de profesores y una capacidad que nos hace que no podamos abarcar más.
-¿Qué plantea la escuela de cara a los próximos años?
-Nos gustaría que hubiera más recursos y de esta forma poder atender a más personas, poder realizar más actividades y desarrollar todo el trabajo que hacemos de enero a diciembre. Es lo que intentamos trasladar a la Consejería Cultura, como antes lo hacíamos con el Instituto de las Culturas. Les planteamos nuestras necesidades o las que vamos percibiendo para mejorar.
Personalmente, a todos, profesores y alumnos, nos gustaría disponer de aulas que estén acondicionadas. El colegio La Salle nos deja unas aulas para que podamos dar clases allí y las compartimos con las actividades que se desarrollan por la mañana por lo que tenemos que llevar y traer los instrumentos… Les estamos muy agradecidos pero nos gustaría disponer en el futuro de aulas acondicionadas acústicamente, que sean propias de la escuela y que tengamos esa comodidad, tanto sonora como física, de uso exclusivo nuestro para tener nuestros instrumentos, nuestro decorado y ser aulas flamencas.
Espero que en el futuro sea un edificio grande, donde haya muchas aulas, muchos profesores y donde haya muchos alumnos para aprender. Actualmente son 80 y ojalá en el futuro sean muchos más.
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