Llevamos varios días de debate en torno a si el turismo de cruceros es lo que necesita el comercio y la hostelería en Melilla. Esto, señores, no es un debate exclusivo de esta ciudad. Se ha vivido también en otros destinos, como Cartagena, una localidad que sólo este otoño tiene 23 cruceros confirmados y otros 17 pendientes de confirmación.
Pues bien, hubo una época en que a Cartagena llegaban los cruceros con cuentagotas y los comerciantes se negaban a abrir sus puertas para vender dos imanes y una postal.
Melilla, de momento, ha recibido dos cruceros en una semana, pero aún está lejos de consolidar su estatus como puerto de referencia para este tipo de turismo del todo-incluido, que gasta muy poco, no sólo aquí, también en el Caribe o en el Mediterráneo.
Seamos sinceros: hoy puede que nos cueste el dinero traer a los cruceristas, pero si se llevan buena impresión de Melilla la publicidad positiva es impagable. Eso deberían saberlo los críticos que durante la estancia de dos cruceros en la ciudad no han parado de afear que si los accesos al Pueblo estaban cerrados, que esto por aquí y esto por allá. Hay mucho pesimista dando grima en las redes sociales.
Este lunes la consejera Elena Fernández Treviño ha explicado que están montando el Belén y que además hay problemas ocasionados por la intensa actividad sísmica que ha vivido la ciudad en los últimos meses y que, por cierto, no para. Como un futbolista ha mandado callar a la grada.
Indirectamente Treviño ha tenido que darle explicaciones a quienes interpretaron el refuerzo en la seguridad, como una ciudad tomadas por policías. Si no los hay, porque nunca están. Si los hay, porque los hay. Señores, hagánselo mirar, porque aquí hay síntomas de trastornos de la personalidad.
Esos críticos olvidan que en 2015 el crucero ‘Boudicca’, tuvo que dar media vuelta y regresar al puertode Melilla al haber sido hallados dos polizones a bordo del buque.
Se les olvida, además, que si hoy estamos en pañales como destino de cruceros, alguna responsabilidad tendrá el anterior equipo de Gobierno que si bien trajo cruceristas a Melilla, nunca logró que esto se pareciera, ni de lejos, al puerto de Málaga.
Esta vez todo parece haber salido bien y le toca saborear las mieles del éxito a la vicepresidenta Gloria Rojas, que ostenta las competencias de Turismo. No obstante, todos sabemos que obviamente ella no pudo preparar un Foro de Turismo, un autobús con publicidad por Andalucía y dos cruceros en las dos semanas que lleva en el cargo.
Evidentemente, algunos de estos aplausos los tiene que compartir con el ex súperconsejero Mohamed Mohand, que, por cierto, en el pleno de la semana pasada se sentó en el sitio que habitualmente ocupaba Mustafa Aberchán, antes de salir de la Asamblea. ¿Casualidad?
Quien crea que vamos a salir de pobres con el turismo de cruceros, exagera. Pero hay un detalle a tener en cuenta: puede que ahora y durante mucho tiempo nos cueste el dinero traer cruceros a la ciudad, pero si las cosas van bien, la publicidad de la buena, en torno a la marca Melilla puede atraer a mucha más gente. Eso sin contar los beneficios de atraque en nuestros puerto, que cerró 2020 con más pérdidas que ingresos.
Estoy convencida de que el turismo de cruceros no es la solución a nuestros males teniendo en cuenta que 30 personas se dejaron el jueves sólo 150 euros en un piscolabis en un conocido restaurante del centro de la ciudad. Eso no es dinero y no le salva el día al empresario. Todo lo contrario: le ocupa una mesa gigante para al final sacarle cuatro duros.
Pero no estamos descubriendo el agua tibia: hay estudios que afirman que un crucerista se deja de media 53 euros en la ciudad que visita frente a los 202 euros que se gasta quien pernocta en un hotel y los 153 del que llega y se marcha el mismo día. Pues bien, hay que intentar que vengan los tres perfiles de turistas porque aquí no sobra nadie.
Todo lo contrario. Creo que tenemos que celebrar que hayan venido dos cruceros a Melilla en una misma semana. Hay que conseguir que lleguen más. Nosotros ofrecemos una seguridad que no puede vender el puerto vecino. Es lo que tiene ser europeos.
Criticar la llegada de cruceros a la ciudad es casi igual que desanimar a la gente que decide estudiar tantísimos años para terminar al final en la lista del paro junto con el que no estudió. Eso es ver el vaso medio vacío. Nadie puede negar que la Educación es un ascensor social. Tampoco se puede negar que el turismo de cruceros, como todos, también deja dinero.
A ver si nos vamos a creer que somos Venecia y nos podemos dar el lujo de rechazar los cruceros. No tienen que venir dos: que vengan cien, si hace falta. Pero que lleguen cargaditos de 'guiris'. A un euro que se gasten por barba, se notará. Claro que se notará.
Pero hay que seguir trabajando con la vista puesta en ese objetivo. No lo consiguió Mateo. A ver si puede conseguirlo Gloria Rojas.
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