En ocasiones resulta inenarrable plasmar con puño y letra los acontecimientos como el que seguidamente relataré. Me refiero a la crisis migratoria desenfrenada por el envío de migrantes ilegales a los límites fronterizos polacos por parte del régimen bielorruso, que da la sensación de no llegar a su fin.
De ahí, que la estampa no pueda ser más impactante: primero, unos 2.000 migrantes se apilan de cara a un cerco emplazado en la localidad polaca de Kuznica, en el linde con la República de Bielorrusia; y, segundo, a diestro y siniestro, decenas de soldados polacos patrullan la valla para que ninguno de los migrantes que huyen de su país accedan a la República de Polonia. Y la demarcación divisoria es la rúbrica de un conflicto que viene aumentando desde mediados de este año: en los últimos meses la influencia migratoria se ha duplicado y ha puesto en órbita a los gobiernos de la República de Lituania y Polonia.
Ya, en las últimas jornadas, en torno a dos centenares de individuos han tratado de atravesar la frontera entre Polonia y Bielorrusia a la fuerza, arremetiendo violentamente contra la policía. En atención a las declaraciones efectuadas por la Guardia de Fronteras, los asaltantes abordaron a los retenes, atentando contra su seguridad. Se estima que había un grupo de poco más o menos unas doscientas personas y varios grupos de decenas. Con estos parámetros que suman y siguen, son ciento noventa y cinco las tentativas consignadas a la hora de elaborar esta disertación, y que probablemente serán superadas por otros intentos con el anhelo de entrar en la Unión Europea, UE.
Pero, el trance que protagonizan estos migrantes no es únicamente humanitario, sino también político. De hecho, Polonia define la crisis migratoria como el “mayor intento de desestabilizar Europa” desde la finalización de la ‘Guerra Fría ‘(1947-1989).
Un dato a tener en cuenta para una mejor composición de lugar en lo que se pretende fundamentar: la divisoria de la UE con la exrepública soviética aglutina 1.250 kilómetros, de los cuales, 398 kilómetros pertenecen a Polonia, 679 kilómetros a Lituania y, por último, 173 kilómetros a la República de Letonia.
Aunque Vladímir Vladímirovich Putin (1952-69 años) contradice que la Federación de Rusia tenga alguna relación en los acontecimientos referidos con miles de vidas atrapadas en condiciones inclementes, a Moscú podría resultarle beneficioso tener presencia militar en la zona. O lo que es lo mismo, sobrevuelan intereses geopolíticos que quedan embadurnados en el corredor de Suwalki.
Dicho pórtico es un sector de territorio de unos 96 kilómetros entre Polonia y Lituania, que toma el nombre de la ciudad polaca de Suwalki, siendo una de las comarcas más deshabitadas y frías de la nación. Su entorno es estratégico porque se convierte en la única ruta de comunicación terrestre entre los estados bálticos y el resto del Viejo Continente. En sentido al Oeste se halla el enclave ruso de Kaliningrado y hacia el Este, Bielorrusia.
Actualmente, los países bálticos caracterizados por su exiguo conjunto poblacional, están en manos de las políticas de sus vecinos. Ahora, con aproximadamente seis millones de habitantes y una predisposición demográfica negativa, la República de Estonia, Letonia y Lituania continúan pendiendo de otras potencias. En los últimos tres siglos, la voz cantante la ha llevado Rusia y de la que estos estados han formado parte de su territorio. Si bien, la disolución de la URSS (26/XII/1991) facilitó su independencia y posterior integración en la OTAN y la UE. Desde entonces, los vínculos con Moscú no han sido lo positivos que se esperaban.
A decir verdad, no solo la admisión a organismos contendientes de Moscú ha sido la causa de esas rigideces, ya que Letonia, Estonia y en menor grado Lituania, admiten a una importante cantidad de ciudadanos rusos. La política lingüística y la segregación hacia este sector poblacional, igualmente han contribuido al acrecentamiento de las tensiones. En esta misma dinámica, hay que agregar otra variable interviniente que es la discordia histórica, a su vez, concurrente entre Polonia y Lituania, a pesar de ser aliados y socios, esta indisposición podría hacer caer la balanza en el nivel de cooperación en una región muy sensible.
Indiscutiblemente, con ocasión de alguna disyuntiva entre la OTAN y Rusia, el ‘corredor de Suwalki’ podría ser tomado desde Kaliningrado, brindando a Rusia una posición avanzada. La intensificación del potencial militar se ve acomodado con la puesta en escena de los sistemas de misiles que supuestamente pondrían en grandes aprietos al suministro por vía marítima y aérea a Estonia, Letonia, Lituania, Polonia y la República de Finlandia.
“He aquí la historia inhumana y cruel de una boscosa tierra de nadie ajena a los ojos del mundo y declarada de exclusión, que se encuentra entre Bielorrusia y Polonia, y que segundo a segundo es testigo del transitar de personas desconcertadas y desorientadas a su suerte”.
Del mismo modo, el entramado de Bielorrusia sería significativo, aunque su política exterior es en general propicia a Rusia, porque siempre ha pretendido conservar un margen de movimiento. Sin embargo, la elevada atracción por consumar el proceso de unificación entre los Estados Ruso y Bielorruso, conjeturaría reiteradamente en caso de conflicto, otro frente en el ‘corredor de Suwalki’. Sobraría mencionar, que, en estas realidades, tanto la OTAN como Rusia, han ampliado los adiestramientos y la capacidad de despliegue en la demarcación.
Con estos antecedentes preliminares, el horizonte en la frontera entre Polonia y Bielorrusia se agrava por momentos, ante las evidencias de una política que sencillamente deja sucumbir y agonizar a la gente. La amplia mayoría son kurdos procedentes de la República de Irak, aunque también hay sirios e iraníes, en una operación estratégica tramada por Bielorrusia que no puede hacerlo sola.
Así, los migrantes son meros peones en una partida de ajedrez como rehenes de un pulso que prácticamente a nadie le interesa. Ni a Polonia, cuyo partido en la dirección reúne unos principios antinmigración y no está por la labor de acoger, con la salvedad que la UE pusiese las garantías oportunas.
Recuérdese que el Presidente de Bielorrusia Aleksandr Lukashenko (1954-67 años) no reconocido oficialmente, sistematiza el transporte de refugiados de Irak, del Estado de Libia, la República Árabe Siria o el Emirato Islámico de Afganistán hasta Minsk, capital de Bielorrusia, con el chantaje de que finalmente van a llegar a la UE y acceder a Alemania, el destino que por antonomasia solicitan.
Obviamente, la UE, culpa a Bielorrusia de reubicar a los migrantes en puentes aéreos desde diversos puntos en Oriente Medio, entre ellos, Bagdad, capital de Irak. Y es que, lo que allí se está desencadenando, es una catástrofe humanitaria en toda regla.
Da la sensación, o al menos es lo que parece, como si los políticos únicamente se obsesionaran por la salvaguardia de las fronteras, porque nadie menciona la ayuda tan imperiosa para los refugiados que la exigen descorazonadamente.
Evidentemente, los días transcurren y cada vez nos aproximamos más a la meteorología invernal con temperaturas que caen por debajo de cero y las gentes no disponen de un techo que les dé cobije, nada que comer, ni indumentarias de abrigo. E incluso, existen mujeres que ven frustrados sus embarazos.
En este maremágnum lo peor está por venir, porque Polonia rechaza rotundamente proporcionar asistencia médica a quiénes exploran cualquier rastro de protección, a pesar de las deferencias del Tribunal Europeo de Derechos Humanos.
Únicamente, los militares se adentran en la zona roja. Es decir, los tres kilómetros de seguridad a lo largo y ancho de la frontera. Nadie más, ni médicos, ni corresponsales, ni trabajadores humanitarios, etc.
Una superficie flanqueada por pantanos y ríos con bisontes y lobos que aúllan en la madrugada. Pero los medios son realmente catastróficos, porque las personas refugiadas no son consideradas. Si acaso, las únicas que mínimamente poseen esta encrucijada y que están completamente desbordadas en su afán por atenderlos, son los pueblos de la provincia de Podlasia y Lubelskia adyacentes con la frontera de Bielorrusia.
De esta manera, los ciudadanos de a pie se convierten en socorristas improvisados, pero ni cuentan con experiencia, ni con equipos apropiados. Como buenamente pueden les proporcionan sacos de dormir, té en termos y alguna sopa caliente que les haga entrar en calor. A primera vista, no es sencillo llegar a su presencia, debido a las áreas complejas y porque ante el temor a las Fuerzas de Seguridad polacas se ocultan milimétricamente para no ser presas de la detención.
Pero, ¿qué es lo verdaderamente reivindica Bielorrusia? En opinión de numerosos analistas y expertos, interviene por sus propios intereses en un tira y afloja con la UE, en contradicción a las sanciones aplicadas tras las pasadas elecciones calificadas de fraudulentas. Además, de forzar a Polonia y Lituania, que alojan a la oposición bielorrusa en el exilio, cuando la guardia fronteriza de Lituania detuvo en un solo día al doble de inmigrantes de Oriente Medio procedentes de territorio bielorruso que en todo el año 2020. O lo que es igual: “usurpar a la UE diciéndole que, si firmó un acuerdo sobre migración con Turquía en 2016, ¿por qué no lo va a hacer ahora con Bielorrusia, a cambio de dinero?”.
Tal vez, el Presidente bielorruso quiere valerse de una de las mayores fragilidades de la UE: la inmigración. Utiliza a seres humanos como moneda de cambio y se sirve de uno de los puntos más sensibles como son la gestión del flujo migratorio y de refugiados, como se advirtió en la crisis de 2015, no ya solo por la gestión implementada, sino porque es una de las cuestiones que más disociación promueve.
Ya, en 2015, Hungría, otro de los veintisiete estados soberanos que forman la UE, recibió infinidad de reprobaciones por levantar una valla en su frontera, una materia que posteriormente han llevado a cabo Eslovenia y Polonia, con lamentos a Bruselas por no financiarlo. Al igual, que Lituania, que potencialmente la está confeccionando.
Curiosamente, estos episodios tienen suficientes mimbres con la crisis migratoria vivida en la Ciudad Autónoma de Ceuta los días 17 y 18 de mayo de 2021, que dejaría un sinfín de incógnitas y un reto inmediato: cómo tramitar la acogida inesperada de miles de personas, entre ellas, cientos de menores; aunque, aquí es más trágico porque el ejército bielorruso instiga a los refugiados a la frontera con Polonia, mientras que el ejército polaco dispara al aire.
Ni que decir tiene, que Rusia es el soporte internacional de Lukashenko, pero ha desmentido cualquier competencia, porque Bielorrusia funciona fundamentalmente como un agente intercalado de Rusia, que seguramente va a pagar por los servicios que le está facilitando el régimen y así perturbar a la UE.
Luego, cabría preguntarse: ¿qué maniobra debe partir de la UE o la OTAN al respecto? La Unión ha expresado su firme respaldo a Polonia, pero de momento se ha encasillado en intensificar las sanciones al régimen bielorruso, impidiendo el visado a sus funcionarios, mientras valora castigar económicamente a las aerolíneas que favorezcan el envío de migrantes.
Así, la Presidenta de la Comisión Europea, Ursula Gertrud von der Leyen (1958-63 años), lo explica como una intentona bielorrusa de emplear a los migrantes para desequilibrar a los miembros de la UE. Amén, que Polonia lo considera explícitamente de ‘guerra híbrida’. No olvidemos, que la comunidad política de derecho en régimen sui géneris de organización internacional, tiene un sistema de gestión y control fronterizo dedicado al área europea sujeta al Acuerdo de Schengen, para guardar sus fronteras que se llama la ‘Agencia Europea de la Guardia de Fronteras y Costas’ o ‘FRONTEX’.
Ante lo visto, el dilema radica en que Polonia prescinde del servicio de FRONTEX, porque inspeccionaría sus límites fronterizos y el proceder de su Ejército, y los polacos, valga la redundancia, no están por la labor al originarse devoluciones en caliente. Posiblemente, aunque la OTAN no haya intercedido y exhiba su conmoción, lo acontecido es un claro modelo de ‘guerra híbrida’ y una amenaza para la seguridad de la Alianza.
Porque, para reavivar un conflicto latente, maneja recursos no convencionales, desde el terrorismo a la instigación en las calles, hasta la coacción económica o energética, los ciberataques o, como en nuestros días sucede con la presión migratoria. Sin inmiscuir, la desinformación que es una herramienta primordial en la ‘guerra híbrida’. Y en esta ocasión, con un enorme protagonismo, porque la meta de Lukashenko es la desestabilización de la UE por medio de una de sus caras más frágiles: la política de inmigración y el asilo político.
Con este propósito de acoso y derribo, Bielorrusia, explota la debilidad europea para ahondar en la polarización social, monopolizando la pericia de ostentar con medias tintas, que la UE no es adherida o asociada a la causa, ni con las urbes de estados donde ha participado como Irak, Afganistán o Siria, ni con los socios miembros de la Unión.
Es preciso incidir que la región báltica está muy sometida a la militarización, porque estas naciones son una zona clave de despliegue de las Fuerzas de la OTAN y un área sensible con Rusia.
Tampoco es menos, Kaliningrado, la antigua Königsberg prusiana, entre Lituania y Polonia, una ciudad portuaria de Europa Oriental perteneciente a Rusia tras su anexión en 1945 y situada en la desembocadura del río Pregel. Es una franja que los estrategas contemplan de riesgo muy elevado. Y, por si fuera poco, el escollo se genera en una circunstancia de decadencia en las relaciones entre la OTAN y Rusia.
Hoy por hoy, Polonia prosigue con unos 15.000 militares desplegados y reforzados por integrantes de un cuerpo paramilitar de reservistas y voluntarios, donde al menos once personas han perecido en los dos últimos meses, producto de las bajas temperaturas y las deplorables condiciones de los asentamientos.
Las acusaciones que Polonia vulnera la legislación comunitaria sobre inmigración y asilo político, divulgadas tanto en los medios de comunicación y las redes sociales, como en las afirmaciones realizadas por diplomáticos y alto cargos bielorrusos y rusos, componen esa sutileza embadurnada de desafío para exteriorizar a groso modo, que la UE no es efectivamente lo responsable que dice ser.
Asimismo, esta situación caótica, muestra la desinformación con suplementos que difunden el menester que la inmigración realza la alarma de actos delictivos, con la finalidad de agrandar el miedo en lugares europeos que ya protestan con obstinaciones ante los inmigrantes musulmanes.
Cuando más bien, la Administración de Minsk no envía estrategias de desinformación a los inmigrantes, sino que lo que hace es trasladar un mensaje de confianza y promesas vacías que los bielorrusos más o menos están plasmando bajo la complicidad de una orquestación disfrazada.
Tómense como ejemplos, las propuestas de un medio de locomoción digno, o un visado para acceder al país, que simultáneamente se cursa prontísimo y, por último, que abrirán la frontera con Lituania, Letonia y Polonia.
En este margen de despropósitos, los migrantes han sido y continúan siendo víctimas de artificios y trampas por quienes se enriquecen con esos movimientos abordados por los bielorrusos: kurdos iraquíes que tomaron tierra en Minsk con visado de turista, cuentan que tras ser transportados en camioneta hasta la frontera lituana con el inexistente ofrecimiento que un automóvil le aguardaba al otro lado, y en cambio fueron prendidos.
En la otra cara de una misma moneda, los enjambres provenientes de Oriente Medio son el resultado de campañas promocionales en las que Bielorrusia se retrata como el país de tránsito hacia la UE, y aunque el régimen de Lukashenko lo desmienta, es el mismo Gobierno el que establece esta oleada incesante con agencias turísticas y turoperadores dependientes de la Administración presidencial Bielorrusia, que se lucran a base de los migrantes que llegan a sufragar cantidades que rebasan los 15.000 dólares a cambio de visado de turista, hospedaje en Minsk y alguna salida improvisada hasta los límites fronterizos.
Y, a la postre, terminan aprisionados e incomunicados por los polacos que los reintegran a Bielorrusia por la fuerza; e incluso, en ocasiones con previo soborno a los guardias de fronteras bielorrusos.
En otras palabras: los soldados bielorrusos los obligan a traspasar las barreras de alambre de púas afiladas en la frontera polaca, o salvando orificios individuales en las verjas, y los soldados polacos les imponen el retorno a Bielorrusia empleando puntualmente los mismos itinerarios o pasajes.
“Estos episodios tienen suficientes mimbres con la crisis migratoria vivida en la Ciudad Autónoma de Ceuta los días 17 y 18 de mayo de 2021, que dejaría un sinfín de incógnitas y un reto inmediato: cómo tramitar la acogida inesperada de miles de personas, entre ellas, cientos de menores”
Concluyentemente, los migrantes son dispuestos como elementos de presión contra la UE y rehenes de una recreación política, con amparo expreso de Rusia, en el que como razona el grupo de trabajo ‘East StratCom’ del Servicio Europeo de Acción Exterior, influencias del régimen de Lukashenko o allegados al Kremlin, recurren a la desinformación para responsabilizar de la crisis a la UE y deslustrar su apariencia externa.
Consecuentemente, la acentuación de la inmigración ilegal vadeando la exrepública soviética se inició después de que la UE, entre algunas naciones occidentales, superpusiese sanciones contra los agentes de Bielorrusia. Según la UE y la oposición Bielorrusia en el exilio, la dirección aspira a desquitarse y desmoronar a la Unión con una ‘guerra híbrida’.
Las recaladas han desbordado las expectativas de los estados miembros.
Respecto al año 2020, se ha duplicado por cincuenta: entre enero y agosto de 2021 se consignaron más de 4.000 irrupciones a Lituania, cuando en la totalidad del año pasado únicamente accedieron 74 inmigrantes ilegales, y en 2019, sólo 36.
A resultas de todo ello, en los preámbulos de la crisis, Lituania acondicionó centros de acogida para migrantes. Pero ante la gran aglomeración surgida, este mismo país y Polonia han optado por reforzar las vallas de espino para imposibilitar el arribo de los simpapeles. Y en paralelo, las autoridades de Bruselas han brindado a Polonia con el desenvolvimiento de los efectivos de FRONTEX, pero de momento Varsovia repele esta posibilidad adoptando una respuesta de línea dura.
A todo lo cual, la UE, parece estar haciendo equilibrios de malabares entre sus valores humanitarios y sus consideraciones políticas, incluida su ardua relación con Polonia que prefiere mirar a otro lado.
Esta es la historia inhumana y cruel de una boscosa tierra de nadie ajena a los ojos del mundo y declarada de exclusión, que se encuentra entre Bielorrusia y Polonia, y que segundo a segundo es testigo del transitar de personas desconcertadas y desorientadas a su suerte, implorando una oportunidad que les ampare y comprenda en sus abatimientos.
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