El Gobierno de la Ciudad Autónoma, presidido por Eduardo de Castro, ha remitido a la Fiscalía toda la documentación relacionada con 200.000 euros que Melilla Monumental debe a una empresa local de seguridad y sobre cuya contratación, supuestamente, planea la sospecha de la adjudicación a dedo en los años 2012, 2013, 2014, 2015 y 2018.
Todos esperábamos que tras la caída del imperio del malo malísimo Juan José Imbroda, los escándalos en torno al mal uso del dinero público iban a ser el pan nuestro de cada día, pero no ha sido así. Eso nos lleva a pensar que, o no hubo tal uso indebido o se hizo tan bien que sus adversarios políticos no dan pie con bola. Lo que nos llevaría a destacar la incompetencia de unos frente a la destreza de otros.
Éste es el primer grano en el culo del que tenemos noticias desde que el tripartito llegó a la Asamblea y nos da la razón a quienes creemos en las bondades de la alternancia política. En mi opinión, es sana y necesaria. Si los políticos son conscientes de que tienen que hacer las maletas cada cuatro años, se cuidarán de no meter ni las manos ni la pata donde no deben.
Sin embargo, soy consciente de que eso es una utopía. Hay quienes no tienen vida después de la política porque nunca la han tenido antes de entrar en ella. Por eso vemos tan pocas dimisiones en este país. No dimiten, no porque no tengan vergüenza. No lo hacen porque no tienen a dónde ir ni de qué vivir.
Recuerdo cuando llegué a Melilla en 2012, que busqué el número de entes públicos que tenía la Ciudad Autónoma, porque en la península estaba de moda pedir el cierre inmediato de todo un organigrama creado ad hoc para colocar las piezas sobrantes de los gobiernos y darles una segunda vida, en segunda línea pero con sueldos a veces por encima de lo que se gana estando en el punto de mira de la prensa.
Comprobé que esto no era Valencia, Andalucía o Madrid. No había organismos públicos a mansalva, si bien es cierto que a día de hoy sigo pensando, como pensé en su momento, que no tiene sentido mantener viva, por ejemplo, la empresa pública Promesa, sin presidente desde hace meses, que ha demostrado, con creces y durante años, que es incapaz de aportar nada que ayude a esta ciudad a salir de la crisis estructural que padecemos. Con los sueldos de Promesa, podemos dar más ayudas, desde la Consejería de Dunia Almansouri a las empresas locales que lo están pasando francamente mal. ¿Por qué no desaparece? ¿Para qué sirve? ¿Cuántas decisiones importantes se han tomado desde Promesa en los últimos cinco años? ¿Por qué si otras comunidades pueden canalizar las subvenciones públicas a autónomos desde la Administración, en Melilla somos incapaces de hacerlo?
Hace unos días, el dueño de un bar del Tesorillo comentaba a sus clientes que su negocio no es hoy “ni la sombra de lo que era”. La gente ha perdido la costumbre de madrugar para tomarse el cafelito leyendo la prensa en su bar de toda la vida. Ahora se lo toma en casa y prescinde de un gasto que antes se permitía porque el contacto vis a vis no sólo estaba bien visto sino que era, además, necesario. Pero el coronavirus ha venido a cambiar todo esto. Un beso y un abrazo son hoy peligrosos. Y los damnificados no son sólo los bares. En la prensa escrita, sufrimos, como en ningún otro sector, la caída en picado de los ingresos de los bares y cafeterías. Información y café siempre han ido de la mano en este país. Vamos al bar y leemos el periódico porque eso es una tradición.
Pues bien, bares y periódicos notamos la ‘nueva normalidad’ y somos conscientes de que hoy no somos ni la sombra de lo que éramos.
Entonces, ¿por qué desde el cuarto poder permitimos que entidades como Melilla Monumental sigan en pie? ¿Es necesario? ¿En qué ayuda en nuestro día a día? Aprovechemos la sospecha del mal uso del dinero público en adjudicaciones a dedo e impagos a empresas locales para cortar de raíz con el despilfarro que representa tener una fundación exclusivamente para cuidar un patrimonio que debería sentirse protegido desde la Consejería de Cultura.
De los 300.000 euros que tiene este organismo público de presupuesto, ¿cuánto se nos va en personal? No tiene sentido prometer que venimos a regenerar la política y mantener con un boca a boca una entidad inane, cuya actividad no se nota desde hace años. ¿Cómo hemos permitido que Melilla Monumental maneje 800.000 euros con la pobreza que hay en esta ciudad? Somos todos responsables.
En cambio, tengo más reparos a la hora de prescindir de la Fundación de las Tres Culturas. Creo que la fragilidad de la convivencia en esta ciudad, por más que desde el poder se diga lo contrario, exige hacer cuantos esfuerzos estén a nuestro alcance por preservar la diversidad cultural de nuestra ciudad. Y para ello, todas las iniciativas siempre son pocas. Creo que puede hacerse más. Y me quedo con ganas de poder comprarle a mi hijo, que es melillense, un libro de cuentos y leyendas de esta tierra, adaptados para un niño de 5 años. No lo hay porque no tenemos memoria o porque nadie ha decidido recopilar la tradición oral de nuestros mayores: de todos. No hablo de un libro de cuentos del Rif, hablo de textos de tradición judía, hindú, cristiana y por supuesto, musulmana, que es mayoritaria, le guste a quien le guste y le pese a quien le pese.