El próximo marzo se cumplen dos años del cierre de la frontera de Marruecos con Ceuta y Melilla y después de la incertidumbre inicial, a ambos lados surge la duda de si mirar hacia delante olvidando un sistema que podría no volver.
En Marruecos, desde el think-tank Institut Marocain d'Intelligence Stratégique (IMIS) están seguros de que el comercio atípico era un freno para el desarrollo de las regiones del norte del país, pues argumentan que este se volvió preocupante en el último decenio debido a que las redes de corrupción y de las organizaciones criminales se multiplicaron alrededor del comercio atípico.
Detallan que esto suponía también un problema sanitario, pues se cambiaban las etiquetas de los productos caducados para alargar de forma artificial la vida de las mercancías. Ponen de ejemplo una alerta sanitaria que lazó España en 2019 a raíz de la intoxicación de varias personas por una ensaladilla rusa envasada; las probabilidades de que hubiesen llegado a Marruecos a través de alguna de las dos ciudades españolas era alta, pero las autoridades no pudieron más que dejar pasar el incidente “en silencio”.
Esta semana el IMIS publicó un informe analizando las alternativas económicas que podrían tener las zonas fronterizas con Ceuta y Melilla y desde su punto de vista, desechan por completo lo que ellos llaman con claridad “contrabando”.
“Si este comercio hacía vivir a miles de personas, entre las que estaban esas mujeres a las que llamaban ‘mulas’ que cruzaban, en condiciones inhumanas las fronteras todos los días, transportando sobre sus espaldas toneladas de mercancías venidas de España, se desarrollaba en la total y absoluta ilegalidad sin ningún control sanitario para asegurarse que son conformes a las normas marroquíes y sin cumplir los derechos de aduanas impuestos por la reglamentación”.
Desde el instituto creen que el argumento de que esta actividad creaba empleo queda desfasado, pues ellos consideran que contribuía a la acentuación de la vulnerabilidad de las personas que ya estaban en una situación difícil. Añaden que por cada empleo creado por el contrabando, otros 10 eran destruidos en el circuito formal.
Además, subrayan que, aunque las dos ciudades sean españolas, no forman parte del acuerdo de libre-intercambio que aglutina al Reino Unido y a la Unión Europea.
En el informe, relatan cómo poco a poco Marruecos fue alejándose de este sistema de subsistencia que había en el país, con acciones como el cierre de la frontera Tarajal II o el de la aduana comercial en Melilla.
Subrayan que este cambio se impuso simultáneamente a la toma de conciencia y de la convicción “del impacto devastador” a largo plazo que tiene el contrabando frente a las externalidades positivas a corto plazo.
Si en 2019 ya comenzaban las restricciones para el comercio atípico, el cierre de fronteras el 13 de marzo de 2020 por la pandemia del coronavirus supuso el fin instantáneo del flujo de las mercancías de un lado a otro.
Explican que esto hizo que poco a poco fueran desapareciendo los productos españoles de las estanterías de los comercios marroquíes, sin embargo, admiten que esto puso en “paro técnico” a miles de personas que dependían de este contrabando.
Con este cierre, “es todo un ecosistema que gravitaba alrededor de un comercio que valía más de 10 mil millones de dirhams (alrededor de mil millones de euros) cada año, que se derrumba”
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