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El coronavirus y el precio de los billetes para salir de Melilla frenan las escapadas

Es el primer fin de semana de julio y si no hay mucha gente en la calle es por el calor, pero no porque se hayan marchado de vacaciones. Este año se están demorando muchas decisiones sobre cuándo marcharse y a dónde por dos factores. El primero de ellos es el temor al coronavirus y los repuntes que no paran de surgir de esta enfermedad en toda España y son más sesenta a día de hoy. Pero el segundo el precio de los billetes, sobre todo, del barco. Los melillenses van a seguir pensando si salir o no de la ciudad durante unos días más.

Vicente ha escogido el barco para ir a Málaga porque tiene una casa en Benalmádena y pasará allí unos días con toda la familia. Pero está disgustado por el precio del billete de barco. Cree que ha sido muy elevado el coste y teme incluso que no le hayan hecho el descuento de residente del precio tan alto que ha pagado. Además, le han cambiado varias veces de itinerario y de días, por lo que no cree que le vayan a volver a ver en esta naviera.

Roquetas de Mar será el destino de Ana María y de su familia. Pero no sabe si se va a marchar a finales de julio o de agosto, porque “ahora los billetes de barco valen mucho, cuando se pongan mejor de precio. Mucho dinero, pues no hay”.

Medina es otra ciudadana que no sabe cuándo se irá de vacaciones. Se lo están pensando, pero si salen de Melilla, irán a Canarias, su tierra de nacimiento. Explicó que otros años, en estas fechas ya tendría los billetes comprados y sabrían a dónde irían de vacaciones, pero este 2020 es diferente por culpa del coronavirus y los brotes que hay por todo el país.

Vacaciones confinado

Fermín tuvo muy mala suerte. Cogió todas las vacaciones en abril, así que le pilló el confinamiento y no pudo salir de la ciudad. No tiene más días de descanso por ahora, así que le toca vivir el verano en Melilla. Aunque puede que en octubre tenga otros días de vacaciones.

En la misma situación se encuentra Francisco. Tuvo las vacaciones en mayo. Explica que le pilló en la tercera fase del confinamiento, pero no se marchó de la ciudad. Lo que están pensando ahora es en coger la moto e ir a Mojácar para el mes de octubre. Cogería el barco a Málaga y luego haría esa ruta de unos 300 kilómetros, pero claro, si la situación con la COVID-19 lo permite. Pero este verano no se mueve de Melilla.

Destinos cercanos a Melilla

Mimón, Nasser y María están ahora de vacaciones en la ciudad. Han venido a ver a las familias porque hacía tres meses que no podían venir desde Málaga. Pero cuando regresen a la Costa del Sol, seguirán de vacaciones. Dicen que son jóvenes y que tienen que aprovechar por la zona para ir la playa.

En cambio, Amal nos explica que ya no se marchará de Melilla. En pocos días llega la Pascua Grande para los musulmanes y celebrará el Aid El Kebir en la ciudad. Además, aunque Marruecos abriera sus fronteras cree que no se marcharía de Melilla aún. Quizás más adelante opte por Málaga y escogería avión porque el barco son muchas horas de viaje “y no aguanto”.

A Cádiz se irán José Luis y Rafi. Ella es de la Tazita de Plata y aprovecha las vacaciones para volver a su tierra después de trabajar todo el año en Melilla. Tienen donde quedarse porque cuentan con una casa en esa ciudad. Para llegar a la península escogen el barco. A Rafi le da miedo el avión.

Nati y su marido tenían reservado un apartamento en Málaga para pasar unos días. Pero les ha dado miedo marcharse de Melilla. Anularon este compromiso porque “para andar por ahí con mascarilla y con distancia, mejor nos quedamos en la ciudad”.

No hay vacaciones

Pero también encontramos a melillenses que no pueden marcharse de vacaciones este año. María Jesús aprovechaba para salir unos días de la ciudad con los viajes que organizaba la Viceconsejería del Mayor, pero este año se han cancelado. Su economía familiar no les permite pasar unos días fuera Melilla.

Y en la misma situación está Zubida. En su casa solo trabaja ella, tiene un sueldo muy pequeño, y debe mantener a sus tres hijos y el alquiler de la vivienda. Es inviable para ella pensar en vacaciones. “No tengo ni un duro”, afirma sonriendo porque no tendrá dinero, pero sí simpatía y ganas de sacar adelante a su gente.

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