La advertencia del Gobierno español sobre el riesgo terrorista procedente de Mali contra objetivos occidentales y, en concreto, contra españoles ha generado una nube de sospecha en determinados sectores, sobre todo porque el aviso ha venido acompañado de la decisión de repatriar a los cooperantes en los campamentos saharauis de Tinduf. La palabra de los responsables del Ministerio de Asuntos Exteriores parece que no es suficiente a pesar de que viene precedida de sucesos como el secuestro de los dos españoles y la italiana que finalmente fueron liberados el pasado 18 de julio tras un cautiverio de nueve meses.
Mientras no se demuestre lo contrario, quien está del lado de estos cooperantes es el Gobierno español. Los responsables del Ministerio de Asuntos Exteriores son los únicos a los que han podido acudir los voluntarios de las ONGs cuando se han visto envueltos en hechos delictivos o han sido víctimas de acciones terroristas. Si esa fe en el Gobierno es patente cuando se trata de sacar de un apuro a los cooperantes, no acaba de quedar claro por qué no existe el mismo grado de confianza cuando lo que se pretende es evitar que se metan en un problema.
Y mientras esto ocurre en nuestro país, el ministro de Exteriores saharaui muestra su pesar por la decisión de España, subraya que tendrá una repercusión negativa en miles de refugiados y añade que su Gobierno había reforzado la seguridad a raíz del secuestro de los tres cooperantes.
Quizás la alternativa adecuada para evitar dudas y recelos hubiera sido dar a elegir a los miembros de las ONGs entre las advertencias de su Gobierno y las ‘garantías’ que ofrece, en este caso, el ministro de Exteriores del país donde desarrollan su labor altruista. Del mismo modo, el Ejecutivo saharaui debería optar entre colaborar con España para afianzar la seguridad en la zona y minimizar los riesgos o responsabilizarse de la seguridad de los cooperantes si éstos son víctimas de una acción terrorista o delictiva y acaban privados de libertad o convertidos en simple moneda de cambio.
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