La He leído con interés la propuesta de la Confederación de Empresarios de Melilla (CEME) en torno a la posibilidad de que una vez terminado el Hospital Universitario, el Comarcal se utilice para prestar servicio a la población de Marruecos.
Mucho me temo que estamos haciendo planes a largo plazo y ante nosotros tenemos un desafío mayor: el presente. Pero por alguna parte hay que empezar. Hablemos de un futuro, en mi opinión, lejano aún.
Por una parte, entiendo el sentir de la propuesta de la CEME. Esto es más o menos lo que venimos hablando desde hace tiempo: reconvertirnos en una economía de servicios toda vez que asumimos que no tenemos aguas para pescar, ni tierras para cultivar, ni industrias para producir ni puerto en el que recalen barcos cargados de mercancías ni terreno para construir. Vamos, para que se entienda, en estos momentos no estamos bendecidos por los dioses aunque no siempre ha sido así. Nuestros padres y abuelos han conocido épocas mejores.
Sin embargo, si me preguntan si me gusta la propuesta de la CEME, mi respuesta sería ambigua, tirando más hacia el no que hacia el sí. Por un lado, estoy de acuerdo en que la economía de servicios es una salida para un territorio económicamente devastado como el nuestro y sinceramente creo que puede funcionar. Ahora bien, el proyecto de destinar el Comarcal a prestar servicio exclusivo a Marruecos no lo veo claro. Me asaltan más dudas que certezas.
Vamos a partir de que el país vecino tiene una deuda sanitaria con Melilla que en 2016 ascendía a 100 millones de euros. Nada apunta a que hayan pagado en los últimos 5 años. ¿Si no abonaron la factura antes, qué nos hace pensar que van a pagarla ahora?
Doy por hecho que no se nos pasa por la cabeza perdonarles la deuda. Ese dinero, no se nos olvide, hay que sumarlo a todo el dineral que cada año damos a Rabat para que supuestamente extreme los controles en temas de inmigración, narcotráfico y terrorismo. Lo último que aprobó el Consejo de Ministros, en plena crisis de la marcha sobre Ceuta fue un cheque de 30 millones de euros. Un tercio de lo que nos debían en gasto sanitario hasta 2016.
Me temo que ningún emprendedor de éxito vende a fondo perdido, a menos que su cliente sea también su causa. Me refiero, por ejemplo, a los empresarios cubanoamericanos que están poniendo dinero de su bolsillo para financiar películas como Plantados, del director Lilo Vilaplana, que no ha ido bien en taquilla, pero que narra todos los crímenes del castrismo que tienen que ser contados. Es un dinero invertido en memoria histórica y servicio público.
Sin embargo, no creo que al hablar de Marruecos estemos abordando la misma situación. Así que yo aplicaría en este caso las reglas universales del mercado. Yo presto un servicio y tú me lo pagas y tan amigos como siempre.
Nadie en su sano juicio daría más mercancías a un cliente que acumula una deuda superior a los 100 millones de euros y al que, hasta el sol de hoy, no se le notan los deseos de pagar. ¿Por qué íbamos a hacerlo con Marruecos?
Entiendo que aquí, además de negocios, se han juntado las emociones y los cálculos. Es evidente que la habilitación del Comarcal como hospital para prestar servicios al Rif atraería no sólo a los enfermos sino también a sus familiares, que terminarían consumiendo en nuestra ciudad. Vuelvo y repito, la estrategia es buena. Tenemos claro el qué, pero me temo que no vamos a ponernos de acuerdo en el cómo o el porqué.
Muchos melillenses tienen familiares del otro lado de la valla que se las ven y se las desean en caso de enfermedad. Es legítimo que quieran que ellos sean tratados en nuestra ciudad pero no podemos olvidar que en este país los servicios públicos como al sanidad o la educación se pagan con los impuestos de todos.
Si no queremos que nos incrementen la carga fiscal, creo que lo mejor será no invitar al vecino a hacer uso de servicios que a día de hoy son insuficientes para la población de nuestra ciudad.
Esta iniciativa podría ser increíblemente buena si en lugar de Marruecos tuviéramos a los suizos al sur de Melilla. Pero las cosas son como son y como ha dicho alguna vez el presidente de la CEME, Enrique Alcoba, nos gustaría que nuestros vecinos fueran rubios, pero no es así. Tenemos los vecinos que tenemos y lo normal es que nos respetemos mutuamente y que llevemos a acuerdos buenos para las dos partes.
Éste proyecto podría ser una apuesta interesante para ponernos de acuerdo, pero ni por asomo podemos dar por perdidos 100 millones de euros. No podemos hacerlo porque nos hacen falta, pero, sobre todo, porque ese dinero es nuestro.
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