Las declaraciones ayer de Mohamed Mohand, viceconsejero socialista de Salud Pública, negando las tesis de Aberchán y matizando que los cebaderos sí pueden vender corderos a los particulares siempre que el destino del animal sea el matadero, ponen de manifiesto no ya el enredo monumental en el que se encuentra inmerso el nuevo Gobierno de Castro en lo relativo a la Fiesta del Sacrificio, sino lA enorme presión que viene ejerciendo el líder de CpM a costa de un asunto que, lejos de plantearse ya como una fiesta religiosa, sigue siendo para el principal partido del tripartito un arma de batalla electoral y un bastión político a favor de la unidad identitaria de los musulmanes melillenses.
Mohamed Mohand ha desmentido a Aberchán no sin cierta torpeza, puesto que primero le dio la razón y, horas después, tuvo que corregir sus propias declaraciones en el sentido que finalmente supone una abierta contradicción con lo que sostiene el líder cepemista.
Ahora bien, ¿qué alcance tiene que los cebaderos sólo puedan vender animales vivos a particulares siempre que el destino sea su sacrificio en el matadero? ¿Significa esto que todos los musulmanes melillenses deberán sacrificar el animal en el matadero municipal?
El viceconsejero debería aclarar las dudas, porque de lo contrario no tendría ningún sentido que se instalen “centros temporales de sacrificio” como los anunciados a modo de continuidad de las carpas o mataderos provisionales que ya se instalaban en tiempos del Gobierno Imbroda para facilitar el rito a aquellos vecinos que no cuentan con viviendas suficientemente amplias o equipadas como para poder llevarlo a cabo en su propio domicilio.
Entiendo que el viceconsejero ha pecado de imprudencia y apresuramiento al realizar unas manifestaciones que no hacen más que añadir un nuevo enredo a una festividad desvirtuada por la extrema politización a la que ha sido sometida y en la que aún sigue enfrascada.
Los musulmanes melillenses tienen derecho a saber a qué pueden atenerse y como ellos también lo tienen los ganaderos. Al menos, los propietarios de los cebaderos han quedado libres aparentemente de la amenaza de sanciones de Aberchán, pero hasta dónde llega su responsabilidad. Si venden los animales a particulares, a quién corresponde controlar el destino del animal una vez han procedido a su venta.
Hemos pasado de un tripartito que convirtió la fiesta del sacrificio, a coro con Aberchán, en un bastión de ataque contra el PP, bajo gruesas acusaciones de racismo y atentado a las tradiciones ‘milenarias’ de los melillenses de origen amazigh, a un nuevo escenario en el que no sabemos si se acabarán imponiendo nuevas restricciones.
El asunto es peliagudo y, como mínimo, merece de una aclaración oficial y rotunda para evitar contradicciones y situaciones absurdas. De hecho, no se entendería un estricto legalismo para los borregos peninsulares que se vendan para el Aid, mientras se aboga por una permisividad para los borregos marroquíes que, por cruzar la frontera y no proceder de cebaderos melillenses, en cambio sí podrían tener cualquier destino distinto al matadero.
El Gobierno local, con el diferente discurso de sus distintos socios, no ha tardado en exhibir sus contradicciones, llevando al absurdo su posición oficial ante una fiesta que, a menos de una semana de su celebración, sigue sujeta a los dimes y diretes, incluso en el ámbito de los propios partidos que conforman el tripartito.
Sin duda, el uso político de la Pascua islámica, la guerra en que CpM ha convertido la fiesta y el coro interesado que le prestó especialmente el PSOE cuando ejercía de oposición al PP, ha llevado el Aid el Kebir a una fase de conflicto en la que ni los ganaderos, ni lo melillenses ni, especialmente, los musulmanes como principales interesados, sabemos a qué atenernos. Por eso, quién puede comprar los corderos y dónde deben sacrificarse es algo que el Gobierno de Castro está llamado a aclarar con total urgencia. Este juego de marear la perdiz, de contradecirse y de seguir tensionando el ambiente no conviene a nadie, daña a la ciudad y evidencia por demás que el tripartito no sólo es un grupo muy poco avenido, sino que a la primera de cambio sus aliados chocan con facilidad.
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