Categorías: Editorial

Contra los prejuicios

Mohamed y Yuseff son dos niños. Tienen once y ocho años, respectivamente. El primero quiere ser profesor y el segundo policía. Podrían ser perfectamente dos alumnos melillenses, de los miles que estudian en los centros de la ciudad.

Sin embargo, viven en la Gota de Leche y están dentro del cupo de jóvenes agrupado bajo las siglas de menores extranjeros no acompañados (menas), un estigma que, en Melilla, a veces es duro quitarse de encima.
Ayer mismo, el consejero de Bienestar Social, Daniel Ventura, que rige el área que se dedica a tutelar a estos chicos, entregó a Mohamed y a Yuseff sendos obsequios por sus buenas notas en los estudios: han sacado todo sobresalientes y un notable cada uno. El propio titular de esta rama del Gobierno quiso que el acto sirviera para intentar eliminar prejuicios, para que todos estos niños no se metan en el mismo saco dentro del imaginario colectivo.
De hecho, el mismo Ventura lamentó que en las redes sociales se puedan encontrar manifestaciones quejándose de la presencia de estos ‘menas’ en la calle y haciéndolos culpables de los altos índices de criminalidad de la ciudad.
Estos dos niños son un ejemplo de que no se puede estigmatizar, de que hay jóvenes que llegan a Melilla con la verdadera intención de buscar un futuro mejor, de intentar salir de una situación de pobreza en la que está inmersa la familia que les ha tocado.
Como dos niños más, Mohamed y Yuseff llevan cinco años en nuestra ciudad y han aprendido el valor de la educación como mecanismo para hacerse un hueco en la sociedad. ¿Por qué no generalizar con los menores que no se meten en problemas, con los que no son la causa de titulares y acusaciones de robos y hurtos?
Más allá de esto, ¿se puede decir que la mayor causa de la supuesta inseguridad que se vive en las calles de nuestra ciudad se debe a estos menores?
Sea como sea, el caso es que si hay jóvenes extranjeros que se meten en problemas y cometen actos delictivos, el ejemplo de Mohamed y Yuseff demuestra que, como en todos los ámbitos, siempre hay un poco de todo.
Estos dos chicos, tras cinco años viviendo en la ciudad, han demostrado por su tesón que los prejuicios están para romperse y que no está bien generalizar.

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