El personal sanitario celebró ayer el Día Nacional contra las agresiones en su lugar de trabajo y daban a conocer el alarmante dato de que en lo que va de año, apenas tres meses, aquí en Melilla ya se han producido cinco. La cifra, comparada con las del pasado año, es para echarse las manos a la cabeza. En todo 2011 se produjeron ocho.
Parece mentira y realmente cuesta mucho de entender que, precisamente el colectivo que tiene como profesión socorrer, curar y atender a la población reciba los insultos y las agresiones de quienes deberían valorar su trabajo.
Tampoco se trata de ensalzarles ni colgarles medallas. No están ahí para eso. Al fin y al cabo no están cumpliendo más que con su trabajo, con el de una profesión que eligieron para servir y ayudar al prójimo.
Son conocedores de que en muchas situaciones ese servicio que prestan se produce en momentos de tensión, en situaciones límite, pero eso no debe dar pie a recibir el insulto ni mucho menos los golpes de muchos desalmados que no saben o no quieren entender.
Es cierto, como en todo colectivo, que habrá buenos y malos profesionales, pero todos tienen como premisa la atención y el servicio al paciente.
Se trata de un problema al hay que poner freno antes de que ocurra una desgracia y por ello es de aplaudir que desde la administración se anuncie un reforzamiento de las medidas encaminadas a la prevención, así como la defensa de los agredidos en caso de producirse este hecho.
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