Categorías: Sociedad

Consigue papeles para su perra, pero no para él

Abdelatif, uno de los marroquíes que vivían a la intemperie ante el CETI, es expulsado de Melilla.

Abdelatif lleva más de 15 años intentando regularizar su situación en España. En todo este tiempo, no lo ha conseguido. Sin embargo, el viernes pasado logró que su mascota, una perrita que se encontró merodeando ante el refugio improvisado que él y otros compañeros se construyeron junto a un lateral del CETI, fuera vacunada por un veterinario. ‘Salida’, el nombre que le pusieron al animal, evocando la palabra que desean oír todos los que buscan llegar a la península, ya tenía sus papeles en regla.
José Palazón, presidente de la Asociación Pro Derechos de la Infancia (Prodein), es una de las personas que más han apoyado a Abdelatif y a los otros marroquíes que fueron expulsados del CETI a comienzos del pasado febrero tras serles denegadas sus solicitudes de asilo al Gobierno español.
Palazón informó a través de su cuenta en Facebook del arresto de Abdelatif por parte de la Policía Nacional el mismo viernes.
“Nos decía que llevaba 15 años intentando documentarse y que la perrita lo había conseguido en unos minutos”, escribió Palazón en la red social.
El domingo, el dirigente de Prodein anunció en Facebook que Abdelatif “está al otro lado de la frontera”. Su expulsión de territorio español se había consumado. No es la primera que sufre.

El líder del grupo
El 4 de febrero pasado, 14 personas de nacionalidad marroquí, entre las que había una mujer, fueron expulsadas del CETI. El Faro conversó entonces con varios de ellos, entre los cuales se encontraba Abdelatif, el que mejor se expresaba en castellano. No en vano, había vivido en la península entre 1999 y 2014, cuando fue expulsado a Marruecos.
La mayoría de los desalojados del centro de inmigrantes eran jóvenes veinteañeros. Abdelatif, en cambio, ya se aproxima a los 40. Su edad y su veteranía le convirtieron en una suerte de líder del grupo. Él era quien intentaba elevar la moral de sus compañeros, que sufrían los rigores de encontrarse de la noche a la mañana viviendo al raso.  

Su vida en la península
En los 15 años que Abdelatif pasó en la península, jamás pudo regularizar su situación. Trabajaba en la provincia de Madrid como jardinero en una finca que tenía un restaurante. Su empleador nunca quiso firmarle un contrato.
En 2014, harto de estar sin papeles, denunció a su jefe. Este paso significó para Abdelatif el peor de los calvarios.
“Mi jefe es policía nacional. Tiene contactos y se inventó una denuncia falsa contra mí”, aseveraba este marroquí a El Faro en un reportaje publicado el pasado febrero. Según añadió, dio con sus huesos en un Centro de Internamiento de Extranjeros (CIE) y de ahí fue expulsado a Marruecos.

Entrada en Melilla
Abdelatif no estaba dispuesto a rendirse. En la península tenía una novia española y había echado raíces. Nada le ataba a su país de origen. Es más: en Marruecos se vio en apuros al trabajar durante un tiempo para traficantes de droga con el fin de ganar algo de dinero y poder retornar a España.
“Esos hombres me amenazan de muerte desde que dejé de trabajar para ellos”, relató Abdelatif a El Faro. Por eso, cuando consiguió entrar en Melilla a comienzos de 2015, intentó solicitar asilo por sufrir “persecución” en su país.
Sin embargo, no pudo acceder a la oficina para pedir protección internacional hasta el pasado 30 de diciembre. Antes fue expulsado en varias ocasiones de la ciudad.
La petición se le denegó y desde entonces ha vivido en una improvisada tienda junto al CETI. Durante estos meses, ha visto cómo otros compañeros eran detenidos y expulsados. Otros, como la joven Ouafe y su novio sirio Mohamed, fueron readmitidos en el centro.
Según José Palazón, Abdelatif avisó mediante un mensaje de móvil a un amigo que vive en Melilla de que ahora está en Nador “viviendo en la calle”. Pero no pierde la esperanza de volver a cruzar la frontera e intentar una vez más echar raíces en España.

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