El Conservatorio de Música de Melilla va camino de empezar el nuevo curso escolar con mal pie.
El director provincial de Educación, José Manuel Calzado, ha decidido aplazar una semana el primer día de clases para decidir qué hacer con el edificio, una vez que los arquitectos de la Ciudad han desaconsejado su uso al detectar daños en el inmueble.
Ahora queda por delante conocer qué dice el informe elaborado por los técnicos, qué tipos de desperfectos tiene el Conservatorio y lo más importante, qué será de los cerca de 700 alumnos y 28 profesores del centro.
Tenemos delante un problema con cuatro posibles soluciones. Una, que sólo se cierre una parte del edificio; dos, que se desaloje el inmueble; tres, reubicar a los alumnos en otras instalaciones de la Ciudad Autónoma y cuatro, redistribuir a los estudiantes en otros centros educativos. Esta última es quizás la salida más complicada, teniendo en cuenta que habría que buscar sitio para los instrumentos musicales en centros de formación que no están pensados para la enseñanza de música.
De momento, tenemos el compromiso de Calzado de que no se tomará ninguna decisión temeraria y que se pensará, sobre todo, en que los niños que estudian música en Melilla y los profesores que les enseñan no corran ningún riego.
Eso habrá que hablarlo con los padres y el director provincial se ha brindado a hacerlo sin que nadie se lo pida. Es lo menos que puede hacer para que las familias sepan el estado real del edificio y los riesgos que han podido correr sus hijos el pasado curso.
Como es lógico en estos casos, la oposición y los sindicatos se han lanzado a la yugular del director provincial de Educación, echándole en cara los retrasos en el fin de las obras del Mercado Central.
Están en todo su derecho y es su deber, además, exigir que los estudiantes de música de Melilla tengan nuevas instalaciones y que esa obra termine de una vez por todas.
Quizás es demasiado precipitado anunciar el inicio de las clases en el Mercado Central para primeros de enero. Las fechas siempre juegan una mala pasada a los políticos porque tal y como está el panorama, al más mínimo retraso, se montará la ‘marimorena’.
Ahora de lo que se trata es de ser precavidos de más y pecar de exceso de celo. No podemos arriesgarnos a que ocurra una desgracia en la ciudad.
Ya hemos visto en la tele cómo se han desplomado en Madrid, de un día para otro, edificios menos viejos que el que alberga a Televisión Melilla y al Conservatorio. No queremos ni alarmismos indeseados, ni soluciones precipitadas.
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