Opinión

El conflicto de percepciones

Ya han transcurrido 50 días desde el comienzo de la brutal invasión de Ucrania por parte de las Fuerzas Armadas de la Federación Rusa, que comenzó de una manera medianamente convencional (no totalmente), con la actuación violenta sobre centros de mando y control de la dirección política y militar ucraniana y con el intento de anulación de su capacidad de respuesta aérea. A la vista de lo sucedido con posterioridad, no parece que se esmeraran mucho los soldados de Putin en provocar la neutralización suficiente de estas infraestructuras, al haberse dejado llevar, aparentemente, por una minusvaloración de las expectativas de resistencia de los ucranianos.

Proliferan estos días, desde el mismo comienzo de las operaciones, la exposición de análisis en los medios de comunicación proporcionadas por analistas de diferente nivel y con diferente grado de conocimiento profundo y actualizado sobre los componentes y factores que juegan en esta crisis. También se producen divulgaciones de análisis en los que se percibe un posicionamiento ideológico previo, que inclina al analista a orientar sus opiniones, prioritariamente, a favor de uno de los bandos por antipatía previa hacia el contrario

Es importante poner en la balanza de todos los análisis sobre este conflicto, la diferente motivación que experimentan los contendientes, en función de la razón por la que combaten. Unos lo hacen en su territorio, en defensa de su nación y sus gentes, a los que físicamente pueden ver, ya que el escenario de los conflictos es Ucrania y no Rusia y otros lo hacen por defender a su país de manera remota ante unas difusas amenazas, más costosas de visualizar, por mucho que se describan como irremediables porque, entre otras cosas, la materialización de esta amenaza es difícil de demostrar.

Putin ha insistido desde antes del comienzo de este conflicto en que la ampliación del número de países de la OTAN hacia el este europeo, aproximándose visiblemente hacia sus fronteras, constituía una amenaza de carácter existencial para Rusia. La amenaza a la existencia del propio Estado es una de las justificaciones existentes para la dirección rusa para cruzar la línea entre el ámbito convencional y el nuclear en lo referido a sus medios de defensa. Argumento, pues, el de la amenaza existencial, de indudable calado en lo que a la justificación de las propias acciones esgrimen las autoridades rusas.

Por parte de la OTAN, a este argumento se contrapone que la Alianza no es una organización con fines ofensivos, sino defensivos y que sus fines son la defensa de la democracia, el estado de derecho y la protección de los derechos humanos y las libertades individuales. Se añade a ello el hecho de que la OTAN no se expande sino que responde a las solicitudes de las naciones que requieren su ingreso en la Alianza en el ejercicio de su derecho a establecer las alianzas a las que quieran pertenecer en el uso de su soberanía y para garantizar su seguridad.

Y es que éste es uno de los ámbitos de ampliación de los escenarios habituales de resolución de conflictos por medios no pacíficos. Siempre hemos conocidos los ámbitos terrestres, navales y aéreos. Desde hace años se vienen incorporando a estos ámbitos tradicionales otros tres que se identifican como el ámbito híbrido o gris, el cibernético y el aeroespacial.

Y es al primero de ellos, al llamado híbrido o gris, al que me gustaría referirme por el impacto que produce en nuestra percepción, la de los analistas y la de los ciudadanos en general. Este ámbito, también conocido como cognitivo, es el que produce que la posición desde la que el observador valora los hechos que ve, le condicione a favor de las actuaciones de uno de los beligerantes y en contra de las de otro. Ya he citado dos ejemplos, el de la diferente motivación de los combatientes por una parte y el de las razones aducidas por Rusia y contrapuestas por la OTAN por otro, pero estamos viviendo estos días algunos más. El más significativo, sin lugar a dudas, es el de las acusaciones cruzadas sobre la ejecución de crímenes de guerra por parte de los soldados de Putin contra los presuntos montajes sobre dichos crímenes imputados a los ucranianos. Ya sé que, desde la perspectiva centroeuropea parece insultante asumir, siquiera como hipótesis, la teoría de los montajes, pero es conveniente asumir que, para la otra parte, lo insultante es precisamente dar crédito a lo contrario.

Esto no es nuevo en la conducta humana. Ya lo dijo Ramón de Campoamor a mediados del siglo XIX cuando enunciara lo que se conoce como la Ley de Campoamor según la cual “en este mundo traidor, nada es verdad ni es mentira; todo es según el color del cristal con que se mira”. Lo que ocurre es que a este aserto se le han atribuido ahora fines de materialización de los conflictos, hasta el punto de configurar uno de los vehículos más relevantes para conducir actuaciones hostiles, como es el de la desinformación. No es infrecuente escuchar en los diferentes análisis sobre esta materia que el Presidente Zelenski ha ganado la batalla del relato, la que se da en el ámbito cognitivo, al Presidente Putin, al constatar que en occidente existe una unidad de interpretación, quizás sin precedentes, en lo que se refiere a un conflicto. Convendría no dejarse llevar en exceso por el triunfalismo al que este tipo de análisis podría conducirnos y asumir que, si en el ámbito cognitivo de nuestro mundo, el occidental, esto es así, podría ser que en el ámbito cognitivo de la otra parte, la euroasiática, la batalla del relato esté siendo ganada, precisamente, por Putin, mediante el refuerzo de sus ideas fuerza sobre la existencia de una identidad agredida o sometida a una amenaza existencial.

Parece conveniente, en resumen, asumir que la percepción que nos formamos de las realidades de los conflictos, está supeditada al ámbito cognitivo del que formamos parte y que en este campo también existe un conflicto: el de las percepciones.

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