Todavía no está claro si los niños melillenses de 0 a 6 años podrán regresar a las aulas el 25 de mayo. El grueso de las autonomías ya ha tomado una decisión en sentido contrario y despedirá a los alumnos de 0 a 6 años hasta septiembre. Nosotros seguimos deshojando la margarita, aunque teniendo en cuenta que aquí las competencias las tiene el Ministerio de Educación, lo normal es que los peques, cuyos padres trabajan, puedan volver al cole hasta que finalice el curso.
La negativa de reabrir las aulas de Infantil oficialmente está amparada en la necesidad de impedir un rebrote de coronavirus, pero el hecho de que entre los rebeldes no haya ningún consejero socialista o de Podemos apunta a que, además, del miedo, aquí probablemente hay intereses partidistas que difícilmente los padres y madres podemos entender.
¿Quién se supone que cuidará de nuestros hijos cuando estemos en el trabajo? ¿Dará el Estado alguna subvención a las familias para asumir los gastos de conciliación? ¿La ayuda saldrá de las comunidades autónomas? ¿Quiénes tendrán derecho a ellas?
De momento estas preguntas no tienen respuestas claras, porque a casi una semana del inicio de las clases seguimos sin saber si en Melilla los niños volverán o no al cole. Y esto ocurre cuando muchos padres y madres nos hemos reincorporado al trabajo. Ante la falta de ayudas a muchas familias, especialmente a las monoparentales, nos les saldrá rentable trabajar y dejarse casi todo el sueldo en el cuidado de los hijos. Con el Ingreso melillense de inserción (IMI) y el ingreso mínimo vital que prepara el Gobierno central se pueden dedicar en cuerpo y alma al cuidado de sus hijos porque, probablemente, cobrarán más así, que trabajando. ¿Es ese el modelo de sociedad que queremos?
La Covid-19 pone contra las tablas no sólo la conciliación laboral sino también las políticas de igualdad. La razón es muy sencilla: hoy las mujeres ganamos menos que los hombres. Así que, por sentido común, si un miembro de una pareja tiene que dejar de trabajar para cuidar a los hijos, lo normal es que lo haga el que menos ingresos tiene. Descolgarse del mercado laboral en estas circunstancias es una maniobra muy arriesgada porque todos sabemos el poder terrible que tiene el sofá a la hora de engullir profesionales en paro. Es una realidad: absorbe.
Todo lo que hemos peleado y conseguido las mujeres en los últimos años, especialmente desde el ‘boom’ del movimiento Me too se ha visto desvirtuado por la Covid. Casualmente, somos nosotras las responsables finales de la propagación de un virus letal durante las multitudinarias manifestaciones el 8 de marzo y tampoco es muy casual que una pandemia empezara siendo masculina (el Covid) y de la noche a la mañana exigiera el artículo femenino (la Covid) para remarcar que todo lo malo, especialmente cuando mata, tiene chichi.
Las madres somos las grandes perdedoras de esta crisis. Es una realidad. Las que trabajamos sentimos el peso de las exigencias de los docentes sobre nuestras nucas. Los niños están haciendo ahora más deberes que cuando iban a clase. De alguna manera, los padres estamos sustituyendo la labor docente y esto abre un debate peligroso. Si a corto plazo no aparece una vacuna contra la Covid ¿podremos educar a nuestros hijos en casa para que se presenten por libre a los exámenes? Y una pregunta algo más obvia: ¿los centros de enseñanza privada-concertada tendrán la posibilidad de decidir si abren o no las aulas?
En la península no se habla de otra cosa. ‘Conciliación’ es la palabra de moda. Quienes han perdido su empleo y tienen hijos, ¿cómo podrán buscar trabajo en estas circunstancias?
Conciliación y teletrabajo son asignaturas pendientes en nuestro país. El virus nos ha demostrado que se puede trabajar desde casa, pero quienes lo hemos probado sabemos que al final terminas trabajando más que en la oficina porque el presencialismo admite fraudes, pero el teletrabajo no. Curras y no tienes para cuándo acabar. Al final las dos horas de ida y vuelta de la oficina a casa se dedican a sacar trabajo y la productividad sube porque todos tenemos la intención de demostrar que somos los mejores empleados del mundo. Aún así muchas empresas no contemplan esta posibilidad para el futuro y quienes tienen que salir a la calle se encuentran hoy con que la frontera está cerrada, no tienen quién les cuide a los niños y dejarlos con los abuelos es una opción poco segura.
Seguimos a la espera de que Melilla tome una decisión al respecto. La baja inmunidad de la población ante la Covid nos coloca a la cabeza entre las poblaciones que más riesgo tienen de registrar un rebrote de la enfermedad, pero si queremos que nuestra sociedad avance no podemos volver a los años 70 en los que el cuidado de los hijos era sólo cosa de nosotras. A estas alturas es intolerable.
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