Recientemente recordaba las estrofas de una canción que, siendo niño, oía cantar a mi padre. La canción decía así:
Con fe y voluntad
avanza hasta el fin,
ni un solo paso atrás.
No admitas jamás un i
mposible para ti,
no dejes que te
venza lainquietud,
pues todo lo puede
cuando sabe combatir
con fe y con voluntad
la juventud.
Compartido el recuerdo con mis compañeros de Promoción, con los que, como muchos otros, intercambio en un chat pensamientos y puntos de vista, uno de ellos me corroboró documentalmente algo que yo creía recordar. Se trataba de una canción de la Milicia Universitaria. No es lo más importante del asunto. Lo importante en realidad es lo que rezan sus estrofas que son alguna más de las que he incluido en este texto.
Melilla se afana, con fe y voluntad que, en ella, no resultan novedosos, en la búsqueda de nuevas soluciones de supervivencia ante las vicisitudes que la realidad del entorno y de la pandemia le presenta.
La resiliencia que es un concepto que en otros lares se comienza a descubrir y sobre el que, incluso, algunos presumen orgullosos de ser sus introductores en la reflexión pública y en la acción política, es una vieja práctica incorporada al bagaje intelectual colectivo de los melillenses como un hecho más de su quehacer común.
Sus empresarios, sus trabajadores, sus comunidades civiles y religiosas, sus políticos, sus funcionarios, intercambian puntos de vista, en ocasiones con angustiosa desesperación, sobre lo que se puede hacer, cómo hacerlo y en quién apoyarse o buscar respaldo para ello.
Mientras todo esto sucede, desde el entorno próximo a Melilla, se argumentan supuestos motivos de tensión entre Marruecos y España, que, como en tantas otras ocasiones, acaban incluyendo a Ceuta y a Melilla como componentes de la ecuación en asuntos que poco o nada tienen que ver con la realidad y con las necesidades de ambas ciudades.
En el momento actual, estos motivos de tensión se sustancian en el mayor o menor grado de respaldo por parte de las Autoridades españolas sobre la reivindicación marroquí de la soberanía sobre la antigua provincia española del Sahara, frente a la cual, como es sabido, España se atiene a las resoluciones de la Organización de las Naciones Unidas al respecto y espera de Marruecos que haga lo propio.
En la última semana, este punto de desencuentro, se ha visto agudizado por la atención prestada por la sanidad española a un líder del Frente Polisario, el Sr. Brahim Ghali, al que por parte de Marruecos, al parecer, se atribuyen presuntos delitos de relevante gravedad por los que debería ser encausado. Se trata, éste, de un desencuentro a resolver en el ámbito judicial y diplomático, entre ambos países, en aras del mantenimiento de las buenas relaciones de amistad y vecindad entre los mismos.
Ello se acumula a las decisiones adoptadas de manera unilateral por Marruecos con serio impacto en la actividad comercial, económica y social de ambas ciudades y que ya viene siendo objeto de tratamiento y debate desde hace más de dos años. Como es sabido, se trata del cierre de la aduana comercial en Melilla en 2018, el cierre del tránsito de determinadas mercancías y modelos de comercio entre ambos países, tanto en Ceuta como en Melilla a comienzos de 2020 y por fin del cierre completo de las fronteras terrestres en ambas ciudades, con motivo de la pandemia, en marzo de 2020 y cuya reapertura no se percibe en el horizonte a corto plazo.
A ello se suman las esporádicas declaraciones que, de tanto en tanto, se van incorporando al debate público por algún responsable marroquí en lo que concierne a una eventual reivindicación de la soberanía de Marruecos sobre las españolas ciudades de Ceuta y Melilla. En esta materia no cabe el debate. Ceuta y Melilla son España y punto.
Para el resto de los asuntos, es necesaria la actuación responsable, decidida y unitaria y sobre todo efectiva, de todas las autoridades españolas y europeas en los diferentes niveles, local, nacional y europeo a fin de promover soluciones que redunden en la garantía de la sostenibilidad de ambas ciudades. Si, deseablemente, puede ser de común acuerdo con nuestros vecinos marroquíes, será lo conveniente. Si, por el contrario, en uso de nuestras atribuciones y nuestra soberanía, ha de ser de manera unilateral, en defensa de nuestros legítimos intereses, así habrá de ser.
Para ello, es preciso aproximarse a la realidad de ambas ciudades de manera honesta y lo más alejada de prejuicios que sea posible. A tal fin, es de justicia poner de relieve la extraordinaria tarea desempeñada por el Observatorio de Ceuta y Melilla, en el marco del Instituto de Seguridad y Cultura, desde el pasado mes de octubre y con interesantes aportaciones al debate público. Felicidades y gracias por ello al Profesor Carlos Echeverría, Director del Observatorio y gran amigo de Melilla y su realidad, así como a su colaborador Alfonso Mateos, que colabora con él en llevar adelante esta fantástica iniciativa.
Es preciso apoyar la sostenibilidad de ambas ciudades desde la óptica española en el marco de las buenas relaciones de amistad y buena vecindad con nuestro vecino y amigo Marruecos y con respeto a los modos de relación tradicionales en este campo de la cooperación internacional y como es consustancial a la naturaleza de ceutíes y melillenses, con fe y voluntad
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