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A la compra en estado de alerta: Policía Local vigilando y personas a dos metros de distancia

Ir a la compra haciendo un parón en él teletrabajo no es asunto sencillo. A última hora de la mañana no hay mucho donde elegir, pero que es en Melilla ir a las 9:30 horas, que no es muy temprano, tampoco ayuda. 

Las calles del centro de la ciudad no es que sean un desierto, pero se parecen a la de un domingo cualquiera o a la de un festivo con puente. De vez en cuando te cruzas con algún que otro melillense y siempre se aleja de ti. Muchos ya no salen sin su mascarilla y sus guantes, aunque luego tengan la imprudencia de tocarse la cara con esos guantes que pretenden evitar el contagio del coronavirus. 

Al doblar la esquina el autoservicio de siempre tiene a unos clientes nuevos. Son los que no quieren hacer la cola en la franquicia que hay a la vuelta y frente al Mercado Central. Cogen lo necesario: agua, pan, cajas de leche, huevos... Y no hay fruta. Los productos frescos no lo podemos encontrar en esta tienda. 

Y con razón esos clientes del autoservicio no querían hacer la cola en el supermercado. Más de 20 personas esperaban a la apertura y llamaba la atención una imagen a la que nos vamos a tener que acostumbrar: dos metros de distancia entre ellos, nada de agolparse en la puerta para ver quien entra el primero para coger la oferta. 

Pero la estampa es aún más significativa porque dos agentes de la Policía Local están la zona. Se sitúan junto al gran contenedor del que se descargan las mercancías. Un trabajador mueve los palés con el torito y el resto de personas observan apoyados en la pared la situación. Un comprador dice que están ahí los agentes porque hubo individuos que el lunes intentaron saquear camiones y otros le llaman exagerado y creen que está ahí para que la gente cumpla con eso dos metros que ahora debemos dejar entre nosotros para evitar los contagios. En la cola quien ha conseguido mascarilla, la usa. Otros llevan guantes de plástico. 

Al entrar en el mercado la imagen no es muy distinta de la exterior. Un grupo de melillenses se agrupan alrededor de los puestos en los que suelen comprar. Hay que opta por otro, no hay gente esperando, pero no hay mucho donde elegir. La fruta y la verdura no llega hasta las 10:00 o las 10:30 horas. No ha servido de mucho salir a la calle, pero con manzanas y peras se puede almorzar y merendar tan bien como con otras frutas. El tendero lleva guantes y mascarilla, aunque para hablar se la quita. Está incómoda con ella. Es normal. Seguro que nunca tuvo que llevar una. El dinero que siempre lleva en el bolsillo ahora va a una bolsa de plástico transparente. 

Antes de salir del mercado, en uno de los puestos de alimentación se compra agua. Preguntamos los precios y cómo está yendo la cosa. El comerciante responde: “Viene gente, pero con mucho miedo”. Y es que la incertidumbre de cómo un virus está dejando en jaque a la vida que llevamos da qué pensar. 

Al volver a casa ya no hay nadie en el autoservicio y se pueden comprar huevos. Son frescos y duran hasta mitad de abril. El tendero bromea con que durarán más que la alerta o al menos esa es su esperanza. También la de todos. 

Entrando en el portal, de nuevo el coche de la Policía Nacional, anunciando desde el altavoz que nos encontramos ante una emergencia sanitaria grande y que es por nuestra seguridad que debemos estar en casa. 

Olvide comprar los yogures sin azúcar. Bueno en realidad no había dónde comprar algo tan específico, pero en casa necesario y de ese tipo, además. Quizás mañana el parón en el teletrabajo sea más tarde o haya que esperar al día de descanso para guardar la cola con la misma paciencia que lo hacían los melillenses esta mañana en el supermercado centro. Luego habrá que seguir con esta nueva rutina impuesta, que la mayoría aceptamos y cumplimos, y que es la única forma de mantenernos a todos a salvo. 

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