Categorías: Sociedad

Compartir junto a la cruz de mayo

No hay nada más hermoso que poder continuar la tradición de los mayores y unir a los vecinos y a los amigos entorno a una mesa y unas canciones. Esto es lo que mueve a Salvador García.

Rojo. Claveles rojos, techo y paredes rojas, alfombra roja. Un color que manda en este pequeño cuarto. Como también lo hace la cruz. Esos maderos cruzados que llenos de flores simbolizan que la muerte no es el fin. Las estampas decoran el suelo y se reparten entre las pequeñas imágenes de santos y vírgenes que se sitúan a los pies de la cruz, es decir, al servicio del Señor. Pero también son llamativos otros elementos de este cuarto. ¿Unos platos de los Reyes Católicos? ¿Una olla? ¿Mantones de manila con silla y guitarra española?
Esta cruz de mayo no puede ser de otro que no sea Salvador García. Este granadino que lleva muchos años, ‘desde que era chico’, viviendo en Melilla se ha dejado la piel en preparar su pequeña capilla como un gran altar para esta cruz de mayo. ¿Por qué meterse en semejante berenjenal? Pues porque es una forma de compartir una tarde con sus amigos. Le encanta reunir al Coro de Jesús el Cautivo y Virgen de la Victoria, en el que participa su mujer María Dolores Arjonilla, en la puerta de su casa. Cortan la calle durante unos minutos para que los vecinos puedan salir de sus rutinas, que se sienten en los umbrales de las aceras y disfruten de las canciones rocieras y primaverales de este coro. García asegura a El Faro que esto lo hace una vez y no más, pero tras ver la cara de felicidad de sus vecinos, prefiere dejar claro que el próximo año participará en el concurso de las cruces de mayo "si Dios quiere".

Los detalles
No es la primera vez que participa en esta actividad organizada por la Ciudad. Hace algunos años también se animó a decorar la sala con este símbolo cristiano. Pero este año se la ha ido de las manos. Más de 40 metros de tela hay repartidos en los pocos metros de este cuarto que da a la calle. Y luego hay que sumar todos los detallitos que han ido incorporando a esta escena primaveral, desde un farolillo que encontraron en el rastro y que han restaurado para la ocasión a las decenas de alfileres que llevan los mantones de manila para que no se caigan de la pared.
Otro de los elementos que hay que destacar es la olla. Puede parecer una tontería, pero este elemento tiene más de 100 años. Junto a los cuadros de los Reyes Católicos son parte de la herencia que recibió García de su abuela. Por eso, no podían faltar en este cuadro.
No importa el dinero que haya invertido este matrimonio en arreglar esta habitación. Tampoco tiene importancia el desbarajuste que ha supuesto trasladar todas las imágenes de la capilla a su dormitorio y que ellos se hayan tenido que mudar a la habitación del piso de arriba para descansar por las noches. Lo que realmente destaca este matrimonio melillense es la felicidad que les aporta el ver a sus vecinos reunidos en su puerta escuchando al coro y compartiendo un picoteo con ellos.
Compartir es la palabra que define a Salvador García. Le encanta compartir con sus amigos estos ratos. No es una cursilería ni una palabra bien puesta. Es real. Todo el mundo que se acercó ayer a la inauguración de esta cruz de mayo llevó algo para compartir, desde unas empanadas a refrescos o aperitivos. Por eso, esta sencilla convocatoria acabó por convertirse en una bonita convivencia entre vecinos y amigos de esta pareja. A nadie le faltó un chato de vino dulce y un bocadillo de atún con tomate. Y qué bien entró en el cuerpo este picoteo tras cantar el coro varios temas rocieros, como la Salve.
Los vecinos de García están acostumbrados a este tipo de escenas. En Navidad, este melillense de adopción corte la calle para los coches con el objetivo de que sus vecinos disfruten durante unas horas del portal de belén que siempre acaba montando en la misma habitación que ayer lució la cruz de mayo.
García afirma que esta tradición no se puede perder. Ha visto como todos los años en su Granada natal en las casas se dedicaba un rinconcito para una cruz. Como la familia de su mujer también tenía esta costumbre, decidió este año armar todo este lío de telas, estampas, imágenes y bocadillos para que la gente del barrio recuerde aquellas actividades que para nosotros pueden resultar extrañas o sorprendentes, pero que hace 70 años unían a los vecinos entorno a la tradición.

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