¿Cómo llegamos hasta aquí?

LA frontera de Beni Enzar está más muerta que viva. En torno a la una de la tarde de ayer apenas había tráfico ni en un sentido ni en el otro.

Sobre esa hora estaba previsto que entrara en España, procedente de ‘tierra de nadie’, el último de los camiones españoles que se quedaron varados durante 45 días en lo que debería ser la zona de jurisdicción internacional, aunque todos sabemos que está controlada por Marruecos.

Allí permanecieron aparcadas las bateas españolas con la esperanza de finalmente poder pasar la mercancía que llevaban a Nador si España hubiera conseguido llegar a un acuerdo con las autoridades del país vecino para reabrir la aduana comercial que llevaba 60 años funcionando en Melilla.

Pero en mes y medio lo único que logró nuestro Gobierno fue acordar la formación de una comisión bilateral con Marruecos. Y ese ‘paso de avance’ puede que haya apaciguado a los medios nacionales, pero aquí sabemos lo que significa: es un ‘no’ disfrazado de ‘veremos’, para ganar tiempo y que el tema muera de inanición. La prensa vive de vender noticias, no efemérides. Fin de la historia.

¿Cómo llegamos hasta aquí? ¿En qué momento pasamos de estar de acuerdo con Marruecos en abrir un quinto paso fronterizo a cerrar la aduana comercial de Beni Enzar?

Para los empresarios, junio del año pasado marcó un punto de inflexión en las relaciones con el país vecino. Fue en esa fecha cuando decidimos cambiar el uso que durante años se le había dado a la frontera de Beni Enzar para convertirla en un paso occidentalizado ‘sólo para turistas’.

Lo hemos conseguido, pero a qué precio. Esa decisión ha hundido los datos del puerto de Melilla. Teníamos un callo y nos amputaron el pie y no éramos diabéticos.

Un empresario de la ciudad al que le pedí su opinión sobre el discurso cañero de Imbroda del Día de Melilla, me comentaba que a él le parece una sandez, querer mirar al norte cuando a un turista de la península le cuesta “casi 600 euros” venir a la ciudad.

“El futuro de Melilla, con la desaparición del comercio atípico (que él da por hecho) pasa forzosamente por convertirse en una ciudad de servicios para el turismo marroquí de clase media y alta”, me decía.

Otro empresario se limitó a decir que Imbroda parecía “bastante enfadado con Marruecos” porque está convencido de que “esto está perdido por la inacción del Gobierno central. Son lentejas”.

Estos dos puntos de vista distintos tienen en común que dan por hecho que no hay marcha atrás en la restitución de la aduana comercial de Melilla

Esto ha sido un ‘palo’ para los socialistas locales que han peleado por la entrada de borregos y al final la fiesta fue un fiasco. Han dado la batalla por que se resuelva el problema de la aduana y tampoco han logrado nada. Vamos, ya solo falta, ni que Dios lo quiera por el bien de los melillenses, que el gafe que tenía Robles sobrevolando su cabeza como un ángel de la guarda siga amenazando las obras del nuevo hospital. Eso les haría llegar a las elecciones muy tocados.

El regreso de los camiones a Melilla confirma nuestra debilidad diplomática. No hemos sido capaces, ni siquiera, de aprovechar los frentes que Marruecos tiene abiertos con otros países de la UE como Francia (por la causa abierta por difamación contra varios periodistas marroquíes que adulan al rey) y Bélgica tras la detención de una supuesta espía marroquí que se hacía pasar por empresaria. Cuando alguien tiene tantos problemas, al final casi siempre resulta que el problema es él.

No hemos jugado bien nuestras cartas y ahora nos tocará seguir de cerca la comisión bilateral hispano-marroquí. Confiemos en que se reúna antes de que Pedro Sánchez se vea forzado a convocar elecciones. Ningún Gobierno, ni siquiera si es socialista, asumirá como suyo un conflicto que lo único que ha hecho es enconar unas relaciones desgastadas de tanto manoseo. España y Marruecos se necesitan, pero no deberíamos seguir siendo su nana en Europa. Que cada palo aguante su vela.

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