Los casos de coronavirus se dispararon en Melilla en la primera quincena de este mes. En sólo 15 días se duplicaron las cifras registradas durante los tres meses del estado de alarma. Si de marzo a junio en la ciudad se detectaron 127 positivos de COVID-19, entre el 2 y el 16 de septiembre fueron 304. La situación no es que sea sólo “considerablemente compleja” como reconoce el consejero de Salud Pública, Mohamed Mohand. Es más que eso. La cadena de contagios del coronavirus está fuera de control y previsiblemente en dos o tres semanas, si se mantiene este ritmo de contagios, tendremos un problema grave de colapso en el Hospital Comarcal y así se lo han transmitido al ministro de Sanidad, Salvador Illa, desde el Gobierno local. Según un informe de la Abogacía del Estado, la gestión sanitaria en Melilla depende única y exclusivamente del Instituto de Gestión Sanitaria (Ingesa) ya que estas competencias no han sido traspasadas a la Ciudad. El Decreto 1515/2005 de 16 de diciembre nos cedió funciones en materia de sanidad muy limitadas “que quedan reducidas al estudio, vigilancia y análisis epidemiológico de los procesos que incidan positiva o negativamente en la salud humana”. Eso significa que del colapso del Comarcal se encarga el Ingesa, que depende directamente del Ministerio de Sanidad (PSOE) y del rastreo de casos de coronavirus y realización de test, la Ciudad Autónoma. Es evidente que algo está fallando para que la segunda ola de la pandemia que estábamos esperando para octubre nos haya sorprendido en España, en pleno verano, echando por tierra la tesis de que con el calor, el virus se iba a hacer gárgaras. La situación está descontrolada en todo el país y aquí, ni te cuento. Las preguntas obligadas son ¿por qué está ocurriendo esto? ¿qué estamos haciendo mal? Con la frontera de Marruecos cerrada, es evidente que el virus nos está entrando por el puerto y el aeropuerto. ¿Se han tomado medidas para controlar la temperatura a la llegada a nuestra ciudad desde que se levantó el estado de alarma? Me decía la semana pasada el director del centro de investigación sanitaria del Hospital La Paz de Madrid, Eduardo López-Collazo, que para evitar el contagio de la COVID-19 es importante el uso responsable de la mascarilla. No tiene sentido que la llevemos puesta a todas horas y luego lleguemos a un lugar público (por ejemplo, a un restaurante) y nos la quitemos sin saber si la persona que tenemos en la mesa o la silla de al lado, que tampoco la lleva puesta, es portadora asintomática o no de la enfermedad. López-Collazo acaba de publicar el libro “Coronavirus: la última pandemia”, número uno de ventas en Amazon y, siendo muy optimista, cree que no habrá vacuna hasta la primavera del año que viene. Además, suponiendo que funcione, él aclara que sólo inmunizará al 60% de la población. Significa, por tanto, que tendremos que lidiar este invierno a pecho descubierto con una enfermedad que mata porque descontrola las defensas de nuestro organismo. En un primer momento moviliza toda nuestra capacidad defensiva y cuando todo está controlado, el organismo sufre un agotamiento de las defensas, que es aprovechado por otras infecciones para atacarnos. Los médicos, por tanto, tienen que enfrentarse a la dificultad de dilucidar en qué etapa se encuentra el paciente para poder salvarle la vida. En condiciones normales a la Dirección del Hospital Comarcal le ha costado siempre muchísimo trabajo atraer buenos médicos a Melilla. En la situación actual, con el nivel de estrés tan grande que sufren los profesionales de la Salud en todo el país, encontrar a algún incauto que quiera venir a lidiar con la pandemia en África va a ser misión prácticamente imposible. A eso sumémosle que nos falta personal de Enfermería. La situación, más que compleja o complicada da bastante miedo. Los rastreadores que nos manda Defensa llegan tarde y tienen mucho trabajo por delante. Sólo con delimitar la cadena de contagios en el Centro de Estancia Temporal de Inmigrantes (CETI) tienen para no aburrirse. Llevamos casi dos semanas sabiendo que los migrantes acogidos en el CETI no tienen condiciones para realizar cuarentenas como manda el Ministerio de Sanidad y seguimos a la espera de su traslado a Altos del Real. Y todavía nos preguntamos por qué los positivos van en aumento a diario en Melilla. Hace unos días teníamos un porcentaje de contagios superior al de Madrid, que ya eso son palabras mayores. La inmunidad del rebaño, me aclaraba López-Collazo, no funcionó en Reino Unido y no es la solución. Tenemos que cambiar nuestros hábitos porque en las casas donde conviven dos generaciones se corre el riesgo de que una de ellas contagie y mate a la otra. Es cuestión de mentalizarnos de que la vida ya no es lo que era. A partir de ahora, lo realmente sano es conseguir que nos reunamos más por Internet, que disfrutemos más de los paseos que de las comilonas y que aprendamos a que nuestro cuerpo se divide, desde ya, en cabeza, tronco, extremidades y mascarilla.
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