LAS autoridades del país vecino han arrestado a siete individuos que formaban parte de dos células yihadistas. El Ministerio del Interior marroquí asegura que se dedicaban a reclutar a voluntarios a los que luego adoctrinaban y entrenaban. El destino final de estos individuos era combatir en Mali. La operación de la Policía alauí se ha producido a sólo unos kilómetros de nuestra ciudad, en Nador. Y según la información facilitada por las autoridades marroquíes, el líder de uno de estos comandos residía entre Melilla y Bélgica.
El problema es lo suficientemente grave como para que los responsables de ambos gobiernos acuerden una colaboración más estrecha de los agentes policiales españoles, incluidos los destinados en Melilla, y sus compañeros marroquíes.
El terrorismo islámico es un asunto que representa una amenaza para ambos países. Potenciar el trabajo conjunto de España y Marruecos debe ser un objetivo conseguido antes de que el yihadismo tenga la más mínima oportunidad de arraigar a cualquier lado de la frontera. De otra manera, los ciudadanos de los dos países corremos el riesgo de tener que enfrentarnos a una situación como la vivida frente al terrorismo etarra. El caso de ETA ha servido para demostrar que la mejor ‘medicina’ contra esta clase de delincuencia es la colaboración sincera y pública entre países. No hay que dar oportunidad de que España o Marruecos se convierta en un santuario para estos individuos debido a la falta de un impulso político que incremente la colaboración de policías y jueces.
Hay numerosos asuntos que hacen recomendable reforzar el apoyo mutuo de España y Marruecos; el terrorismo quizá sea el más importante y urgente.