El reencuentro de España con uno de sus males, la falta de pegada, el regreso de una posesión estéril sin verticalidad, sin la capacidad de generar espacios ante un rival cerrado como Marruecos; la ausencia de desborde en las bandas y de descaro en el regate; y la mala gestión de la presión en la tanda de penaltis, fueron las claves de la eliminación en octavos de final.
1. El reencuentro con la falta de gol
España gastó todo su arsenal en su puesta en escena en la competición. La facilidad que tuvo para encontrar acciones de peligro ante Costa Rica. La efectividad para mandar dentro sus siete disparos a portería. Fue desapareciendo según avanzó el torneo y las malas señales lanzadas ante Japón en el último partido de grupo, las acabó confirmando cuando los errores pasan factura, en una eliminatoria de octavos de final.
A la selección española no le faltó voluntad pero sí acierto. Disparó en doce ocasiones y solo una provocó una parada salvadora de Bono, a Dani Olmo. Es "la fase en que menos espacio y tiempo hay", reconoció Luis Enrique como análisis a la falta de lucidez en los últimos metros. Fue la fase del juego que peor manejó España. Solamente un disparo a puerta más el poste de Pablo Sarabia en el último suspiro en casi 130 minutos de juego. Ya lo sufrió el equipo de Luis Enrique en la pasada Eurocopa, sin pegada a la hora de la verdad salvo en la prórroga ante Croacia. Se repitió en el Mundial como factor decisivo.
2. La posesión estéril
Regresó a errores del pasado una España que abusa del pase horizontal, forzada por el rival que junta líneas y elimina espacios. De la impotencia sufrida ante Rusia en el Mundial 2018, cuando la posesión alcanzó el 79% sin profundidad, a un escenario similar ante Marruecos, un 77% de dominio. Las dos cifras más altas que jamás tuvo una selección en la historia de Mundiales. Curiosamente ambas con eliminaciones en las tandas de penaltis.
Esa mala gestión del balón ha sido trascendental. Solamente ante Costa Rica, con el abrumador 82%, la selección española fue productiva. Ante Marruecos abusó del toque al pie, faltaron desmarques de ruptura, desdobles de los laterales con continuidad, inspiración en los jugadores que deben romper líneas en conducción. Pedri, que debe asumir ese rol, perdió hasta 17 balones según el dato de Bessocer para EFE. Dani Olmo el que más, 18, y Ferran Torres 13, en los extremos. Pérdidas claves en una zona del campo donde la inspiración individual genera ocasiones de gol que apenas se produjeron en un partido convertido en la batalla de duelos que planteó el rival.
3. La ausencia de desborde
Ha sido uno de los grandes males de España en Qatar 2022, la falta de descaro y atrevimiento, jugar encorsetado en un estilo del toque con pocos jugadores con un perfil encarador. Los que lo intentaron, además, no estuvieron acertados en los octavos de final. Dani Olmo fue el que mejor porcentaje de acierto tuvo, superando al rival en cuatro de las nueve ocasiones que lo intentó (44%).
El desborde de los extremos era clave ante un equipo de líneas juntas en pocos metros y Ferran Torres erró en el intento. Solamente superó a dos rivales en sus ocho intentos de regate. El revulsivo de Luis Enrique cuando pasó a su plan b, Nico Williams, empezó bien al saltar al campo pero acabó haciendo tres regates buenos de siete intentos. Esa falta de atrevimiento se plasmó en que solamente cuatro jugadores españoles intentaron cinco o más regates.
4. La mala gestión de la presión
España había ensayado los penaltis y Luis Enrique encargó a cada jugador que lanzase más de mil tras los entrenamientos en sus clubes, pero en la presión, con el ambiente de un estadio en contra, cuando el futbolista siente la responsabilidad, todo es diferente. Fue Luis Enrique el que eligió los primeros lanzadores buscando, en un grupo joven en el que podía pagarse la inmadurez en un momento de tanta tensión, asegurar el buen inicio de la tanda.
Futbolistas que hasta ahora eran fiables como Pablo Sarabia y Carlos Soler, fallaron y extendieron una dinámica muy negativa. España ha perdido cuatro de las cinco tandas de penaltis que ha encarado en Mundiales. Nadie falló más. Lo que se inició ante Bélgica en 1986 se extendió frente a República de Corea en 2002, el Mundial en el que salió airosa en su única tanda ganada, ante Irlanda, y reapareció contra Rusia en 2018. Esa presión también se apreció en los pases. Fue el partido con más pérdidas, hasta 136 por las 78 del duelo ante Costa Rica.
5. Las decisiones de Luis Enrique
Sorprendió a todos el técnico asturiano con su apuesta de inicio por un jugador que no había recibido un solo minuto en el Mundial. Desde dentro se apuntaba a una condición física mejorable de Marcos Llorente, que llegó a la concentración con unas molestias que le pasaron factura. Luis Enrique apostó por él como lateral. Buscó mejorar la calidad de la posesión con un centrocampista en la banda y el recorrido que le podía aportar. Un lateral derecho puro como Dani Carvajal se quedó en el banquillo, donde se esperaba a César Azpilicueta por sus molestias en un gemelo.
La segunda decisión que causó sorpresa fue la ausencia de inicio de Álvaro Morata. No es habitual que un entrenador renuncie al momento goleador de un jugador y sentó en el banquillo al que había marcado en todos los partidos de España. El inmovilismo táctico al renunciar a jugar con tres defensas y dos delanteros. Las sustituciones de Luis Enrique, retirando del campo como primeros cambios a Gavi, que no paraba de luchar y ganar duelos, y a Marco Asensio, renunciando a su posible disparo lejano, no tuvieron el rendimiento esperado. Cuando pasó a su plan alternativo, un 9 puro y un extremo, no aumentaron los centros desde el costado ni España pasó a jugar a nada diferente que no fuese a tocar en largas posesiones de poca profundidad.
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