l Un total de 40 pequeños de familias desfavorecidas participan en un proyecto de atención a la infancia de la parroquia de San Agustín gracias a 16 voluntarios que les ofrecen su tiempo.
Muchas familias de la ciudad no tienen la posibilidad de pagar unas clases extraescolares ni una academia para sus hijos. Tampoco todos los padres tienen la formación para ayudar a sus niños a estudiar lengua, realizar los deberes de matemáticas o los esquemas para el examen de conocimiento del medio. Algunos padres ni si quiera saben leer o hablan bien el castellano, lo que complica aún más que puedan estar pendientes de las tareas que sus hijos deben realizar en casa para completar lo que aprenden en el colegio. Por ello, hace más de diez años nació el Proyecto de Atención a la Infancia Cáritas San Agustín (PAI). Un grupo de voluntarios ofrece su tiempo a niños de todas las culturas y religiones que proceden de familias desfavorecidas de la ciudad para ayudarles en sus estudios y de esta forma, evitar su fracaso o abandono escolar.
No es tarea fácil enseñar a estos pequeños. Estos profesores improvisados intentan inculcarles valores y costumbres que van más allá de hacer los deberes, como la higiene personal o el respeto a los compañeros. Pero muchos de estos niños proceden de familias tan pobres que incluso cambian de alojamiento de forma constante porque sus padres piden refugio a amigos y familiares mientras consiguen un trabajo para poder pagar el alquiler de una casa. Sin hábitos en el ambiente familiar, la costumbre de que estos niños se sienten todos los días a leer un rato, a realizar sus deberes o a repasar la lección se vuelve casi imposible para estos monitores. Si no saben dónde van a dormir, cómo van a tener una mesa de estudio o un lugar tranquilo en el que finalizar las cuentas de multiplicar. Estos niños precisan de más ayuda, comprensión, paciencia y cariño que ninguno, así lo afirma Jorge Bueno, coordinador de este programa, que junto a Rosa Montero abrieron a El Faro las puertas de los salones donde dan clase todos los martes y jueves para dar a conocer su trabajo.
Los 16 profesores voluntarios que participan en este proyecto conocen bien la dura vida que les está tocando vivir a estos niños e intentan mantener el mayor contacto posible con las familias para que la colaboración de todos haga que estos pequeños no pierdan la sonrisa ni la oportunidad de estudiar como el resto de sus compañeros de colegio.
Este proyecto se nutre de los grupos de catequesis de la Parroquia de San Agustín. Todos los voluntarios del programa participan de forma activa en el catecumenado de esta parroquia y se han unido porque la ayuda a quien lo necesita es parte del camino de descubrimiento de Jesús.
El PAI acoge a los niños de las familias que se atienden en la sede de Cáritas de esta iglesia de El Real. Se les ayuda con alimentos, atención social, prestaciones económicas y si lo desean, se intenta encontrar un hueco en el proyecto de atención a la infancia para los pequeños de la casa. Bueno afirma que cada año hay más gente que demanda esta asistencia, pero tan sólo tienen voluntarios para dar clase a 40 niños. Tienen una lista de espera porque son muchas las familias que les piden esta ayuda para sus hijos.
¿Y los ‘profes’? Marisa, Cynthia y María Jesús son tres voluntarias que acabaron en este proyecto tras conocer la labor de sus predecesores.MUCHAS familias de la ciudad no tienen la posibilidad de pagar unas clases extraescolares ni una academia para sus hijos. Tampoco todos los padres tienen la formación para ayudar a sus niños a estudiar lengua, realizar los deberes de matemáticas o los esquemas para el examen de conocimiento del medio. Algunos padres ni si quiera saben leer o hablan bien el castellano, lo que complica aún más que puedan estar pendientes de las tareas que sus hijos deben realizar en casa para completar lo que aprenden en el colegio. Por ello, hace más de diez años nació el Proyecto de Atención a la Infancia Cáritas San Agustín (PAI). Un grupo de voluntarios ofrece su tiempo a niños de todas las culturas y religiones que proceden de familias desfavorecidas de la ciudad para ayudarles en sus estudios y de esta forma, evitar su fracaso o abandono escolar.
No es tarea fácil enseñar a estos pequeños. Estos profesores improvisados intentan inculcarles valores y costumbres que van más allá de hacer los deberes, como la higiene personal o el respeto a los compañeros. Pero muchos de estos niños proceden de familias tan pobres que incluso cambian de alojamiento de forma constante porque sus padres piden refugio a amigos y familiares mientras consiguen un trabajo para poder pagar el alquiler de una casa. Sin hábitos en el ambiente familiar, la costumbre de que estos niños se sienten todos los días a leer un rato, a realizar sus deberes o a repasar la lección se vuelve casi imposible para estos monitores. Si no saben dónde van a dormir, cómo van a tener una mesa de estudio o un lugar tranquilo en el que finalizar las cuentas de multiplicar. Estos niños precisan de más ayuda, comprensión, paciencia y cariño que ninguno, así lo afirma Jorge Bueno, coordinador de este programa, que junto a Rosa Montero abrieron a El Faro las puertas de los salones donde dan clase todos los martes y jueves para dar a conocer su trabajo.
Los 16 profesores voluntarios que participan en este proyecto conocen bien la dura vida que les está tocando vivir a estos niños e intentan mantener el mayor contacto posible con las familias para que la colaboración de todos haga que estos pequeños no pierdan la sonrisa ni la oportunidad de estudiar como el resto de sus compañeros de colegio.
Este proyecto se nutre de los grupos de catequesis de la Parroquia de San Agustín. Todos los voluntarios del programa participan de forma activa en el catecumenado de esta parroquia y se han unido porque la ayuda a quien lo necesita es parte del camino de descubrimiento de Jesús.
El PAI acoge a los niños de las familias que se atienden en la sede de Cáritas de esta iglesia de El Real. Se les ayuda con alimentos, atención social, prestaciones económicas y si lo desean, se intenta encontrar un hueco en el proyecto de atención a la infancia para los pequeños de la casa. Bueno afirma que cada año hay más gente que demanda esta asistencia, pero tan sólo tienen voluntarios para dar clase a 40 niños. Tienen una lista de espera porque son muchas las familias que les piden esta ayuda para sus hijos.
¿Y los ‘profes’? Marisa, Cynthia y María Jesús son tres voluntarias que acabaron en este proyecto tras conocer la labor de sus predecesores. Marisa lleva unos años en este programa y asegura que el cariño que reciben y el agradecimiento de las familias es mucho mayor que el esfuerzo que ponen para sacar adelante estas clases.
Cynthia sueña con ser maestra en un futuro. Es una joven melillense que se lleva sus propios libros a clase para repasar las lecciones de historia mientras que su alumno, un niño con unas características muy especiales, aprende a colorear o a escribir los números.
La madre de María Jesús estuvo muy vinculada a este proyecto y ella siempre había sentido las ganas y la curiosidad de participar. Sin embargo, sus hijos y su trabajo la mantuvieron ocupada durante algunos años y ahora que está algo más libre, se ha volcado esta nueva tarea de ‘ser maestra’.
Entre sus proyectos de futuro, además de seguir animando a los cristianos de la ciudad a incorporarse a este programa, están mejorar la formación de los voluntarios, y que sólo tres de ellos son maestros de carrera, y establecer reuniones más periódicas con las familias y los tutores de los colegios de estos niños, para que entre todos puedan establecer un plan de trabajo que beneficie a estos pequeños alumnos. Marisa lleva unos años en este programa y asegura que el cariño que reciben y el agradecimiento de las familias es mucho mayor que el esfuerzo que ponen para sacar adelante estas clases.
Cynthia sueña con ser maestra en un futuro. Es una joven melillense que se lleva sus propios libros a clase para repasar las lecciones de historia mientras que su alumno, un niño con unas características muy especiales, aprende a colorear o a escribir los números.
La madre de María Jesús estuvo muy vinculada a este proyecto y ella siempre había sentido las ganas y la curiosidad de participar. Sin embargo, sus hijos y su trabajo la mantuvieron ocupada durante algunos años y ahora que está algo más libre, se ha volcado esta nueva tarea de ‘ser maestra’.
Entre sus proyectos de futuro, además de seguir animando a los cristianos de la ciudad a incorporarse a este programa, están mejorar la formación de los voluntarios, y que sólo tres de ellos son maestros de carrera, y establecer reuniones más periódicas con las familias y los tutores de los colegios de estos niños, para que entre todos puedan establecer un plan de trabajo que beneficie a estos pequeños alumnos.
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