El programa del Partido Popular para las próximas Elecciones Europeas incluye cinco puntos referidos a Melilla.
Son reivindicaciones que deberían hacer suyas el resto de partidos que comenzarán a pedir el voto en nuestra ciudad dentro de unos días. Son peticiones justas, defendibles por cualquier formación política al margen de ideologías. El PP reclama para Melilla la consideración de zona ultraperiférica para compensar con las ventajas que esta clasificación conlleva los numerosos inconvenientes a los que tenemos que hacer frente cada día. Propone que una parte del puerto tenga la consideración de zona franca, lo que supondría un impulso para el desarrollo de nuestra economía. Demanda compensaciones por la presión migratoria que sufre la ciudad y las consecuencias que ello representa para la ciudadanía en general, además del sobreesfuerzo que supone para la Administración. Reclama modificaciones en las políticas transfronterizas para fomentar el apoyo, el desarrollo y la colaboración con el país vecino. Y finalmente, plantea un sistema que abarate el intercambio de mercancías con la península hasta el punto de equipararlo al coste medio que representa el transporte por carretera o ferrocarril en el resto del país.
Son cinco reivindicaciones a las que habría que sumar una sexta que explica por qué alguna de estas peticiones no se ha materializado aún a pesar de que llevan un tiempo planteándose: Melilla necesita tener en las instituciones de la Unión Europea una presencia física permanente, aunque ésta sea pequeña teniendo en cuenta su tamaño geográfico y peso político.
Hasta ahora la representación de la ciudad autónoma en Bruselas se limita a la figura de un misterioso personaje, un tal Salvador Rueda (en la fotografía). Este sujeto se convirtió por extraños designios del destino en el primer representante permanente de Melilla en la ciudad que es la sede administrativa de la Unión Europea. Desde que fue nombrado, a este individuo no se le ha visto el pelo por nuestra ciudad, tampoco sabemos cómo está desempeñando su trabajo de representación, no rinde cuentas ni sabemos quién se las podría exigir. A efectos prácticos, la utilidad de este sujeto para la ciudad es nula.
La calamitosa experiencia con el señor Rueda justificaría, por lo tanto, una sexta reivindicación, igual de justa que las cinco anteriores: Melilla necesita estar representada en las instituciones europeas. Hace falta que nuestra ciudad tenga presencia física en la Unión Europea. El ámbito más adecuado sería el Comité de las Regiones, pero su presidente, Ramón Luis Valcárcel, pasó hace unos días por Melilla sin hacer ninguna mención expresa a esta posibilidad que, por otra parte, nadie le planteó.
Sin esta representación, sin este enlace directo en las instituciones europeas, nuestra ciudad continuará siendo una gran desconocida de la que todo el mundo habla en Bruselas y a la que muy pocos escuchan.
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