El nuevo consejero de Turismo, Miguel Marín, anunció ayer que el Gobierno bonificará al 75% los precios de los billetes, tanto de barco como de avión, para los no residentes que quieran viajar a Melilla. La idea es que la ciudad reciba un buen número de visitantes en los cuatro últimos meses del año por cuanto que se trata de invertir 5 millones de euros en esta iniciativa que, además, solo será válida para aquellos que estén un mínimo de dos y un máximo de quince días hospedados aquí.
Marín cree que esta medida podría aplicarse de forma tangible para primeros de septiembre próximo, si bien debe pasar por varios trámites administrativos e incluso requiere una modificación de crédito que debe aprobar el Pleno de la Asamblea donde el PP, no obstante, tiene la mayoría absoluta necesaria para que salga adelante.
No está mal la idea y menos aún que se lleve a cabo una buena campaña de promoción de las bonificaciones en la península y, sobre todo, en Málaga, que recibe millones de turistas cada verano, unos visitantes que podrían ver en el traslado al norte de África un aliciente más en su período vacacional.
Málaga está cerca, el precio será más barato para los viajeros y estar en Melilla entre dos y tres días puede verse como una agradable excursión a un lugar poco conocido pero de aire exótico, que tanto gusta a los europeos que disfrutan en la costa malagueña. Y los melillenses necesitan a esos visitantes como el respirar.
El comercio y la hostelería serán los grandes beneficiarios de esos primeros pasos del Gobierno en materia turística, dos sectores muy castigados por la crisis y por el cierre de la frontera al paso de cualquier producto comprado en Melilla. Desde que Beni-Enzar se abriera al paso entre ambos países en mayo de 2022, los residentes melillenses y los visitantes marroquíes que hayan podido viajar a la ciudad no han tenido la oportunidad de llevarse a Marruecos ni un botellín de agua con ellos.
La cosa llega a tales extremos que las autoridades marroquíes no permiten que las familias lleven en sus coches ni unas simples sillas de playa para disfrutar de un baño al otro lado de la frontera. Las redes sociales dan fe de que ni neveras con comida que se va a consumir en el día se puede pasar por la frontera.
Estando así la situación no es de extrañar que la llegada de visitantes desde la península sea la única forma cierta que tiene el comercio melillense de sobrevivir, dado que el consumo interno tampoco es como para tirar cohetes hoy por hoy a pesar de las importantes iniciativas que llevan a cabo organizaciones como Zona Centro para reactivar la actividad.
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