La joven está procesada por conducir ebria, pero en el juicio aseguró que un Mercedes con matrícula marroquí no sólo provocó el accidente, sino que además se dio a la fuga.
El Juzgado de lo Penal celebró ayer el juicio contra una joven, acusada de un delito contra la Seguridad Vial al haber conducido bajo los efectos del alcohol y tener un accidente. El siniestro se produjo en agosto de 2011, hace tres años, pero la joven recuerda perfectamente que aquella noche chocó contra una farola al esquivar un vehículo que circulaba a gran velocidad en sentido contrario en la calle Amapola, en el polígono del SEPES.
La chica, de iniciales A.M.B.M., conducía el coche, pero éste no era suyo, sino de un amigo que, como había bebido más alcohol aquella noche, no estaba “en condiciones” de conducir. Por este motivo, ella tomó los mandos del turismo. La procesada, residente en Barcelona, salió el 11 de agosto de 2011 con tres amigos. Fueron a tapear y después fueron al Puerto Noray. “Nos tomamos dos cervezas durante la cena y una copa después”.
Para finalizar la noche, los amigos decidieron desayunar juntos y cogieron el coche en dirección al barrio de El Real. “Como no soy de Melilla, no conozco muy bien las calles. Me equivoqué y me pasé la calle donde vive mi amiga”, explicó. Siguieron adelante hasta el polígono del SEPES. En la calle Amapola se encontraron “de repente” con un Mercedes que circulaba a gran velocidad y en sentido contrario. “Me asusté mucho y pegué un volantazo para evitar la colisión frontal”, pero la maniobra no evitó que el coche que conducía, que era de su amigo, chocara contra una farola y derribara parte de una valla de una nave del SEPES.
La versión de los hechos fue corroborada por dos testigos, que iban en el coche con la acusada aquella noche. Uno de ellos era el dueño del vehículo siniestrado y la segunda testigo añadió que, tras el accidente, el conductor del Mercedes que había provocado el siniestro se paró a la altura del vehículo y sin bajarse del mismo. “Nos miró y se dio a la fuga”, apostilló.
Los agentes de la Policía Local que atendieron a los jóvenes tras el accidente de tráfico, explicaron que la acusada había dado positivo en la prueba de alcoholemia (0,57 miligramos de alcohol por litro de aire expirado), pero dado el tiempo transcurrido desde los hechos, dijeron no recordar más detalles de la intervención. Únicamente refirieron que la acusada estaba “muy nerviosa, con cierta halitosis y los ojos enrojecidos”.
La fiscal mantuvo la acusación contra la joven, mientras que la defensa pidió su absolución, pues a pesar de que su cliente había bebido aquella noche, no afectó a la conducción porque el accidente se produjo para evitar consecuencias más graves por culpa del Mercedes que circulaba en sentido contrario. El caso quedó visto para sentencia.
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